Mon Laferte: mar, canciones, y feminismo
"Soy melodramática desde la infancia. Crecí con mi abuela, que era cantante de boleros. En su juventud, iba a diario a cantar a la radio, cuando las transmisiones se hacían con público, y era popular en Valparaíso. Llegó a grabar, pero lamentablemente se perdieron todas sus grabaciones. Se casó, tuvo hijos y abandonó su carrera profesional. Los domingos cantaba en algún lugar o iba a bailar tango y yo la acompañaba. Fue ella quien me enseñó a cantar. Yo crecí yendo a bares y cantinas, esos sitios donde se cantaba el bolero por gente muy adulta. Crecí viendo todo esto", dice Mon Laferte, la cantante chilena que se transformó en una de las voces más importantes de la era del empoderamiento feminista, y que el 15 de septiembre se presentará por primera vez en el estadio Luna Park. "Así fue que me enamoré de la canción melodramática", explica esta diva cosmopolatina, una chica analógica brillando en un mundo digital.
A los 36 años, Norma Monserrat Bustamante Laferte ha recorrido un largo camino. Radicada en México desde hace poco más de una década, donde emigró después de patear el tablero y dejar atrás una promisoria carrera basada en un popular programa de televisión al que entró a los 18 años, comenzó haciendo el circuito de bares under hasta crecer en popularidad, firmar contrato con una multinacional e integrarse en el mainstream iberoamericano.Hoy acumula más de dos millones de seguidores en Instagram, un Grammy latino, seis discos, una presentación en el Festival de Coachella y una notable cantidad colaboraciones, que incluye a Jorge Drexler, Gwen Stefany, Plácido Domingo, Julieta Venegas, Los Auténticos Decadentes, Enrique Bunbury, Natalia Lafourcade y Juanes, con quien realizó una extensa gira por Estados Unidos en el primer semestre de este año, que incluyó un concierto en el Madison Square Garden y una presentación especial en Tiny Desk, el prestigioso programa para YouTube de la Radio Pública Norteamericana.
Su último LP, Norma, es en parte un homenaje a su abuela. "Se llamaba Norma Herrera, y aparte de cantar boleros, también compuso algunas cuecas. El nombre del disco viene de ahí. Yo también me llamo Norma, y mi mamá también", recalca. Pero Norma es, esencialmente, un álbum conceptual. Tiene una atmósfera vintage, y funciona como un tratado sobre ritmos latinos bailables: bucea en las raíces y en ocasiones también las proyecta hacia el futuro. Es un álbum que definitivamente pide a gritos ser escuchado en vinilo y su proceso creativo incluyó una investigación en grabaciones añejas. "Empecé a visitar mucho Amoeba –una inmensa disquería en Hollywood–, y encontré un montón de joyas. Soy coleccionista de vinilos, muy melómana, y comencé a escuchar música increíble. Mucha salsa, mambos, cumbias, y me fanaticé con todos estos ritmos, con los que no estaba tan familiarizada. Y luego escuché el disco Maestra vida, de Rubén Blades, que tiene todo concepto por detrás, y dije: «Quiero hacer un álbum conceptual, que cuente una historia», y me decidí a relatar etapas de una relación de pareja. Entonces tomé el riesgo de grabar una salsa, un mambo, una bachata, emulando el sonido de los vinilos. Lo grabamos en una sola toma, en los estudios Capitol de Los Ángeles".
Suele mencionarse a Mon como una cantante "chileno-mexicana". A pesar de que está instalada en México desde hace muchos años, aún mantiene su acento chileno. "Viví hasta los 23 años en Chile, entonces me siento más que nada muy de Viña del Mar, de Valparaíso, que es mi región, donde crecí", dice. "Pero, en realidad, no soy nada nacionalista. No me gusta esta idea de que tienes que ser de un sitio o de otro y de que tu país es mejor que otro, ni que tu comida es mejor ni que todo lo que hay en tu país es lo mejor que hay. No me puedo casar con esa idea. Yo me siento encantada donde sea que esté viviendo y me adapto fácilmente. Vivo en la Ciudad de México y amo la Ciudad de México, pero también me pasa lo mismo cuando estoy en Los Ángeles, en Nueva York, en Buenos Aires, en Santiago o donde sea. Me encanto de cada sitio. Soy migrante hace doce años, y eso hace que vea la vida de otra manera".
Si los ritmos fueran nacionalidades, ¿qué pasaporte tendrías?
Es bien difícil. Pienso en la cumbia, en el bolero, pero también pienso mucho en el blues y en el jazz. Me gusta tanto la música en general que estaría duro decidirme por un pasaporte.
¿Por qué emigraste a México?
Honestamente, ya no estaba contenta con el trabajo que tenía en Chile. Trabajaba en un programa de televisión. Tenía 23 años y me sentía estancadísima, sentía que tenía que ir a cualquier sitio. Y una amiga me dijo: "Oye, me voy a ir a vivir a México, ¿no tienes ganas de venir conmigo?". Así, literalmente, de locura, de aventura, y le dije: "Bueno, me voy a México".
Pasaste de un sitio donde eras una celebridad a arrancar desde cero en un país enorme. ¿Cómo viviste ese cambio?
Estaba feliz. Imagínate, yo había entrado a trabajar en televisión a los 18 años y estaba como un poco agobiada con todo eso. Así que, de pronto, llegué a una ciudad gigante y me sentía muy libre ahí. También se me hizo divertido esto de empezar de cero.
Creciste en una ciudad portuaria. ¿Cómo es tu vínculo con el mar?
Justamente, las primeras canciones las escribí al lado del mar, literalmente. Era muy joven, todavía adolescente, y tenía esta idea romántica de la compositora. Entonces, me iba con la guitarra a la playa, ahí en Viña del Mar. Me sentaba en unas rocas y me ponía a componer. Así que mi acercamiento a la música y a la composición tienen que ver directamente con el mar. Por eso creo que mis canciones son tan de nostalgia y las letras, la mayoría, tienen que ver más con ese estado anímico, porque el mar en Chile es violento y hace frío. Si piensas en el mar en México, piensas en sol, en Caribe, en Cancún, en Playa del Carmen. Y el puerto de Valparaíso tiene esto muy del tango, del bolero, de la música muy arrabalera, que es lo que oía cuando era niña.
Arte y feminismo
La música no es el único lenguaje que Mon elige para expresarse. Desde hace un tiempo, publica sus pinturas en la cuenta de Instagram (@mon_lafarte), paralela a su cuenta principal. También ha incursionado en el cine como actriz, y ha dirigido sus propios videoclips. Ella sostiene que esa curiosidad artística tiene que ver con la infancia. "Mi madre nunca fui muy estricta en los estudios", explica. "Tanto a mí como a mi hermana, siempre nos incitó a que fuéramos personas creativas. Recuerdo que le bajaba el volumen al televisor y decía: «Inventen su historia; si no, no pueden ver más tele». Entonces, si queríamos ver tele, teníamos que imaginar nuevos diálogos para lo que veíamos. Todo el tiempo estábamos pintando: no éramos niñas de mucha tecnología. Nunca tuvimos ni Nintendo ni Atari ni ninguno de esos juegos, entonces teníamos que inventar cosas: cantar, aprender a tocar la guitarra. Toda la vida he pintado, pero nunca había compartido mis pinturas, porque para mí es un hobby, pero ya tengo tanto material que se me ha juntado que toda la gente me dice deberías compartir esto. Entonces me hice esa cuenta de Instagram, pero nunca hice una exposición: es algo que todavía me da un poquito de pudor".
El movimiento feminista define esta era. Una oleada se expande más allá del continente, por todo el mundo, con reclamos de todo tipo, pero sobre todo con el empoderamiento femenino como eje. Mon se transformó en una referente de esa causa y destaca la importancia, sobre todo, de una toma de conciencia en todos los niveles de la sociedad. "Siento que los cambios son demasiado lentos", se queja. "El otro día hablaba sobre el cupo femenino en los festivales con alguien que me decía: «A mí me encantaría que dejáramos de pensar en el género y que solo importara la música». Y a mí también me encantaría que habláramos solo de cosas que, a lo mejor, hasta puedan parecer muy banales, como las mujeres en la música. El problema es que todo está tan desequilibrado que, entonces, se tiene que intentar poner leyes o hablar todo el tiempo para que realmente la sociedad tome conciencia de que hay una diferencia muy grande: el hombre siempre es el que tiene la música, el que tiene la palabra, el que toca la guitarra. Pasa en todo tipo de música, entre los artistas más increíbles que te puedas imaginar, porque de repente le echan mucho la culpa al trap y al reggaetón, y la verdad es que toda la música, históricamente, ha sido igual de machista. Estamos cambiando, poquito a poco, pero por lo menos siento que ahora se hace a conciencia y que se habla del tema".
En la Argentina, puntualmente, se está impulsando una ley que exije un cupo femenino en los festivales, ¿estás al tanto?
Claro, un 30 por ciento. A mí me parece que está bien. De hecho, discúlpame, en verdad no creo que esté bien, porque siento que debería ser una cosa natural. Pero ¿por qué no es natural? No es porque no existan mujeres tocando, lo que pasa es que, no sé, pienso en mí, de niña, tocando la guitarra y cantando, y sentir comentarios como "no toca tan bien porque es mujer". ¿Y entonces qué pasa? Una se empieza a volver insegura y tomas el rol solo de ser la que canta y, a lo mejor, te concentras más en en verte mejor que en perfeccionarte en un instrumento, porque sientes que es el rol que te toca como mujer. Afortunadamente, eso ha ido cambiando con los años.
Además de tu abuela, en tus años de formación, ¿encontrabas referentes mujeres en el ámbito musical?
De adolescente, la primera que escuché siendo muy pequeña fue Shakira. Porque ella no era el típico prototipo. Yo toco la guitarra desde muy niñita, pero no me sentía identificada con las artistas que se escuchaban en la radio. De repente, llegó Shakira tocando la guitarra, y además decía cosas y era súper interesante. Fue una de las primeras. Después encontré a Julieta (Venegas), que llegó un poco más tarde a Chile. Y a Nicole, de Chile también.
¿Qué lugar sentís que ocupás en el mapa de la música latinaomericana actual?
Primero que nada, me siento una cantautora. Soy alguien que escribe sus propias canciones, sus experiencias. Siento que soy un proyecto medio extraño para el mainstream. Nunca me han gustado los estereotipos. Siempre me sentí muy fuera de lugar en todas partes. Sin embargo, me he colado en varios festivales, como este año en Coachella, pero a la vez me identifico con la escena del rock. También, tengo un costado popular y canto boleros. Hace poco canté con Marco Antonio Solís. Nunca me ha gustado ponerme etiquetas. Sencillamente, hago canciones y disfruto la música.
De los escenarios pequeños a los grandes espacios, dentro de poco vas a cantar en el Luna Park, ¿qué expectativas tenés para ese show?
Estoy emocionadísima. Sé de la importancia del Luna Park y lo difícil que es llenarlo. Y, justamente hablando de feminismo, ser una mujer de barrio y chilena que llega a tocar en Buenos Aires, termina por derribar muchos prejuicios vinculados con el odio entre Chile y la Argentina.