Moliendo a Molière es una celebración de la actuación, pensada para los más chicos
Emiliano Dionisi crea tanto un homenaje como una reivindicación de la potencia del gran dramaturgo, actor y poeta francés para hacernos reír de nuestras propias debilidades
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Dramaturgia y dirección: Emiliano Dionisi. Dirección musical: Manuel de Olaso. Intérpretes: Lucía Adúriz, Mariano Russo, Sofía Centelles, Victoria Ratto, Elisa Giraldo Gärtner, Lucas Alvan, Norberto Miranda, Ramiro Cony, Nicolás Foresti, Franco Gómez, Paloma Noguerol y elenco. Vestuario: Jorge López. Escenografía: Ladislao Hanczyc. Iluminación: Patricio Ballarati. Música: Jean-Babtiste Lully, Marc-Antoine Charpentier y Manuel de Olaso. Coreografía: Margarita Fernández. Sala: CETC del Teatro Colón (Viamonte 1168). Funciones: en vacaciones de invierno de martes a domingo a las 16.30. Duración: 50 minutos. Nuestra opinión: muy buena.
La compañía de actores recorre a los tumbos teatros de provincia, son almas errantes. Dejaron el oficio de tapiceros para convertirse en comediantes, con suerte un tanto diversa y reputación dudosa. Cualquier coincidencia con los inicios de la carrera de un tal Jean-Baptiste Poquelin no es mera coincidencia, ese fue el derrotero, aunque más exitoso, de quien luego se consagrara en la corte de Luis XIV, ya conocido como Molière.
Solo que los personajes de la obra de Emiliano Dionisi que se representa en la sala del CETC del Teatro Colón se asemejan, más que a Molière mismo, a sus figuras escénicas, esos caracteres que con vis cómica ponen en evidencia las debilidades humanas.
La bella música barroca de Jean-Baptiste Lully -amigo de Molière y compositor de partituras para algunas de sus obras– y de Marc-Antoine Charpentier -rival y sucesor de Lully en las preferencias musicales del dramaturgo- generan una escenografía sonora para transportarnos al siglo XVII. Es una pena que el espacio acotado del CETC no permita tener a la vista a los músicos de la Academia Orquestal del Colón, que hasta el saludo final permanecen ocultos tras columnas y bambalinas.
Actores, bailarines y cantantes, los integrantes de la compañía de comediantes de la legua esperan ansiosos, casi desesperados, la oportunidad de presentarse ante Monsieur Poquelin, que en esta obra es un empresario teatral influyente. Quieren salir de un destino de hambre, que hasta entonces solo se satisface con la fruta y verdura que le lanzan espectadores disconformes (una costumbre que parece haber sido habitual en esos tiempos en Francia).
Así es que, cuando aparece un caballero que creen que es el esperado empresario, exhiben todo su histrionismo. En su afán de convencerlo, la líder de la troupe no le deja tiempo siquiera para presentarse, lo envuelve en un juego actoral de comicidad vertiginosa.
Lucía Adúriz, como Madeleine, la líder de la tumultuosa compañía, sostiene incansable, arrolladora, el ritmo de la puesta, en tanto que Mariano Russo le contrapone el paulatino crecimiento del papel del supuesto Mr. Pouquelin, hasta llegar a la vuelta de tuerca final que lo lleva a abandonar su reticencia frente a ese grupo un tanto escandaloso. En torno a los dos protagonistas se luce en vistoso vestuario el cuadro variopinto del elenco que acota cantando sus comentarios a la acción.
Dionisi se da el gusto de referenciar al pasar varias de las obras y personajes de Molière, desde El avaro, pasando por El enfermo imaginario hasta el mismo Tartufo, que termina siendo una figura clave en el desenlace. Pero estas citas a Molière de ninguna manera obstruyen la comprensión de la trama por parte del público infantil convocado a la función, que a través de su argumento tanto como por su estilo de puesta es una celebración de la actuación teatral. De jugar a ser otro, poniendo en evidencia mediante una impostura verdades inesperadas, que permanecían ocultas.
La actuación es un tema recurrente en la dramaturgia de Dionisi, dentro de la gran versatilidad que exhibe en plantearlo sobre escenarios y para públicos muy diversos. Está presente para público adulto en su exitosa puesta en escena de El brote. También en Sueño, el intento de una compañía ambulante de escenificar a Shakespeare, que acaba de ganar el premio Barroco Infantil del prestigioso Festival de Teatro Clásico de Almagro, en España. También antes en versiones suyas de Cyrano y Romeo y Julieta.
El título Moliendo a Molière es un juego de palabras que remite al remixaje feroz que hace Dionisi de biografía y obra del gran comediante francés. Sin embargo es a la vez un homenaje y una reivindicación de su potencia dramatúrgica, de poder reír de nuestras debilidades. Risa que resuena en feliz complicidad de grandes y chicos.
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