Richard Melville Hall –mejor conocido como Moby– lleva casi dos décadas despistando a los que quieren confinarlo en casilleros estancos.
Estamos en chelmsford, donde el festival v2000 está llegando a su etapa de masa crítica con los shows de Paul Weller, Groove Armada y Joe Strummer sucediendo al mismo tiempo en tres escenarios distintos. Cada tanto llega el rumor lejano de alguna ovación al término de un tema, pero, fuera de eso, la calma hermética del camarín de Moby se siente como una cámara de suspensión gravitacional. Lo único que compite con el sonido de su voz es el silbido insistente de una cafetera y el golpe sordo de una pelota de fútbol en la pared exterior, y ambos son pronto acallados. Moby responde las preguntas al instante; las oraciones salen de su boca formuladas con un mínimo de titubeo o dilación. Ejerce un sereno control sobre sus palabras, del mismo modo que sobre el escenario consigue que los distintos estilos –tecno, rock, blues, punk– se alineen siguiendo los dictámenes de su órbita musical.
–Muchos no saben que empezaste tocando punk rock con grupos como Vatican Comandos y Flipper.
–Mi carrera musical comenzó antes todavía. Empecé a tocar la guitarra cuando tenía 8 años y estudié música clásica y teoría musical durante mucho tiempo. Toqué en grupos de jazz y de rock, y a los 15 fundé una banda de punk. Durante toda mi vida me gustaron diferentes tipos de música. Por eso nunca me pareció algo raro, digamos, el tocar música clásica y punk al mismo tiempo. Esto confundía a mis amigos, pero tenía sentido para mí. Algunos de mis amigos eran músicos serios y no entendían cómo podía tocar en un grupo de rock; del mismo modo, los que tocaban punk conmigo no comprendían cómo era que sabía teoría musical: se suponía que la razón de ser del punk era –justamente– el no saber música.
–¿Qué escuchabas en aquellos días, y cuándo te "cortaste solo"?
–Bueno, yo nací en Manhattan, Nueva York, pero crecí en Connecticut. De joven, mis gustos eran bastante convencionales: los Beatles, los Rolling Stones... Después, cuando me metí en el punk, allá por 1978 o 79, me gustaron Public Image Ltd., Gang of Four, Killing Floor, the Theatre of Hate, Joy Divison, Echo & The Bunnymen, ese tipo de cosas.
Mi carrera solista empezó a principios de los 90. El primer álbum que grabé, Moby, el que tenía el hit "Go", lo editó un sello independiente neoyorquino: Instinct Records. Debo decir que no es realmente un álbum oficial, porque fue recopilado cuando ya me había ido del sello. Pero, a pesar de eso, creo que es un disco interesante, ya que refleja bien la música que estaba haciendo en ese momento; es un buen documento de ese período. Después de Moby vino una etapa en la que hice un montón de remixes, toneladas de remixes. Mixes para Michael Jackson, Metallica, Smashing Pumpkins, Aerosmith, Brian Eno, the Prodigy, etcétera, etcétera.
–¿Cuáles eran tus premisas y condiciones para aceptar remixar un tema?
–El factor principal, el número uno, era que en ese entonces tenía tiempo libre y, bueno, ayudaba el hecho de que me gustasen la canción y el artista sobre el que estaba trabajando. Hubo veces en las que me gustaba el artista pero no el tema. Como, por ejemplo, Brian Eno. Yo hubiese hecho cualquier cosa por Brian Eno. Me pidieron que remixara un tema de él que no me gustaba demasiado, pero dije que sí, porque soy un gran fan de su obra. En 1993 firmé contrato con Mute Records y sacamos el ep Move y los álbumes Everything Is Wrong y Animal Rights. Este último confundió a mucha gente porque era, básicamente, un disco punk. Después edité I Like to Score, un larga duración basado en música que compuse para diferentes películas, y así llegamos al presente, a mi actual álbum: Play.
–"Play" es el cd por el que más se te conoce en la Argentina. ¿Cómo fue su proceso?
–Debo decir que al grabar no pienso demasiado en el proceso del álbum. Mi estudio de grabación está en mi casa, en Manhattan. Tengo un departamento con dos dormitorios y uno de ellos es mi estudio, donde hago de todo. Allí escribo mis canciones, las grabo y las mezclo. En el caso de Play, como en el de mis otros discos, mi único deseo fue hacer un álbum que me gustara de veras, y esperaba que gustara también a los demás. En Play usé un montón de viejas voces, sampleando cantantes de principios y mediados del siglo xx; especialmente en el tema Natural Blues, que tiene una parte vocal grabada en los años 40 o 50. Puse el sample de la voz y luego construí alrededor la parte instrumental, para crear un nuevo tema.
–Decías que a menudo confundís a la gente porque hacés música que no responde al "casillero" donde te habían ubicado. ¿Por qué pensás que las personas se aferran tanto a lo conocido y a lo establecido?
–No sé. La gente parece esperar determinado tipo de música de un artista y suponen que hará ese tipo de música por el resto de su vida. Y es raro, porque la mayoría de la gente que conozco tiene música variada en su colección. Entonces, si una persona escucha diferentes estilos musicales, ¿por qué un artista no puede hacer diferentes tipos de música?
–¿No creés que las compañías discográficas juegan un importante papel en eso de fijar a un músico en un estilo determinado?
–Creo que es más fácil vender discos si un artista sigue produciendo el mismo tipo de música. Tomemos, por ejemplo, el caso de Metallica. Si Metallica hiciese un álbum de música disco, alienaría completamente a su base de fans. Pero a mí me gustan tantos estilos musicales distintos que no siento la necesidad de limitarme a uno solo de ellos.
–Sabemos que sos descendiente del escritor Herman Melville, de cuya novela "Moby Dick" deriva tu nombre artístico. ¿Qué tipo de literatura te gusta?
–Bueno, tengo una auténtica debilidad por la llamada Literatura Gótica del sur de los Estados Unidos. Escritores como Tennessee Williams, Flannery O’Connor, Walker Percy, William Faulkner… También me gusta mucho el Realismo Mágico sudamericano. Por extraño que parezca, tengo un tío argentino, así que, a través de él y de mi tía abuela, crecí expuesto a la cultura argentina. Conocí la literatura de Jorge Luis Borges. Siempre me pareció un personaje muy refinado, ¿no?, una especie de gentleman inglés. Una vez leí un articulo que hacía un contraste entre su obra y su personalidad y las del escritor de El amor en tiempos del cólera... ¿cómo se llama? Sí, Gabriel García Márquez.
–Volviendo al tema de la diversidad musical, ¿qué sensación te producen los festivales?
–Me encantan los festivales europeos porque tenés grupos de rock, de dance, de hip-hop. Tenés reggae, tenés jazz, tenés un montón de cosas diferentes. Los festivales de los Estados Unidos tienden a ser más unidimensionales. Hace poco tocamos en un festival en Los Angeles y la alineación era Creed, No Doubt, Third Eye Blind, Offspring, Korn, Limp Bizkit y nosotros. O sea que era, básicamente, un festival de heavy-metal… y nosotros. Los festivales norteamericanos tienden a ser más cerrados. Me parece frustrante; por eso prefiero los europeos.
–Hablando de mentes abiertas: en los 60, el rock parecía tener, también, una importancia como agente de transformación social. ¿Creés que eso puede llegar a repetirse en el Tercer Milenio?
–Si observás la explosión cultural de la música rock en los años 60, y aún en los 70, te darás cuenta de que había una cantidad de factores únicos que se daban al mismo tiempo. Uno de ellos fue la abundancia de la posguerra –en el mundo había dinero y una relativa estabilidad–, pero, al mismo tiempo, tenías, al menos en los Estados Unidos, un gran tema de discusión social y política: la Guerra de Vietnam. Había una gran brecha generacional y la música de rock & roll era la música de la juventud. Si en 1966 tenías más de 30 años, no escuchabas música rock. Y el otro factor era la píldora anticonceptiva: ahora la gente podía tener sexo todas las veces que quisiera sin preocuparse por ello. También había fácil acceso a todo tipo de drogas. Todas estas cosas, combinadas, contribuyeron a crear una cultura única. Ahora todo es bastante más complicado. Te encontrás con muchachos de 20 años que escuchan la misma música que alguien de 70. Chicos de 8 años van con sus padres a conciertos de los Rolling Stones. Además, no hay una cuestión política aglutinante; no hay nada que la juventud pueda tomar y decir "ésta es nuestra causa". El hedonismo, hoy, es una mala palabra, y la gente tiene miedo del sexo. Muchas cosas que eran celebradas en los años 60 parecen ahora algo sucio. Creo que puede darse una cultura juvenil basada en la música que sea muy poderosa y muy importante, pero nada similar a lo que ocurrió en los años 60.
–¿Cómo creés que afectarán a la música adelantos tecnológicos como Napster y mp3?
–Lo peor del ascenso de Napster y de mp3 –y esto es algo de lo que nadie habla– es que la mayor parte de la gente que tiene aparatos para escuchar mp3 es gente inteligente, que en lugar de comprar discos se los baja del ciber-espacio. O sea que, si mirás los rankings de ventas, al menos en los Estados Unidos, están llenos de discos que compra gente estúpida. Cuando sale un buen disco, como el último de Pearl Jam, no vende demasiado. La razón es que la mayoría de los fans de esa banda ya se lo han bajado de la Internet y se han hecho su propio cd. Mientras, lo que se venden son álbumes de Kid Rock, Eminem, Britney Spears o Christina Aguilera. Porque no vas a encontrar muchas personas inteligentes que compren discos de Kid Rock. Entonces, vende bien porque la gente boba no tiene computadoras o no tiene aparatos de mp3. De modo que los charts están dominados por música estúpida.
–A propósito, hay gente que subestima el efecto de, digamos, las letras homófobas de Eminem. ¿Pero no creés que hay un ascenso de los prejuicios y la intolerancia en la escena musical de los Estados Unidos, cosa que se evidenció, por ejemplo, durante el festival Woodstock ’99, donde algunas chicas fueron casi violadas?
–Casi no. ¡Fueron violadas! Sí, es un gran problema en los Estados Unidos. Tenés toda esa música tipo Limp Bizkit, Korn, Eminem, Kid Rock... que es muy agresiva, muy violenta. Las letras son muy misóginas y eso es terrible. Por suerte, la gente, lentamente, está empezando a darse cuenta. Yo recuerdo cuando the Prodigy se apareció con el tema "Smack My Bitch Up" [Le pego a mi guacha], yo me sentí ofendido. Nadie sacaría un tema que se llamara "Smack My Jew Up" [Le pego a mi judío] o "Smack My Nig- ger Up" [Le pego a mi grone], porque no habría nin- guna radio que lo difundiera. Entonces, ¿cómo puede ser aceptable editar un tema que se llame "Le pego a mi guacha"? A mí me molestó mucho, pero a nadie más pareció importarle e incluso lo pasaron bastante por radio. ¿Cómo podés pasar por radio un tema que promueve la violencia contra las mujeres?
–¿De dónde viene toda esta ola de odio?
–En los Estados Unidos, creo que todo este odio viene, básicamente, de gente que está aburrida. Yo crecí en el suburbio, y es realmente aburrido. Cuando sos adolescente tenés tendencia a la agresión, de todos modos; hay mucha energía y mucha agresión en tu sistema. Pero, además, todos estos chicos no tienen nada para hacer. Miran todo el tiempo la televisión y leen revistas, y allí parecería que todo el mundo la está pasando bien, menos ellos. Y entonces les da la impresión de que la meta de sus vidas es pasarla bien, pero están aburridos, y esto los frustra y los enoja. Quieren todo servido en bandeja y ya mismo. Y si no tienen miles de mujeres con las cuales tener sexo, millones de dólares y el mejor empleo del mundo, y si no son las personas más populares y festejadas del mundo, sienten que ésa es suficiente razón para estar enojados.
–¿Qué sonidos escuchás hoy, y cómo sigue tu historia, después de "Play"?
–Bueno, puede que esto suene triste pero, últimamente, estuve escuchando varios discos que me encantaban cuando tenía 17 o 18 años, como Televisión y X, aquel grupo de la cantante Exene Cervenka. Otro que escucho una y otra vez es Massive Attack. Y también la vieja música soul. En cuanto a lo que estoy haciendo ahora, tengo shows para rato. La gira de Play dura veintiún meses. Casi dos años. En este lapso estuve en Australia y Japón tres veces. Y también en Europa, y voy por mi tercera gira por los Estados Unidos… Es casi como pelear una guerra...
–Ya que tenés parientes en la Argentina, ¿nunca pensaste en darte una vuelta por allá?
–Nunca estuve en la Argentina, aunque una vez visité el Brasil. Me encantaría volver a Sudamérica; el problema es que está demasiado lejos y no vendemos demasiados discos por allí. Todavía...