Misty Copeland está en los escenarios de todo el mundo, en la tapa de varios libros, en la imagen de una marca deportiva de moda y en la góndola de las Barbies convertida en muñeca; está en las redes sociales con centenares de miles de followers, en la campaña por los chicos de Ruanda y, ahora también, en el cine, vestida de blanco hielo. Misty Copeland es una estrella instalada desde hace un par de años en el cielo de la danza y es, sobre todo, la mejor personificación de la integración racial en los Estados Unidos desde que, en la era Obama, se convirtió en la primera mujer negra en alcanzar la categoría de principal dancer en el American Ballet Theatre (ABT). Desde entonces su popularidad escaló año tras año y su historia de perseverancia y superación es ejemplar a los ojos de cualquier niño. Disney lo sabe. Por eso, desde esta semana, Misty Copeland es, además, la Princesa Bailarina, un rol que seguirá llevándola a un público cada vez mayor con El cascanueces y los Cuatro Reinos, la película que hasta aquí estuvo celosamente guardada bajo siete llaves y que se estrena en estos días en los dos hemisferios.
"El cascanueces fue la primera obra que interpreté. Tenía 13 años y solo llevaba ocho o nueve meses bailando cuando hice el papel de Clara", recuerda Copeland, y no es necesario explicar por qué la versión que protagonizó en su adolescencia en el sur de California se llamaba The Hot Chocolate Nutcracker. Por el set de filmación desfilan Mackenzie Foy, Keira Knightley, Morgan Freeman y Helen Mirren, entre varios actores muy conocidos, y otra figura que rompió los moldes del ballet a fuerza de talento e irreverencia: el ucraniano Sergei Polunin (de ahora en más, Sweet Cavalier).
Aunque la historia es tan conocida por el cuento original de E. T. A. Hoffmann como porla pieza que Petipa y Chaoikovski estrenaron en 1892, es bueno aclarar rápidamente que este no es un film de danza. Sin embargo, los realizadores sintieron que su misión no hubiera sido completa si además de buscarle una vuelta de tuerca a la trama –que tiene árbol navideño, pero se escapa del relato tradicional– no le rendían homenaje al arte en puntas de pie. "Misty Copeland fue una revelación", opina el director Lasse Hallstrôm. "Hasta ese momento no entendía el ballet como una forma de arte, pero la ves y, de pronto, lo comprendés. Ella habla un particular idioma con su cuerpo, es pura y llena de gracia: cada fibra emana elegancia. Todos nos sentimos privilegiados por poder verla bailar cuatro días seguidos", declara, y no es extraño que al pasar comparta que su pequeña hija comenzó a bailar inspirada por esta especie de heroína.
Justamente la secuencia de ballet de la película, que emerge en la escena como una tarjeta de felicitación victoriana, es la que le cuenta a Clarita, huérfana de madre (¡sí, esto es Disney!), cómo es este asunto de los cuatro reinos. Copeland, Polunin y 18 bailarines, a las órdenes del coreógrafo Liam Scarlett, hacen lo que mejor saben para las cámaras, que registran este viaje de aventuras de una forma muy diferente de la que tantas veces se vio desde la platea. Sería imposible acercarse tanto como para ver los matices de las pestañas o de los dedos en un escenario. "Ella era mi pincel –confesó el coreógrafo inglés, residente en el Royal Ballet de Londres–. Transmitió mucha emoción y su técnica es impecable: trasciende la coreografía y la lleva más allá de lo que creía posible".
Cosas imposibles
Imposible era, hasta 2015, que una afroamericana hiciera los papeles más emblemáticos del repertorio clásico en una compañía neoyorquina de más de 75 años. "Esta noche me voy a convertir en la primera mujer negra en protagonizar el icónico rol de Igor Stravinsky para el American Ballet Theatre", se lee en la primera página de Life in motion, en alusión a la obra que la consagró: El pájaro de fuego. Copeland escribió su biografía con un expreso destinatario: "This is for the little brown girls". La frase, repetida como un mantra cada tantos párrafos, puede leerse con la perspectiva que da el tiempo, como mucho más que una dedicatoria. Aquel día, el mismo en que Kevin McKenzie cumplía 20 años como director del ABT, mientras Misty se maquillaba en rojo y dorado, y esperaba para salir a escena, no cabían los chocolates ni las flores sobre la mesa del camarín. Había orquídeas, por supuesto, sus favoritas. Veía pasar delante de ella, como una ráfaga, los años transcurridos, antes y después de su llegada a la compañía en 2001, y las razones que le habían permitido soñar con ese momento. Pensaba: "También bailo por los que no están aquí, los que nunca vieron un ballet, los que pasan por la Metropolitan Opera House sin imaginar lo que ocurre ahí. Ellos fueron pobres como yo, desprotegidos como yo, incomprendidos como yo. Bailo especialmente para ellos". Afuera, una multitud la esperaba.
No es difícil imaginar que cuando Copeland era una little brown girl la vida no le sonreía como ahora, que ya cumplió los 36. A los dos años, con su mamá, su hermana Erica y los dos varones –Doug y Chris– dejaron a su padre y comenzaron una suerte de road movie a los tropezones por California (la próxima vez que lo vería, a los 22, ya estaría recorriendo el mundo con el American Ballet). Está dicho: el movimiento fue una constante ya antes de que comenzara a bailar. De mudanza en mudanza, la familia seguiría ampliándose y los vaivenes irían forjando una infancia con episodios de ansiedad y pánico.
Misty reconoce a su "primera modelo" a los 7: Nadia Comaneci. La danza llegó mucho después, en la adolescencia, y la prendó tanto que se fue a vivir con su instructora de ballet a un condominio que olía a canela y mar, en San Pedro, Los Ángeles. Esa experiencia –además de la base de su formación– le daría una batalla por su custodia y la emancipación, algunas medallas y premios en concursos, un pasaje por la escuela del San Francisco Ballet y un racimo de caminos que se bifurcan. A esa altura, ya había visto el video con la actuación de Paloma Herrera con el ABT en el Dorothy Chandler Pavilion que la inspiró, por lo que la decisión sobre su futuro en la costa opuesta del mapa cobraba sentido. Esa admiración expresa se mantiene intacta hasta hoy, aun después del retiro de la argentina y de los 8527 kilómetros de distancia que las separan.
"Conozco a Misty desde que tenía 18 años", recuerda el primer bailarín Herman Cornejo, integrante del elenco de Manhattan desde hace 20 años. Y analiza: "Estados Unidos es un país con un problema muy grande de racismo, que no está resuelto en absoluto, y el tono de la piel puede marcar diferencias sociales importantes. Por eso fue todo un acontecimiento que Misty llegara a ser bailarina principal. La cuestión del color es tan importante que su fama y reconocimiento comenzaron a fluir más por esa cuestión que por sus cualidades como artista. Lo paradójico para mí es que si nos ponemos uno al lado del otro, no tenemos un color de piel muy distinto. Dicho esto, considero que es una bailarina que se ganó ser principal. Yo bailo mucho con ella y lo disfruto porque es una muy buena compañera. Su forma de ser y de trabajar no cambiaron después de la gran fama que adquirió", dice el argentino a LA NACION.
Este mismo fin de semana que pasó, en medio de una tragedia familiar que la llevó a suspender algunas funciones en el Lincoln Center, desde su activa cuenta de Twitter Copeland no dejó de responder cuestionamientos ni llamar a la reflexión sobre lo que significa ser negro en su país .
?@Biraciality_31? What is being black in America? From the time we were shipped here as slaves, there has been integration. We’re all perceived as black no matter the percentage of blackness or tone of skin. pic.twitter.com/qJKBrLg76h&— Misty Copeland (@mistyonpointe) 27 de octubre de 2018
Dueña de una agenda "a la par de un rockstar de primera línea", como la comparaba hace unos meses un productor argentino empecinado en traerla, sin resultados, su visita a la Argentina en 2019 podría estar ahora más cerca de concretarse. Que El cascanueces sirva entonces de aperitivo y de carta de presentación para toda una generación de chicas y chicos que todavía no se pusieron la capa de valientes.
LAS FACETAS DE UNA CHICA SUPERPODEROSA
Latinas, mestizas, negras. Rubias, castañas y pelirrojas. Las nenas se sacan fotos con el tutú en el living de la casa, en la plaza, en el acto escolar o junto a la barra y se la envían. Le mandan un video abrazadas a la caja con la muñeca vestida de rojo y piden en la vidriera la nueva versión de Barbie Misty con traje blanco, por El Cascanueces. Buscan consejos, le dicen "gracias", con la palabra enmarcada entre emoticones y muchos signos de admiración. Y también escuchan su parte: "No se comparen con otros", "trabajen duro", "amen su singularidad".
No hay faceta en la historia ni en la construcción de la popularidad de Misty Copeland como referente que no funcione como poderoso imán. En el primer volumen de esa hermosa compilación de perfiles breves que es Cuentos de Buenas noches para niñas rebeldes, de las italianas Elena Gavilli y Francesca Cavallo, entre retratos de mujeres fuertes como Marie Curie, Jane Austen o Yoko Ono, aparece ella. "Cuando finalmente bajó el telón, Misty reveló algo que nadie habría imaginado. Se había lastimado la pierna y sintió muchísimo dolor durante toda la función. Tenía seis fracturas en la espinilla izquierda y necesitaba cirugía. Parecía sumamente cruel que la noche en la que alcanzó su sueño fuera la misma en la que le dijeron que quizá nunca volvería a bailar", se lee.
A esta altura, la línea de tiempo de los hitos que corre pegada a la de los méritos artísticos, tiene marcas que no pueden pasarse por alto. En 2014, Barack Obama la nombró en el consejo presidencial sobre aptitud física, deportes y nutrición, primero, y después de una entrevista en la Casa Blanca, ambos fueron nombrados al año siguiente como las personalidades más influyentes de 2015 por la revista Time.
Copeland es autora de tres libros, en varias ediciones: Life in motion es un absoluto best seller biográfico; para el lector infantil publicó Firebird (El pájaro de fuego) y en Ballerina Body comparte los secretos sobre cómo lograr un físico delgado, fuerte y saludable. Complemento audiovisual, para la misma fecha se estrenó el documental A ballerina tale.
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Como si su propia historia no contribuyera ya lo suficiente a extender las fronteras de la danza con mensajes de superación, a través de MindLeaps, un Fondo Internacional de Artistas de renombre mundial que busca concientizar sobre las necesidades de los jóvenes de la calle, en agosto pasado volvió a Ruanda. Recorrió las calles, dio clases y presentó una beca con su nombre para futuras chicas superpoderosas.
GALERÍA
QUIÉN ES QUIÉN EN EL CASCANUECES DE DISNEY QUE SE ESTRENA EL JUEVES
En El Cascanueces y los Cuatro Reinos, que llega a los cines de América Latina esta semana, Clara se encuentra en un viaje extraordinario hacia un mundo paralelo: la Tierra de los Dulces, la Tierra de las Flores, la Tierra de la Nieve y el Misterioso Cuarto Reino.
Si bien en la película está el emblemático árbol y hay Navidad, la historia no es exactamente la que popularizó el cuento de E.T.A. Hoffmann y el ballet de Petipa-Chaikovski. Transcurre en Londres, en 1879, durante la era victoriana. Clara y su familia están de luto, es Nochebuena y el padrino Drosselmeyer organiza su extravagante baile anual.
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