Mirtha Legrand y un programa histórico para la televisión argentina
El acto de contrición que Mirtha Legrand hizo en vivo y en directo ante las cámaras de El Trece en el comienzo de su programa de los sábados por la noche cerró lo que muy probablemente haya sido la peor semana atravesada por la televisión abierta en la Argentina durante toda su historia. Pero aún con toda su significación, porque surgió del programa que disparó toda esta espiral bochornosa que vivimos durante los últimos siete días, esta atípica muestra de arrepentimiento público en un país en el que casi nadie admite sus equivocaciones no alcanza para tapar definitivamente todo lo malo que se vio en la pantalla desde el 31 de marzo. La televisión le debe al público otros pedidos de disculpas y reconocimientos de errores como los que Legrand (la figura más importante del medio por trayectoria e influencia histórica) se animó a hacer hace pocas horas. Sobre todo porque muchos decidieron subirse a la ola pestilente levantada por denuncias mediáticas a conciencia de que se desviaba el único foco trascendente del asunto, el escándalo de los abusos sexuales a menores que estalló en el ambiente futbolístico con inquietantes y delicadas derivaciones, tal como observó en la mesa de Mirtha el periodista de LA NACION Pablo Sirvén.
El pedido de perdón de la conductora ("el programa se me fue de las manos", llegó a reconocer) y el reconocimiento de que cayó en el engaño de su propia frase acerca de que es posible "matar a la madre" por un punto de rating hizo recordar a muchos otro episodio doloroso que Legrand decidió compartir con el público: aquél programa de fines de 1994 en el que hizo un duelo público luego del fallecimiento de su marido, Daniel Tinayre. Nunca desde ese momento se la vio, como hace pocas horas, tan acongojada y cargada de pesadumbre. Por supuesto, el momento más intenso ocurrió durante el primer cuarto de hora, cuando hizo (mitad leyendo y mitad improvisando) su descargo sobre lo ocurrido hace una semana mientras sonaba, casi como un consuelo, la canción "Todo cambia". Será difícil lograr que Mirtha pueda dar vuelta definitivamente la hoja sobre este tema, sobre todo después de invitar a todos los damnificados por las denuncias de la mediática Natacha Jaitt (a quien la conductora deliberadamente nunca mencionó por su nombre) y de escuchar en silencio a través de una comunicación telefónica a uno de ellos, el ex legislador porteño y dirigente social Gustavo Vera, quien prometió participar de una de las mesas de Mirtha la semana que viene. El tema de las denuncias volverá entonces a un ciclo en cuya emisión de hace pocas horas se escucharon de boca de su conductora expresiones tan contundentes como esta: "Es un milagro que yo esté en la televisión. Que mi cerebro esté atento y que trabaje toda la semana para preparar estos programas. Hace un rato me sentía morir. Estoy muy mal".
La proverbial espontaneidad de Mirtha ayudó a que ese comienzo lograra sin dificultad su propósito. "No vamos a presentar ropa ni zapatos", advirtió Mirtha en el comienzo. Sólo en el tramo final del programa hizo su despliegue de anuncios publicitarios fuera de las tandas de una emisión que solo tuvo tres interrupciones publicitarias, una luego del descargo inicial y las dos restantes en la última media hora. Durante toda la emisión de la noche sabatina, que se inició puntualmente a las 22 y concluyó algunos minutos después de la medianoche, solo el profesionalismo, el oficio y la conciencia de la responsabilidad que le cabía esa noche sacaron a la conductora de un estado de visible abatimiento. Había reconocido al comienzo que durante la semana fue visitada tres veces por su médico personal y en más de un momento confesó lo mal que se sentía. No se privó de preguntarle cosas a sus invitados en medio de las respuestas, como es su costumbre, pero esta vez no vimos a la Mirtha de siempre. La de este sábado perdió esa picardía que le conocemos y la pimienta con la que suele sazonar sus comentarios más punzantes. Al final, en la convocatoria a la mesa de este domingo, pareció retomar el brío perdido. Tal vez imaginando que la próxima "mesaza", por las características de sus invitados, la liberará por completo de hacer nuevos comentarios sobre la cuestión que golpeó duramente su ánimo durante toda esta semana.
Lo más fuerte de una mesa en la que se degustaron una ensalada de vegetales, un lomo al malbec con papas y una creme brulée de postre fue el contundente respaldo que recibió Mirtha de su invitada estrella, la diputada Elisa Carrió. Con el histrionismo intacto y ese sentido de la oportunidad para hacer declaraciones punzantes que la caracterizan, Carrió no se privó de asociar lo ocurrido con Jaitt con lo que definió como una "operación política" que estaba dirigida, según sus palabras, hacia el corazón del poder. Llegó a hablar de un intento de desestabilización contra el Gobierno, después de que Mirtha, en su introducción, dijera que desconocía por completo lo que podía significar una operación de ese tipo. Pero lo que hizo Carrió fue llevar las cosas desde ese terreno a otro espacio de acusaciones que tuvo como destinatario principal al titular de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti, enemigo declarado de la diputada.
Desde allí hacia adelante, el programa siguió durante un buen tiempo ocupándose en criticar desde distintos ángulos al kirchnerismo, con el apoyo que recibía Carrió de su compañera de ruta política Mariana Zuvic, que habló largo y tendido de El origen, libro que revela detalles de la historia política y personal de los Kirchner contados en primera persona por la dirigente santacruceña. En esa mesa monopolizada por los temas políticos, Mirtha dejó casi todo el tiempo decir y hacer. Sobre todo a Carrió, que habló mucho más que el resto y entregó algunas definiciones que valen como títulos y disparadores de debates para toda la semana, como cuando dijo que Mauricio Macri "no tiene una formación republicana, pero quiere ser republicano" y que el peronismo "no es democrático sino hegemónico". Reiteró que se lleva muy bien con el Presidente, menos cuando aparece Daniel Angelici, el titular de Boca Juniors.
Legrand sólo decidió dar por terminados los debates políticos locales cuando faltaba media hora para la medianoche e invitó a sus compañeros de mesa a tratar la situación de Brasil y del ex presidente Lula, único momento en el que pudo tener una participación más amplia la periodista Silvia Mercado. A la hora del café el único regreso al tema del comienzo fue el respaldo público, casi una expresión de solidaridad, que Carrió le entregó a Mirtha durante el saludo final a cada uno de los invitados. Tal vez ocurra lo mismo en la mesa del domingo, pero todo indica que no habrá nuevos comentarios sobre cuestiones delicadas ni renovadas expresiones de arrepentimiento. Todo eso ocurrió anoche, junto al respaldo incondicional de la conductora hacia su equipo de colaboradores y en especial hacia su nieto Nacho Viale. "Es un excelente productor y solo quiere el bien de su abuela y que el programa tenga éxito", señaló. En la próxima mesa, entre humoristas, artistas y profesionales de la salud, seguramente lucirá más encendida y mucho más entusiasmada con lo que se comenta. Y no volverá a pedir disculpas como lo acaba de hacer en una emisión a la que no le quedará grande un calificativo que suele utilizarse con alguna liviandad y que en este caso resulta muy pertinente. Fue un programa histórico.
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