Pelo Music
3 estrellas y media
Cada trece o catorce años el pop argentino pone un culo en la tapa de un disco y parece querer decirnos algo. Lo hizo Virus en Superficies de placer (1987), el último long play que grabó Federico Moura. Esos glúteos unisex dibujados por Daniel Melgarejo llevaban la retaguardia sensual al plano de la vanguardia artística. En 2001, Babasónicos lanzó Jessico y Alejandro Ros tuvo una visión espinosa: un culo negro a punto de ser abordado por un cactus. Si trazamos una cronología del rock nacional ambiguo y desafiante, no dudaríamos en ubicar a Miranda! como tercer eslabón de la cadena. Aquí, un par de nalgas de mujer pintadas de leopardo se yerguen como montes gemelos en plena aurora africana. Un paisaje (ideado otra vez por Ros) que remite al título del sexto álbum de estudio de la banda, Safari.
Más allá del arte de tapa, no hay alusiones directas a la idea de un viaje a lo desconocido. Si el safari es la expedición blanca al continente negro, o a sus antiguas regiones de caza mayor, estas canciones proponen en todo caso la perspectiva de la presa. Ale Sergi encarna personajes al borde de la desesperación: enamorados, perseguidos, acuartelados, insomnes, mientras Juliana Gattas asume el contrapunto en heroínas díscolas, obsesivas, resueltas a olvidarlo todo.
Una trifecta de hits detona el mejor comienzo de un disco de Miranda! desde Sin restricciones (2004): la gran "Fantasmas" se monta sobre una melodía de saxo retro y llega a un estribillo en falsete que se canta con la mano en el corazón. Los fantasmas que usurpan la casa marcan el tono levemente paranoide del álbum, y el "pero no, no, no" define la ambigüedad de la fiesta Miranda!, siempre acechada por la sombra de lo que se frustra. El segundo track, "Extraño", es otra canción redonda cortada con latigazos de sintetizadores y exhalaciones sexys de Juliana.
Ale gana precisión en la escritura sobre amores esquizoides, terreno fértil para noctámbulos, stalkers, fashionistas, adictos y aventureros. Y mientras las letras se concentran casi exclusivamente en las cualidades tóxicas de las relaciones y sus posibles vías de escape, la banda –reducida al trío nuclear Sergi-Gattas-Monoto, con las manos de Cachorro López y Gabriel Lucena sumadas a la producción– abre el abanico de ritmos, y en todo momento suena 100 por ciento Miranda!. Puede ser electropop ("Es por él", el tercer track para ese comienzo ganador), raros carnavalitos ("Sólo lo sabe la luna"), reggae ("Sé mía", con ráfagas galácticas del teclado de Monoto y un gran contrapunto entre los cantantes), rock bolichero ("Buen día", medio Tan Biónica), toques de Autotune (la gran "Nadie como tú") y maravillas del swing como "Fotos". También hay un cover (el primero que meten en un disco) de "Miro la vida pasar", himno arrebatado de los españoles Fangoria, grabado en colaboración con los autores (Alaska en voz y Nacho Canut en teclados), que supera al original y puede ser un puente al mercado ibérico.
La novedad formal de Safari es que contiene versiones acústicas de todas las canciones del álbum. En esos registros se revela, sin artificios, la calidad de Ale Sergi como songwriter, y el nivel excepcional de él y de Juliana como cantantes. Todos los temas funcionan a la perfección como melodías de guitarra y voz, en la línea del Leo García de "Amor vagabundo" o el Coiffeur de Primer corte. Siempre supimos que dentro de ese brillante artefacto dance pop llamado Miranda! ardía el espíritu del fogón.
Por Pablo Plotkin
LA NACION
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