Milos Forman: el europeo rebelde que triunfó en Hollywood
Como los protagonistas de la mayoría de sus películas, Milos Forman siempre se sintió como un alma rebelde dispuesta a llevar al extremo sus posibildades expresivas en medio de un sistema que en apariencia parece dispuesto a condicionar la libertad desbordante de sus individuos más creativos. Pero, a diferencia de varios de sus colegas, encontró la rara virtud (o fortuna) de convertir varios de esos retratos en éxitos resonantes de crítica y de público nada menos que en Estados Unidos, un país en el que siempre se sintió a gusto.
El realizador de Atrapado sin salida y Amadeus, que falleció anteayer a los 86 años en su hogar de Connecticut tras una corta enfermedad, siempre supo llevarse bien con Hollywood. Al punto de recibir como respuesta cinco y ocho Oscar, respectivamente, para las dos películas citadas, entre ellas sendas estatuillas para el propio Forman como mejor director. "Se mantuvo al otro lado del poder. Contestatario, desmitificador, iconoclasta... Y además logró algo muy complicado: se comunicó con el gran público, logró grandes éxitos sin traicionar sus principios", escribió sobre Forman su colega Guillermo del Toro en el diario español El País.
Nacido en 1932 en Caslav, ciudad de lo que por entonces era Checoslovaquia, creyó que sus padres habían muerto por separado en campos de exterminio nazi, hasta que el coautor de su autobiografía, a mediados de los 90, estableció que Jan Tomas Forman (su verdadero nombre) había nacido del amorío clandestino entre su madre y un arquitecto judío al que llegó a conocer en París. Sus primeras obras (Pedro el Negro, ¡Al fuego bomberos!, Los amores de una rubia) le dieron el reconocimiento internacional que necesitaba para instalarse en Francia, mucho más tras la invasión soviética de 1968.
De allí, el salto a Estados Unidos fue muy rápido y después de un fracaso que lo deprimió bastante (Búsqueda insaciable, en 1971) logró triunfar con ese celebrada pintura de la libertad en un neuropsiquiátrico que fue Atrapado sin salida, con Jack Nicholson como gran estrella. Después llegaron la hoy muy avejentada versión del musical Hair, Ragtime (la última película de James Cagney), Amadeus (lejos, su mayor éxito), Valmont, Larry Flynt, el nombre del escándalo, El mundo de Andy (notable biografía del cómico Andy Kaufman) y Los fantasmas de Goya, que cerró el acercamiento constante del director hacia personajes (casi siempre reales) resueltos a desafiar la incomprensión del mundo.
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