Milagro envuelve una disquisición moral en el hábito del thriller
El director de No identificado toma el destino de una novicia en un distrito rural y la posterior investigación policial de la que es objeto a cargo de un detective agnóstico que encarna los valores modernos de su país para narrar las culpas y malestares de la sociedad contemporánea
Milagro (Miracol, Rumania/2021). Guion y dirección: Bogdan George Apetri. Fotografía: Oleg Mutu. Edición: Bogdan George Apetri. Elenco: Ioana Bugarin, Emanuel Parvu, Valeriu Andriuta, Valentin Popescu, Cezar Antal, Ana Ularu. Calificación: apta para mayores de 16 años. Duración: 118 minutos. Distribuidora: Mirada Distribution. Nuestra opinión: buena.
Un poco a la manera de Kieślowski, el director rumano Bogdan George Apetri asume en Milagro una cierta continuidad de su obra inmediatamente anterior, No identificado (2020), con el mismo paraguas del policial y la misma impronta moral. Para Krzysztof Kieślowski, en la Polonia de fines de la era comunista, el Decálogo (1989) fue una obra de ambición mayúscula, un recorrido espiritual y un merecido salto a la fama internacional. Para Apetri, su díptico con aspiración de convertirse en trilogía es la asunción de una mirada propia dentro de la tardía nueva ola rumana que agitó festivales y entusiasmó públicos desde los 2000 y que en el presente dejó el notable recuerdo de Corneliu Porumboiu y la vitalidad del inigualable Radu Jude. El panorama cinematográfico fue mayor, no todos prevalecieron con fama y reconocimiento, y quizás el género le permite a Apetri una lograda exploración de la forma más allá del realismo que definió a esa corriente, y la correspondiente sintonía con los temas de este presente.
La historia de Milagro puede partirse en dos, en tanto su punto de vista también se escinde. La primera cuenta la historia de Cristina Tofan (Ioana Bugarin), una novicia que sale a escondidas de un convento en la zona rural para acudir a una cita médica en la ciudad. El motivo es posible anticiparlo: el final de ese viaje es trágicamente imprevisible. Lo que consigue la cámara de Apetri en esos primeros 50 minutos es un compromiso emocional del espectador con el personaje, a quien filma a poca distancia, en planos cerrados y dolorosamente íntimos. Cristina es joven y vulnerable, guarda un secreto que la llena de culpa, su inquietud se traduce en sus movimientos inseguros. Alrededor, la Rumania cotidiana parece ajena a su padecer: un médico se queja de los jóvenes que dedican la paga del Estado a emborracharse, un taxista la interroga sobre las razones de su fe; todos parecen absortos en sus temores y prejuicios, ajenos a quien sufre y calla. Y quien parece sacarle una sonrisa es quien más la daña.
![Milagro (2021/Mirada Distribution).](https://resizer.glanacion.com/resizer/v2/milagro-2021mirada-ATOREWXOMBHJRLNHKPB46OFN6U.jpg?auth=68f8b510ebf6cf015d1c5b0ad4a476f86436292589e64df2c060290454c4959b&width=420&height=176&quality=70&smart=true)
La segunda parte de la película se concentra en una investigación policial a cargo del detective Marius Preda (Emanuel Parvu). Severo y con cara de pocos amigos interroga potenciales testigos, da órdenes a sus subalternos, revisa papeles y acomoda pruebas. Su moral laica que aparenta ser flexible con las obligaciones de su cargo se conduce con un opaco ideal de justicia. El dilema se hace presente y la película ensaya un juego temporal que parece caprichoso por momentos -de hechos los relojes hacen eco con los que aparecían en No identificado-, para revelarse bastante cruel en otros. Bajo la idea de milagro conviven tanto la exposición de la violencia como la comprensión humana, en una forma quizás demasiado condicionada por la retórica del thriller, pero que consigue fermentar sus propios interrogantes. Como en todo el cine rumano, lo que subyace es una permanente evaluación de las contradicciones del país, su sensación de fracaso y culpabilidad, los intentos de encontrar ese milagro latiendo allí, entre lo más mundano.
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