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Blanco fácil de la intelligentzia rockera, Miguel Mateos supo edificar su carrera al margen de las críticas y, dejando de lado su título megalómano, su décimo disco solista representa un avance. La inyección hormonal rockera que les aplica a sus canciones no suena forzada, y su coqueteo con el folk se enriquece con el agregado de mandolinas y banjos. Pero para Mateos el tiempo sí para, y hace que su tono vocal afectado y varios modismos (las menciones a redes sociales hecha a presión) suenen excesivamente demodé. El ex ZAS se hace cargo al afirmar: "No me importa nada y sé que todo es un cliché cuando hablamos de amor", y está bien que así sea. Pero a esa frase la remata un "pero, mi caramelo, estoy loco por vos" y todo se vuelve más difuso.
Por Joaquín Vismara
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