Miguel García, sin el peso de Charly
El hijo del genial músico, con su trío, presentará en diciembre próximo su primer álbum, "Padre-ritual".
Miguel García, único hijo de Carlos García Moreno -alias Charly el Travieso- tiene ya 21 años. Fruto del amor que existió entre el bigote bicolor y la cantante María Rosa Yorio en los tiempos hermosos de Sui Generis, se crió entre ensayos, zapadas, estudios y músicos, de los cuales mamó horas de cultura musical. Tímido por herencia genética, no le gustan las fotos ni quiere transformarse en el centro de las luces que enfocan al trío que formó, cuatro meses atrás, con dos músicos brillantes de la escena local: Fernando Samalea y Fernando Kabusacki.
El grupo, que se presentará por primera vez en la Capital Federal el 18 de diciembre en el Centro Cultural Recoleta, ya tiene listo el material de su primer álbum, "Padre-ritual", algo así como el sucesor del disco que Samalea editó en agosto último, "El jardín suspendido", génesis del actual trío.
Mientras juguetea con una pequeña gata blanca, el joven García intenta explicar por qué ésta es la primera vez que se involucra en un proyecto musical serio: "Siempre me gustó mucho tocar solo o con amigos, pero nunca había visto un ámbito en el que me pareciera que podía tocar y al mismo tiempo estar bien. Que no iba afectar mis cosas personales o humanas".
Así fue hasta que Samalea llegó al famoso edificio de Coronel Díaz y Santa Fe y le propuso sumarse a su aventura sonora. "Al segundo le dije que sí. No lo conocía tanto, pero sabía que era una persona superdivertida y noble, con ideales y esas cosas." Miguel no tiene otras palabras que no sean de agradecimiento y admiración hacia el baterista que más años trabajó con su padre. "Sama es regroso y después de todo este tiempo en donde nos hicimos muy amigos, él dice que soy su socio. A mí como que me da un poco de cosa. Me parece genial que un tipo como él quiera tocar conmigo, pero en verdad creo que yo recién estoy empezando y él es el gran jefe."
Las teclas de la computadora
Antes de involucrarse con este trío experimental, Miguel pasó el mayor tiempo de su infancia frente a la pantalla de una computadora. La gran biblioteca repleta de compactos con títulos como "Star Wars" y "Virtual Stricker II" delata la pasión por los videojuegos. "Siempre laburé con las computadoras -recuerda García-, incluso aún escribo para un par de revistas de informática. Quería armarme mi cosa laboral, de tener mosca desde las compu. Porque tengo cierta facilidad y me divierte más estar quince horas quemándome el cerebro configurando una máquina que cualquier otra cosa."
Por ello en el trío, además de encargarse de los teclados, se ocupa del seteo de las máquinas y se divierte programando las bases rítmicas. Y entre cigarrillo y cigarrillo, Miguel admite que "con la música tenía algo personal, algo así como un costado salvaje en el que no me quería meter. Pero ahora estoy cada día más copado y siento que realmente esto es lo mío, lo que quiero hacer".
Que su padre sea nada más y nada menos que Charly García, ¿tuvo algo que ver con su esceptisismo inicial hacia la música? "No, para nada. Mi viejo por el lado musical es otra cosa. Yo tengo una admiración por él muy grande. Creo que es uno de los grosos. A mí me gusta mucho James Taylor y Peter Gabriel. Los quías son biblias, pero mi viejo tiene aún más discos en los que mostró el camino musical por seguir. Y por otro lado, a nivel familiar, lo único que quiero es ir con él a comer un tostado a la esquina o mirar las novelas para adolescentes, nada más."
Miguel pone cara de disgusto al contar que "mi viejo no escuchó mucho de este material. Tuve que ir y apagarle los CD y ponérselo medio de prepo para que lo escuche. Pero bueno, todos tenemos nuestra historia. Además, somos los dos muy tímidos". En cuanto al concepto musical de "Padre-ritual", el niño García asegura que "no sé si tiene un nombre. Es tango porque tiene el bandoneón y es como muy melancólica y al mismo tiempo nada intelectual, sin pretensiones. Con una búsqueda todo el tiempo".
Al mismo tiempo, Miguel está trabajando con algunas canciones suyas -"muy pop y muy cantadas", señala-, aunque espera seguir con Samalea y Kabusacki por un largo período. "Aprendo mucho de los quías y como personas son fantásticos. Desde chico, mucha gente me ha propuesto muchas cosas con intereses comerciales, incluso músicos que vienen con referencias raras. Y siempre me llevé una desilusión. Ahora con Sama y Kabusacki todo es diferente."
Nunca colaboró con el padre: "Siempre que estaba en alguna zapada, por ahí me decía que toque. Pero eran siempre en lugares raros. Una vez en el programa "El Rayo"... los teclados estaban sobre unas mesas con rueditas y había unos tipos tirados en el suelo sosteniendo todo. Mi viejo había roto un vaso de vidrio y los tipos medio como que se cortaban. Mi viejo me dijo que tocara con él, pero no daba ni ahí".
Pero Miguel, con rostro y gestos casi robados del joven Charly de los años 70, remarca que "cualquier cosa con mi viejo, siendo él tan groso, sólo puede ser maravilloso. Si en algún momento, las líneas fluyen para ese lado a mí me encantaría hacer cualquier cosa que él necesite o que él se cope. Aunque ahora mi interés principal es construir algo propio incluso para compartirlo con él. Poner un poco de frescura a la familia.