Mi amigo hormiga: la adolescencia en una serie de Flow
La televisión Aurora Grundig cayó al suelo. Tenía 8 años y jugaba con su hermano Ricardo a los elastiquines cuando el mamotreto resultó un blanco de los ataques. El tubo de luz se rompió el mismo día en el que se entregaban los Martín Fierro, y, a pesar de que no hubiese imagen, el sonido era nítido. Durante tres horas Diego Sebastián Oria siguió la ceremonia y tomó nota de cada ganador. "Siempre tuve curiosidad por la televisión, pero nunca imaginé que iba a ocupar un lugar desde la conducción, la escritura, la producción", dice este realizador orquesta, sinónimo del teatro musical argentino, que hoy estrena la serie Mi amigo hormiga (Flow), una historia que migró de las tablas a las pantallas.
Mi amigo hormiga está compuesto por 10 capítulos que se sumergen en la vida de Julián (José Giménez Zapiola, "El Purre"), de 17 años. Esta ficción producida por La Punta Orilla (el tándem Oria-Jorge Soldera) y Home Up Contenidos (Federico Brunetti) incorpora la pandemia en la trama. Julián, en cuarentena, comienza a soñar con hormigas y este será el detonante para que descubra su identidad. Completan este elenco Agustina Cabo, Manu Ramos, Malena Ratner, Gastón Pauls, Carolina Kopelioff, Diego Alcalá y la sobresaliente Lucila Gandolfo. Mi amigo hormiga nació como un musical que estrenó en 2019 en el Regina, con música de Soldera y coreografía de Gustavo Carrizo, y tuvo versiones en 15 puntos del país.
Oria también creó los musicales La Parka, Alicia en Frikiland, La Farruka, El Botella, C.E.P.O, Vacío, actualmente en cartel en el Centro Cultural San Martín, y Hueco, que se representa en Madrid. También incursionó hace varios años en la conducción (Festival País y Argentina baila). Por sugerencia de un representante, había modificado su nombre a Diego Corán Oria, pero ha vuelto a utilizar su nombre como figura el DNI desde hace un año. Casado con Belén Mendonça, también una talentosa realizadora, y padres de Luz Valentina, apuesta ahora por la ficción audiovisual.
-Te animaste a hacer una serie en plena pandemia. ¿Cómo fue este proceso?
Nos miramos con mi mujer y mi hija y los tres unimos fuerzas para intentar sacar adelante este proyecto: "Vamos, hagámosla". Hicimos un protocolo para filmar, y como me rodeé de amigos con los que siempre trabajo, y también con gente que sabe mucho de cine, y tiene experiencia, no fue tan difícil. Pero lo complejo, en mi caso, que vengo del teatro, es que intervienen muchas más aéreas en lo creativo, por separado y en distintas etapas. En teatro, sabes cuál es la fecha de estreno, pero en el mundo audiovisual, los tiempos son otros. A veces te preguntás: "¿Cuánto falta?". Creo que la pandemia nos enseñó a tener paciencia.
-¿Qué te atrae del mundo juvenil?
Básicamente que no hay nada completo, como si en esta etapa se estuviera cargando una batería. Es el momento en el que te animás a dar un salto hacia lo desconocido.
-¿Cómo eras vos como adolescente o a la edad de los personajes de la serie?
Cuando terminé el secundario, en el Normal 10 de Belgrano, agarré La guía del estudiante, por supuesto, analógica, y la leí entera, durante seis horas. Había buscado Relaciones del Trabajo, Ciencias de la Comunicación y Ciencias Políticas. Hice tres años Ciencias de la Comunicación mientas estudiaba con Santiago Doria, un maestro de la vida. Un día, en un parcial, le dije al profesor: "Mire, voy a dejar la carrera, porque soy actor". A él le importó muy poco porque éramos 150, pero yo sentí que tenía que hacer esa escena. A mis 16 o 17 era muy flaquito y veía como los demás tenían otras fisonomías, otros cuerpos, y también con quién se criaban, cómo era su familia. Empecé a ser un estudioso. Absorbí imágenes. Siento que la juventud es inspiradora y a la vez muy dolorosa por sentir o no tener lo que estás necesitando.
"Yo no me puedo morir porque soy actor", gritó desde la camilla antes de ingresar en el quirófano, después de haber recibido un tiro en un confuso episodio donde un policía, de civil, apuntó contra él y su grupo de amigos. Ese mismo año su papá había muerto y Oria le clavó una estacada a la Parka. Desde entonces crea desde el dolor, motor de su creación y, al mismo tiempo, impulsa la posibilidad de construir la armonía desde el caos ("porque la vida es un caos").
-Tenés un estilo, un mensaje que recorre tu trabajo y tu carrera. No lo quiero definir yo, pero hay una exploración muy profunda, donde hay esperanza y también hay muerte. ¿Puede ser?
Sí, totalmente. Creo que ese estilo puede ser simplemente querer profundizar en ciertas preguntas que nunca me podré responder. Es una mirada de la vida con cierto optimismo y con humor, conectando con el dolor, pero para poder transformar y hacer catarsis. Con el tiempo aprendí también que los proyectos donde estoy, o las creaciones que nacen, tienen que tener siempre una mirada honesta. Creo que con Mi amigo hormiga se logró algo genuino con los estándares de lo que la industria del entretenimiento necesita, pero con esa "huellita" del autor.
-A veces se repite "todo tiempo pasado fue mejor". ¿Es cada vez más difícil ser adolescente/joven?
En lo personal siento que no. Creo que editamos los mejores momentos de nuestra vida, como si fuera una serie. Hay una cierta nostalgia de mirar al pasado, como si hubiese sido un momento mejor. Trato diariamente de observar cómo puedo entender mejor el dolor del otro. He aprendido con el tiempo, y a partir de mucha ayuda, y ahí está mi mujer, que todo lo que vivimos nos ha dado una oportunidad para aprender y para construir lo que viene. Siento que la soledad del adolescente es muy fuerte y a la vez siento que es imperante que se pueda expresar lo que siente a esa edad y ser escuchado.
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