La puesta acierta en poner un show de stand up en el marco de la comedia costumbrista
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Autoría: Claudia Morales y Sebastián Presta. Dirección: Diego Reinhold. Intérpretes: Sebastián Presta, Josefina Scaglione, Sabrina Lara y Leandro Serodino. Escenografía: Diego Reinhold y Victoriano Pololla. Vestuario: Sofía Di Nunzio. Iluminación: Leo Muñoz. Dirección musical: Darío Jalfin. Coreografía: Loli Ruiz. Sala: Paseo La Plaza (Corrientes 1660). Funciones: jueves, a las 20; viernes, a las 22; sábados, a las 19.30 y 21.30; y domingos, a las 21. Duración: 80 minutos. Nuestra opinión: buena.
¿Es posible la amistad entre un hombre y una mujer? La pregunta es añosa pero tuvo su esplendor por el siglo XX cuando podía provocar debates en paneles o encender una reunión de gente aburrida. Todos siempre tenían algo que decir sobre esta divisoria de aguas del mundo héterosexual. Pero, hay que reconocerlo, su potencia discursiva se mantiene o, al menos, aún continúa poniendo en aprietos a parte de la humanidad.
Desde el inicio, esta disyuntiva se despliega en Mi amiga y yo, la última comedia a medida del actor y humorista Sebastián Presta, que es el protagonista pero también colaboró en el texto de Claudia Morales (autora de Histeriotipos, unipersonal de Anita Martínez dirigido por Diego Reinhold). La dupla Presta y el director Reinhold comenzó con Entre ella y yo (sobre los miedos ante la noticia de la paternidad), siguió con Mi mamá, mi novia y yo (un cuarentón presenta su novia a madre muy tradicional, genialmente interpretada por Graciela Tenenbaum) y ahora, después de estos dos éxitos, llega este tercer caso de la vida cotidiana del hombre indeciso o inmaduro o pusilánime o buenazo (un poco de cada), magnífico espécimen para el humor.

El gran acierto de esta puesta es meter el show de stand up en el marco de la comedia costumbrista (podría decirse, al estilo Seinfeld), una caja dentro de otra, de modo que fluya la dualidad entre el decir y el hacer, el cómo se actúa en la realidad ante los demás y, por otro, cómo se piensa y se siente en lo profundo: en fin, un dilema universal pero especialmente aprovechado en muchos monólogos masculinos.
Santiago, el personaje de Presta, con micrófono en mano (la aparición de este artefacto, desde distintos lugares, marca el momento standapero), habla a público cuando trabaja. Es comediante profesional y tiene un show en un bar: este lado de su vida es compartido con los espectadores cómplices de sus sentimientos. Cuando deja el micrófono y cambian las luces, lo vemos en el living del departamento de su amiga Valeria (la actriz y cantante Josefina Scaglione) adonde se mudó porque acaba de separarse después de diez años de matrimonio. Y sí, adivinaron: Santiago está secretamente enamorado de Valeria pero corre el riesgo de romper esa larga amistad porque ella nunca lo vio como pareja.

Figura del teatro musical, cantante en Broadway (fue parte de West Side Story muy joven), acaba de filmar con Jennifer López el film El beso de la mujer araña, mientras que en Buenos Aires actuó en Drácula, Happyland, Camarera, Elsa tiro, Chin Yonk ataca de nuevo, entre otras, tanto en el circuito oficial y el comercial. A su lista agrega ahora esta comedia donde se suelta con desenfado, se la ve cómoda, efectiva y en muy buena consonancia con Presta que se maneja como pez en el agua en el género. Además, hay otros dos personajes, la amiga desfachatada de Valeria (Sabrina Lara, que también es cantante) y una pareja de Valeria, un músico muy tóxico a quien conoció vía Tinder (Leandro Serodino).
El alquimista que mezcla ingredientes de distinta procedencia y los hace volar juntos es, una vez más, Reinhold. Pone a jugar sus “trucos” siempre afinadamente elegantes: la coreografía (con el clásico “September”, de Earth, Wind & Fire), la aparición siempre ingeniosa del micrófono, la representación de lo imaginado por Santiago (Valeria sale del baño en toallón para él), una canción, compuesta para la obra por Darío Jalfin, tocada y cantada en vivo al final como cierre (Presta, en batería). Y la magia para engarzar un cuento previsible con los monólogos. O al revés, porque tal vez Mi amiga y yo podría verse como un show de stand up enmarcado en una historia. En cualquier caso, funciona y las risas en la sala resuenan más fuerte que cualquier duda.
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