Metallica: la revancha del metal
Hetfield, Hammett, Ulrich y Trujillo fueron el número central de la primera jornada del festival que, esta vez, contó con una inusual cantidad de remeras negras y brazaletes con tachas
Remeras negras con las distintas portadas de los discos de Metallica (algunas raídas y decoloradas por el tiempo, otras recién compradas en los puestos de merchandising), banderas argentinas con el sello-logo de la banda acompañado por el nombre de ciudades del gran Buenos Aires o del interior, niños con el pelo largo hasta la cintura con brazaletes de tachas y familias metaleras tipo. Todos van y vienen de una punta a la otra de este inmenso predio armado en el Hipódromo de San Isidro, arrastrando sus pies de aquí para allá, más como una forma de apaciguar su ansiedad hasta la hora señalada que con la idea de ver las distintas atracciones que ocurren en los diferentes escenarios del Lollapalooza. Un público que busca su destino final dejando que los minutos transcurran, mientras pasean por las góndolas de este supermercado de músicas y estilos.
La primera jornada de la edición 2017 del festival se pintó de negro como nunca antes, con un público mayoritario que vino hasta aquí para saciar su sed de metal y disfrutar de una de las bandas más sonoramente impactantes del planeta rock que se pueda ver y escuchar en vivo por estos días.
A diferencia de la última vez que visitó el país (en 2013, en el estadio Unico de La Plata, con un show de grandes éxitos elegidos por el público a través de las redes sociales), Metallica tiene ahora un álbum nuevo (Hardwired... to Self-Destruct) que devolvió al grupo en plan recargado, con un sonido potente que se amalgama a la perfección con el de sus mejores años, allá por la década del 80 y de allí la electrizante expectativa que se respira minutos antes de que James Hetfield, Lars Ulrich, Kirk Hammett y Robert Trujillo vuelvan a pisar un escenario argentino.
Un escenario que no es cualquier otro para esta banda que, veinte años atrás, de una forma u otra, marcó el final de la primera y dorada era del Lollapalooza. Metallica actuó sólo aquella vez como cabeza de cartel en este festival, en 1996, a cinco años de la primera edición y un año antes de que Perry Farrell decida discontinuarlo. Por entonces, su presencia no había sido bien recibida entre la nación alternativa que había encontrado en este encuentro musical un lugar de pertenencia. "En esa época el festival era muy popular en los Estados Unidos, era una especie de sede central de la música alternativa y el grunge", recuerda el guitarrista Kirk Hammett, apenas horas antes de subir a escena, en diálogo con LA NACION. "Después de dar vueltas durante cinco años, había llegado el momento de pedirnos que fuéramos cabeza de cartel del Lollapalooza y me acuerdo de que cuando fuimos anunciados, mucha gente estaba enojada porque no éramos lo suficientemente alternativos o porque no creían que este tipo de banda tuviera que tocar en el festival. Eramos demasiado heavy y el heavy metal no tenía lugar en el Lollapalooza".
Dos décadas más tarde, Metallica tiene su revancha aquí y ahora, apoyado por las huestes argentinas del metal y un puñado de jóvenes curiosos que nunca antes habían presenciado esta misa metalera, pero que, ya en la medianoche y tras los fuegos de artificio del final, quedará despeinada para siempre por la tremenda descarga eléctrica de esta aplanadora con mecanismo de reloj suizo. "No importa qué música te guste, de qué país seas o qué religión tengas, ni tampoco tu partido político. No importa si vinieron a vernos a nosotros o al resto de las bandas. Ahora están aquí y son parte de la familia Metallica. Bienvenidos", recibió Hetfield a la multitud que se acercó hasta el escenario principal, que fue la más grande que ha convocado la edición local del Lollapalooza en sus cuatro ediciones (según los organizadores, se vendieron las 100.000 entradas por jornada que se pusieron a la venta).
Rewind
Pero rebobinemos un poco y volvamos a la charla con Hammett, el guitarrista de los solos épicos y el wah-wah sin filtro. "Estamos muy contentos de volver a ser cabeza de cartel de este festival y mucho más por serlo en un país como la Argentina. Creo que una de las cosas buenas que ha logrado el Lollapalooza es mantenerse en el tiempo como garantía de calidad, más allá de que los artistas que toquen te gusten o no en lo personal. Todo el mundo hoy puede disfrutar del festival, los jóvenes y la gente con más edad también. Respeto mucho a Perry por haber mantenido el buen gusto y al mismo tiempo introducir las nuevas tendencias, como la música dance. Seguir explorando y no estancarse ha sido su gran secreto".
-Antes de venir a América del Sur, Metallica se presentó en México, donde contaron con un invitado de lujo: Iggy Pop. ¿Qué significa él para vos?
-Para mí, The Stooges fueron geniales, la primera banda punk, el primer grupo punk heavy metal. Tenían actitud, eran peligrosos, eran todo lo bueno que se podía ser y, al mismo tiempo, una banda entretenida. Musicalmente soy fan de lo que Iggy Pop hizo en los años 70, con The Idiot y Lust for Life. Amo demasiado esos dos discos y ambos los tengo en rotación permanente cuando escucho música. Aquella época de la música, los 70, significa mucho para mí. Me gusta pensarme a mí mismo como un hijo, una continuación de aquello que escuchaba en esos años e Iggy Pop fue una parte central por entonces. -
-¿Con qué música te iniciaste en el rock cuando eras niño?
-¿Más allá de Imagine Dragon? Ja, ja... Mi hermano mayor era once años más grande y me acuerdo de escuchar la música que él ponía, siempre estaba mirando sus discos y fue algo muy interesante para un niño. Yo iba por Axis: Bold As Love de Hendrix, los primeros discos de Gratiful Dead, Paranoid de Black Sabbath. Nosotros vivíamos en San Francisco y había muchas cosas pasando. La escena musical de San Francisco a fines de los 60 y principios de los 70 era muy grande y fui directamente afectado por toda esa música. De todas formas, creo que era demasiado joven para comprender lo que estaba escuchando o buscando. Fue una gran formación para luego sí, ya mayor, encontrar mi propio gusto musical.
Antes de la salida de Hardwired... to Self-Destruct, se habló mucho de la participación de Hammett. Primero, el guitarrista aseguró haber perdido su celular con más de 250 ideas de riff que había acumulado en los últimos años y, luego, el mismo Hetfield, un poco en broma y otro no tanto, aseguró que Hammett no se había involucrado demasiado en la composición del álbum. "En un primer momento, haber perdido todas esas ideas me deprimieron un poco, pero luego pensé que era una buena forma de encarar mi trabajo desde otra perspectiva, ser espontáneo, ir al estudio e improvisar y grabar los solos desde la emoción, de mi mente y de mi corazón. Eso fue lo que hice y creo que salió muy bien. Este disco tiene como mi parte inconsciente".
Más allá de los percances, Hammett asegura haber disfrutado mucho de grabar este nuevo disco de Metallica, que no ha sido ni más fácil ni más difícil que otros discos, sino que un proceso con desafíos distintos. "Eso es lo que nos mantiene unidos después de tanto tiempo. Juntarnos para tocar música nueva y afrontar otro tipo de desafíos".
-Después de todos estos años en la ruta, ¿cuál creés que es el legado de Metallica para las futuras generaciones de músicos?
-No lo tengo muy claro, porque estoy demasiado absorbido en la música que hacemos, pero espero que Metallica deje una suerte de legado con la llama encendida, como puede ser el que dejaron músicos de los años 50 y los 60, como la música de John Coltrane, que aún hoy sigue viva. Así como Coltrane me sigue inspirando a mí en 2017, espero que la música de Metallica tenga ese mismo fuego y continúe encendiendo por dentro a los jóvenes dentro de 50 años.
Fast Forward
Ahora sí, avancemos en el tiempo, no medio siglo para ver si aún los jóvenes se identifican con Metallica, pero al menos unas horas hasta el aquí y ahora en el que las imágenes de El bueno, el feo y el malo introducen el ingreso a escena de estos cuatro fantásticos del metal, listos para su revancha.
El uno-dos es con su nuevo material, los dos primeros temas de Hardwired... to Self-Destruct, "Hardwired" y "Atlas, Rise!", un golpe veloz y preciso para despejar las dudas sobre una banda que en los últimos veinte años editó apenas tres discos, confirmado que el legado de Metallica todavía está presente.
Con una puesta sencilla acorde al "plan festival", la banda sólo ofrece música para los oídos de sus fans, que encontraron en el nuevo material un puente directo a los mejores años de Metallica. Por eso no es casualidad que el tercer impacto sea "For Whom The Bell Tolls", compuesta en 1984. La voz de Hetfield en perfecta armonía lleva la delantera, con Trujillo soportando todo lo que le tira un baterista hiperkinético como Ulrich y Hammett siempre listo para mover sus dedos como alguna vez le enseñó su maestro Joe Satriani.
No hay respiro, aunque Hetfield muestre su rostro más feliz y agradable en años y busque la empatía de su público cada vez que se arrime al micrófono para decir algunas palabras. Estos tipos disfrutan de lo que hacen y se nota. Un clásico como "One" se cruza con los nuevos "Now That We're Dead" y el incendiario "Moth Into Flame", mientras que "Halo on Fire" le allana el camino a Hammett para un solo de fluidez brutal.
"Ustedes los argentinos cuando aman algo, realmente aman... ¿Quieren heavy ahora?" pregunta Hetfield como antesala de una batería de clásicos que suenan más actuales que nunca: "Sad But True", "Master of Puppets", "Fade To Black", "Seek & Destroy", "Fight Fire With Fire¨, y "Enter Sadman". Buena parte del público presente que nunca había enfrentado la potencia fusionada con la prolijidad y velocidad de esta banda, no da crédito a lo que escucha. El resto, confirma lo que parecía un hecho tras la edición de Hardwired... A más de treinta años de haber forjado el thrash metal, la llama de Metallica sigue encendida.
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