Menea para mí: crudo y poético retrato de jóvenes marginados
Excelente /Dramaturgia, coreografía y dirección: Mariana Cumbi Bustinza / Intérpretes: Luciano Crispi, Ezequiel Baquero, Catalina Jure, Natalia Gatto, Ornella Fazio, Germán Matías, Vanina Cavallito y Mercedes Hazaña / Dirección musical: Facundo Salas / Escenografía: Agustín Leonardo Addesso / Luces: Adrián Cintioli / Funciones: viernes de mayo, a las 23 / Sala: El Extranjero, Valentín Gómez 3380 / Duración: 90 minutos.
La entrada a la sala de El Extranjero es sugerente, y la escenografía diseñada por Agustín Leonardo Addesso envuelve, prepara, aprieta. Adentro, todo es más realista. Tal vez feroz para algunos, marginal para otros, llano, incómodo, sincero, descarnado.
De pronto, un grupo de muchachos y chicas hacen explotar la cumbia en una confrontación tan bella como salvaje, de un naturalismo crudo con un expresionismo físico que tiene su corriente sanguíneo en la danza tan bien diseñada por Mariana Cumbi Bustinza. Porque Menea para mí es de esas propuestas teatrales difíciles de clasificar. Contiene elementos del drama testimonial, de la danza-teatro, del musical, y cada uno de esos componentes tal vez hayan sido gestados en forma inconsciente. Porque Mariana Cumbi Bustinza hizo lo que hizo en base a experiencias propias y expone a este grupo de jóvenes que habitan algún barrio porteño muy pobre a través de testimonios reales que muestran todo aquello que mucha gente no quiere ver. Pero en esa desdicha, en esos frágiles presentes e imprecisos futuros, siempre habrá un dejo esperanzador. Porque, en definitiva, todos de alguna manera somos responsables de eso.
La música, las canciones, los bailes, siempre al ritmo de la cumbia -"la música de los pobres", como dice uno de los personajes- actúa como elemento de ruptura y, a su vez, de profundización. Porque ese ritmo es la esencia de esos pibes, es lo que les da respiro en la calle, su hábitat natural.
En medio de todo eso, Bustinza ideó una historia de amor entrañable entre El Masi y La Pao, dos seres apedreados por una realidad que muchos se empeñan en llamar destino. Es el tronco dramático perfecto para marcar amor verdadero en medio de la pobreza, el paco, el alcohol, el robo, las riñas y el abuso.
La tarea de observación realizada por la directora dio maravillosos frutos. Este grupo de actores (todos excelentes) es un calco de aquello que pasa en las barriadas, cada uno reproduce en forma perfecta formas de hablar, jerga callejera, modos de moverse, gestos y un trabajo físico encomiable. Son seres sinceros que pueden incomodar o enternecer al mismo tiempo. Y al finalizar la función, quien esto escribe no podía creer haber tardado cuatro temporadas en ver semejante trabajo. Un retrato de la marginalidad que nadie debe perderse. Para reflexionar, para aplaudir.
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