Meditación para chicos
El que tenga más de 5 años ya puede empezar a meditar. En plena formación de la personalidad facilita el aprendizaje, ayuda a superar miedos y a ser más feliz
Un chico es un investigador, un buscador en movimiento que va de un lado a otro descubriendo el mundo. Constantemente sorprendido, conociendo, experimentando. Para él todos son elementos de interés: un insecto, el agua, la luz del sol en la vereda, una flor, un murmullo lejano. "¿Cómo lograr que se detenga para aprender a meditar y crear un espacio de silencio y quietud para encontrar su mundo interior?", se pregunta Liz Alcalay, psicóloga e instructora de meditación.
El yo profundo. "Empecé a meditar a los 17 años, en parte para superar un período de incertidumbre. Y junto con la terapia resultó una herramienta muy valiosa. Al poco tiempo sentí mucha más claridad y serenidad, y tres años más tarde tuve una experiencia reveladora y profunda que me permitió una visión mucho más amplia de mí misma y de la vida. Lo más importante fue darme cuenta de que ese estado de expansión, iluminación y amor incondicional no estaba provocado por ningún estímulo externo, sino que formaba parte de nuestra naturaleza innata. Además sentí en ese momento que había algo que valía la pena transmitir a los otros para que también pudieran reconectarse con su esencia", sigue.
Romper el aislamiento. "La formación de la personalidad, un proceso necesario para desenvolverse en la vida cotidiana, lleva a construir una identidad que trae aparejada una experiencia de separación. Para superar ese estado de aislamiento, una forma de reconectarse con la propia esencia es la meditación. En mí, la meditación me permitió dar un rumbo nuevo a mis búsquedas, bajar a lo más profundo de mí misma para descubrirme y experimentar lo nuevo."
Ser más feliz. "En los chicos, la meditación aumenta la memoria y la atención, disminuye el estrés y las tensiones. Facilita mucho el aprendizaje, es un bien que le permitirá al chico ser más feliz, disfrutar, superar sus miedos y hacerse más sensible a los seres y al mundo que lo rodea", reflexiona la terapeuta.
Aprendizaje. "El aprendizaje debe ser una experiencia muy gradual, cuidadosa, de acuerdo con las posibilidades de la persona y nunca antes de los 5 años. Creo que el primer paso es aprovechar el movimiento, la vitalidad que el chico despliega y hacerla más intensa, más divertida, más libre, más feliz. Recién después hay que hacer un paréntesis y tener unos instantes de quietud. Ese instante de paz es como abrir la puerta hacia el mundo interior. Poco a poco ese paréntesis se hace un hábito, algo que sobreentendemos y sabemos necesario. El chico empezó a meditar, y ese espacio se hará más prolongado y profundo."
Tiempos, búsquedas, fantasías. "A veces, los padres me preguntan qué pueden hacer para facilitar ese encuentro del chico con su mundo interior. En principio respetar sus tiempos, sus características, sus búsquedas, sus fantasías. Esto no significa no poner límites, sino respetar la parte más bella y rica del chico. Cuanto más libre se sienta en su ser, más posibilidades tendrá de realizarse plenamente, de encontrarse, de comprenderse, de acercarse a sí mismo."
El camino de la felicidad. "El mundo interior es lo que uno es, su auténtica naturaleza, y la tarea de reconectarse, de hacerlo consciente es el único camino real para alcanzar la paz, el amor, la felicidad. Entrar en contacto con este mundo interior, habitarlo, es la tarea más importante en la vida de un ser humano, lo que le da sentido."
Expansión
Liz Alcalay es licenciada en Psicología, egresada de la UBA, con experiencia en clínica de adultos y trabajo grupal. Con orientación transpersonal, en su práctica integra conocimientos de astrología, chamanismo, cábala y sanación energética.
Además es instructora de meditación y visualización, disciplina en la que aplica técnicas originarias de Oriente y tradiciones indígenas. Se entrenó en el proceso de expansión de la conciencia en la India, Estados Unidos y la Argentina.
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