Mederos-Brizuela, alto vuelo creativo
Festival Buenos Aires Tango. Actuación del dúo instrumental de Rodolfo Mederos (bandoneón) y Nicolás "Colacho" Brizuela (guitarra). Tangos Clásicos. Presentación de su disco titulado "Tangos". En el teatro Alvear. Nuestra opinión: excelente
Es mágico, admirable, taumatúrgico. Bastan un bandoneón y una guitarra desgranando tangos clásicos para crear el sortilegio.
El bandoneón es Rodolfo Mederos; la guitarra Colacho Brizuela. A Mederos se le reconoce como uno de los más inspirados renovadores de la música ciudadana. A Brizuela como el exquisito acompañante de Mercedes Sosa. Juntos han decidido interpretar tangos. Y hace un año los registraron en un bellísimo disco compacto que presentaron en el marco del festival Buenos Aires Tango.
¿Qué es lo asombroso y singular? Nada menos que los tangos cultivados en su más alta musicalidad. Tangos que por su inspiración, elaboración y refinamiento melódico y armónico se encuentran a la altura de la mejor música clásica camarística de todos los tiempos.
Mederos y Brizuela invitan al puro y esencial disfrute auditivo. Y quizás una pareja pueda bailarlos en la intimidad de su cuarto, como delicioso preámbulo del rito del amor.
El gozo empieza cuando Mederos esboza, tenue y moroso, las primeras notas de El Marne , de Eduardo Arolas, y se hace intenso luego cuando se le une casi imperceptiblemente la guitarra de Brizuela. Cada nota llega cargada de esencia tanguera, ya en los giros elásticos, ya en el costado canyengue.
Le sigue el maravilloso melodismo de Flores negras , de Francisco De Caro. Y luego las delicias melódico-armónicas de Organito de la tarde , de Castillo y González. Cada nota demorada, cada acorde, cada silencio rezuma hermosura en las amorosas versiones del dúo.
Es difícil acceder a este pequeño prodigio en una orquesta de tango, donde muchas veces el énfasis rítmico y de la marcación metronómica los sepulta. Tampoco es dable disfrutarlos en la voz de la mayoría de los cantantes, que no advierten los hallazgos melódicos o planchan alegremente sus sinuosidades.
Por eso es posible saborear lentamente, como el mejor manjar, las encantadoras notas de Flor de lino , de Stamponi; la lacerante tristeza de Milonguita , de Delfino; la honda nostalgia de Silbando , de Piana; los gloriosos semitonos y esa línea amorosa y entrañable de Romance de barrio , de Troilo, que desgranan bandoneón y guitarra.
Mederos y Brizuela están tocando a la parrilla, si bien han transcripto ideas y desarrollos de su propio disco "Tangos", que aquí presentan.
Un paréntesis será la juguetona versión de El choclo , de Villoldo, que disfruta gozosamente el dúo, y que luego se asienta en los graves acentos del 4 x 4, para retornar a la indagación en los meandros de cada composición, como ese melodismo engarzado en la riqueza armónica de Nunca tuvo novio , de Bardi, o esa contundencia tanguera que habita en Ventarrón , de Maffia.
Brizuela tocará solo y con devoción la olvidada pieza de Grela, Don Carlos de Buenos Aires , y Mederos entregará una versión atípica, por lo atrevida, de Adiós Nonino , de Piazzolla, para luego arremeter, en dúo, con una lúdica y expansiva milonga De mis amores , de Láurenz.
La despedida será con el tangazo de pátina antigua, Don Juan , de Poncio, y el doliente y sentimental tango de Cobián, El motivo .
Pocas veces nos es dado hundirnos en los secretos de la melodía y armonía de un tango o una milonga a través de fraseos transidos de emoción. Mederos y Brizuela nos dan esta oportunidad única. En esos pliegues anida la magia del glorioso tango de Buenos Aires.