“Me gustaría que me recordaran por mi trabajo”
Sostiene la actriz Amelia Bence
“Coma un poco... dicen que trae suerte para todo el año... De todos modos, hay que tener cuidado con estas cosas... por ahí la inventaron los panaderos para que una compre más roscas de Reyes... nunca se sabe...”, ríe Amelia Bence mordisqueando un trozo de rosca. En un rato más, subirá al escenario del teatro Andamio 90 para interpretar al hada sabia, en Amor invisible, primer trabajo de la actriz en una obra de teatro infantil.
–¿Le sorprendió la propuesta?
–Pensé que era una broma, pero como lo decían muy serios pedí una semana para pensarlo. Entretanto pude leer el texto, entonces me entusiasmé, ¡es muy poético!
–¿Puede recitar algo?
–Rayo de luna, polvo de estrellas,/que de comienzo a esta historia bella.../ Río Marrón, pluma de gorrión, que ya mismo se levante el telón... Entonces, aparecen dos jóvenes actrices disfrazadas de gorriones y abren el telón.
–¿Cómo es el personaje?
–No es un hada clásica con bonete y varita mágica. Llevo un vestido largo y una pequeña diadema. Al comienzo de la obra me presento: Ustedes saben que en todas las grandes ciudades del mundo hay hadas. En París, un hada glamorosa; en Londres, un hada... un poco estirada; en México un hada indígena y en Buenos Aires... un hada sabía... yo. Resuelvo problemas y hago de maestro de ceremonias. De todos modos, aceptar el papel significó correr algunos riesgos.
–¿Por qué?
–Los chicos no son diplomáticos, no tienen miedo de expresar lo que sienten. Cuando estudiaba el texto pensé que si a un pequeño espectador le aburría la obra y comenzaba a fastidiarse y yo le decía nene si no te gusta por qué no te vas de la sala, lo más probable era que me respondiera ¿y por qué no te vas vos? Pero hasta ahora no me puedo quejar: ojos asombrados, silencio absoluto, ¡no vuela una mosca!
–¿Cuándo comenzó a actuar?
–A los cinco años, en una obra de Alfonsina Storni, que era profesora en el teatro Lavardén.. Yo hacía el papel de un nene, un varoncito, que tenía que enviarles una carta a los Reyes Magos. Pero cerré el sobre y cuando fui a pegar la estampilla... me la tragué. Me puse a llorar desconsoladamente y corrí a refugiarme en las bambalinas. Y allí estaba Alfonsina que me abrazó, me consoló y me pidió que volviera a escena. Todavía recuerdo sus palabras: ¡No seas tonta, vos vas a ser una gran actriz! Amaba a Alfonsina, tal vez por eso, desde hace más de cuatro años, estoy presentando el espectáculo Alfonsina y el mar, que es mi homenaje.
–¿Actores, actrices, directores que recuerde?
–¡Fueron tantos! Me tocó vivir uno de los grandes momentos del cine argentino. Hay que ver que yo nunca estudié actuación, comencé a estudiar danzas clásicas, pero dejé a los tres meses porque no tenía condiciones para el baile clásico. Todo lo aprendí actuando junto a actores como Mecha Ortiz y Pedro López Lagar, entre otros. Además actué con grandes directores como Luis Saslavsky, Ernesto Arancibia, Daniel Tinayre, Pierre Chenal, Lucas Demare y Mario Soffici. Soy muy intuitiva, y me daba cuenta rápido de las cosas. Recién después de muchos años de actuación comencé a razonar los personajes, antes tomaba el texto y enseguida me lo imaginaba. Una sola vez un director me hizo una indicación.
–¿Quién fue?
–Mario Soffici, mientras filmábamos El pecado de Julia, una adaptación de una obra teatral del sueco Augusto Strindberg. Era una secuencia que tenía que ver, precisamente, con hadas. Yo soñaba que era un hada pero de pronto me despertaba y profería un grito. Entonces, Soffici me explicó técnicamente cómo tenía que hacerlo, eso fue todo.
–¿Algún otro recuerdo?
–Una frase que decía Pedro López Lagar en Los ojos más lindos del mundo, un film de Saslavsky, basado en una obra de Jean Sarment, con guión de María Teresa León. La frase era tenés los ojos más lindos del mundo porque no pueden verme...
–Extraña frase...
–La trama era algo compleja. Yo me había quedado ciega y me encontraba con mi viejo amor, el personaje que hacía Lagar, un fracasado (cuidaba automóviles), entonces él me dice eso...
–Pero usted tenía los ojos más lindos del cine argentino...
–Eso se decía, pero soy una actriz que ha trabajado mucho, tanto en el país como en el extranjero, y me gustaría que me recordaran por mi trabajo. Hay una buena anécdota de Paul Newman que trata un tema parecido.
–¿Cuál?
–Paul Newman tiene unos ojos muy bellos, pero generalmente por comodidad (pasar inadvertido) usa lentes oscuros. La gente que se cruzaba con él en las calles de Los Angeles le preguntaba por qué ocultaba sus ojos y Newman respondía que él era un actor y aspiraba a que el público lo tuviera en cuenta por otros valores, como talento, trabajo, entrega, etcétera. De lo contrario, el día en que muriera en su lápida iban a grabar: “Aquí yacen los ojos más lindos de Hollywood..., los del actor Paul Newman...”
Erich von Stroheim
En 1950, con Alberto Closas, mi primer marido, viajamos a Madrid para asistir al estreno de Danza del fuego, una película que había filmado el año anterior con la dirección de Daniel Tinayre. Cuando terminó la proyección vino a saludarnos el gran actor y director vienés Erich von Stroheim. Estaba entusiasmado, no podía creer lo que acababa de ver. “Es extraordinario lo que ustedes hacen, creo que el cine argentino tiene un gran futuro.”
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