Mayra Homar, una actriz de tránsito permanente por el teatro, el cine y la TV
Trabaja en las obras teatrales El reproche y Torna amore; pero, además, ensaya otra para julio; en septiembre, sale de gira por España con Sólo llamé para decirte que te amo, país donde le gustaría quedarse
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Hay un pueblo llamado Hasenkamp, en Entre Ríos. En ese lugar, nació Mayra Homar, la menor de tres hermanos y la única de la familia que eligió la actuación desde la adolescencia hasta el resto de la vida. Creció en otro pueblo, muy cerca del anterior, María Grande, e hizo su primer taller de actuación en la escuela secundaria en Paraná, la capital de la provincia, con un profesor que no olvidará, Rubén Vera.
“Un gran director, con él empezó todo. Cuando terminé el colegio quise venir a Buenos Aires a estudiar pero mi mamá no me dejó. Entonces, seguí magisterio, cursé talleres, empecé a trabajar, junté plata todo un año y, con el pasaje en la mano, le dije a mi mamá que me iba. Cuando vio mi decisión, que no era un antojo o capricho, empezó a apoyarme”, dice la actriz que hoy trabaja en dos obras, El reproche, de Víctor Hugo Morales y dirección de Julieta Otero, y en Torna amore, Agustín Meneses y dirección de Sebastián Irigo: un largo camino desde que bajó del micro en Buenos Aires.
“Cuando llegué, tenía los ojos hinchados de tanto llorar por el miedo que me daba lo que me esperaba y desconocía. Lo primero que hice fue comprarme una Guía T para ubicarme porque no conocía nada, no había Internet ni celular. Me anoté en la EMAD (Escuela Metropolitana de Arte Dramático) y dormí en una pensión”, cuenta Mayra, “oveja negra de la familia”, hermana de un ingeniero químico y una analista de sistemas. “No tanto, en realidad. Porque en mi casa, en todas las reuniones se tocaba la guitarra y se cantaba. Y mi abuela y mi mamá hubieran querido subirse a un escenario pero no pudo ser”, aclara ella, la que hizo propio ese sueño.
No pasó mucho tiempo para que comenzara a participar en cada posibilidad que se abría. En una muestra de fin de año, la vio un muy joven José María Muscari y la llamó para Mujeres de carne podrida, en 1998, obra “semillero” de actrices (como Lola Berthet y Paola Barrientos), que lanzó también a su autor y director. “Para esa misma época hice algo que, creo, hoy no sé si me animaría. Con un grupo de compañeras, nos pusimos a ensayar Final de partida (Samuel Beckett), un texto de la hostia, con total ingenuidad y sin idea de lo que estábamos abordando. Yo interpretaba a Hamm nada menos, una cosa increíble. Nos presentamos a un festival y quedamos seleccionadas, llegamos a hacer un par de funciones en el Paseo La Plaza”, dice, todavía asombrada, la actriz que desde el principio generó proyectos que, a su vez, le abrieron otras puertas: un productor la llamó para una tira en Telefe, hizo la prueba de cámara y entró a EnAmorArte (2001), protagonizada por Celeste Cid y Emanuel Ortega, a la que siguieron otras producciones del canal y de Underground.
“A dos de mis mejores amigas las conocí en esa tira: Fernanda Callejón y Mariana Richaudeau. Teníamos un grupito muy lindo con Gonzalo Heredia, con el Negro (Héctor) Anglada. Celeste Cid era muy chiquita, un amor de persona, igual que Emanuel, todos los Ortega son divinos, una familia hermosa y talentosa”, dice Mayra que, sin embargo, tiene otro recuerdo de aquel momento aun más inolvidable: “Tuve el placer y el honor de trabajar con China Zorrilla. Éramos vecinas, en la calle Uruguay, a dos cuadras de diferencia, íbamos o volvíamos juntas. En las pausas de la grabación, cuando tomás mate, ella nos recitaba Lorca de punta a punta. A veces se quedaba mirando las grabaciones y, más de una vez, me ayudó. Me decía: ‘esto decilo así y así y calzaba perfecto, tenía el tempo del humor exacto, una maestra. Fue un año de enorme crecimiento y regocijo”.
No hay quejas para esta actriz. Siempre, de cada experiencia, asegura que fue un placer, un disfrute, un aprendizaje. Por eso, tal vez, quiere en algún momento dedicarse a la docencia. No le interesa dirigir ni escribir sino devolver lo recibido, “entregar a otros lo que una sabe y tiene, eso es hermoso”. Y aunque todavía no da clases, ya da un consejo para estudiantes y profesionales de la actuación: no abstenerse de probar Microteatro.
“Amo Microteatro. Debo ser la actriz que más participó. Ahora no estoy porque tengo otras cosas, pero siempre me llaman y me encanta, me dirigieron grandes como Guillermo Pfening, Nelson Valente, Juan Branca, Mey Scapola, Azul Lombardía, Julieta Otero, muchos más. Es una experiencia que recomiendo a todos los actores: hacer una obra de 15 minutos, seis veces en un día –un montón, como era al principio– o cuatro, como finalmente quedó y es perfecto. Te permite probar, crecer, corregir de manera monstruosa, es muy bueno, es redituable y un ejercicio tremendo. Además que es, para mucha gente, su primera vez en teatro, una manera de iniciarlos en la práctica”.
Fue Julieta Otero, una de sus directoras en Microteatro, quien la convocó para el personaje de la amiga de la pareja, en El reproche, con Malena Figó y Claudio Da Passano. “Es un placer trabajar con todo este grupo tan increíble por talentoso y buena gente y con quienes, salvo Julieta, nunca había trabajado. Tampoco conocía personalmente a Víctor Hugo, es un hombre culto y sencillo con quien se puede hablar de teatro, de libros, de televisión, de modo relajado”, dice Mayra sobre la puesta en El Picadero. Por otro lado, es la protagonista de Torna amore, en El Extranjero, con Marita Ballesteros, Rubén De La Torre, Malena Resino y Benicio Chendo, donde interpreta a una mujer de pueblo que vive con su madre (Ballesteros), que no se casó y que se reencuentra con un viejo y único amor, un famoso locutor que se fue hace años a Buenos Aires. “Imposible no sentirse identificado con alguno de sus personajes. Esas cosas pasan y no sólo en pueblos. Siempre las historias de vida superan a las de ficción”, dice, sin olvidar elogiar y nombrar a todo el equipo y, en especial, a Marita Ballesteros, “muy generosa, profesional y buena compañera”.
No es la primera vez que protagoniza una obra. En Solo llamé para decirte que te amo, de Nelson Valente, es una mamá que lleva adelante su casa. Estrenada en 2016, en el verano terminó el quinto año de funciones. La obra se presentó también en Tarragona y en Barcelona, ciudad donde la obra volverá en septiembre para seguir de gira por toda España hasta fin de año.
“¡Mi psicóloga!”, gritó Adrián Suar cuando se reencontraron en la filmación de la película Corazón loco (Marcos Carnevale, 2020) donde Mayra interpreta a una enfermera. Esta anécdota se explica así: “En Chueco en línea, una ficción de Pol-ka (ElTrece, 2019), tenía que hacer de la psicoanalista de Adrián. Había estudiado mi texto como una reina y cuando él llegó, rodeado de mucha gente, leyó la escena y dijo: ‘esto así no me gusta’ y tiró el libreto. Me dijo: ‘hagamos esto sí, esto no’ pero yo no le entendía bien y tampoco me animaba a preguntarle. En fin, grabamos y la escena –que era bastante larga porque entraban otros actores– salió perfecta, muy graciosa y de una. Cuando terminé, me felicitaron, él, los camarógrafos, la productora”, cuenta Mayra. Participó en otras películas con protagonistas famosos como Oscar Martínez en La misma sangre (Miguel Cohan, 2019) y Guillermo Francella, en Granizo, también de Carnevale, estrenada con mucho éxito en Netflix este año.
Además de las dos obras en las que trabaja, ensaya otra, Azul y la Navidad, de Lorena Romanin, que podrá verse a mediados de julio en El Galpón de Guevara. Para la misma fecha, volverá a Microteatro con Cuestión de risa, de Martín Goldberg. Y en septiembre, España, país donde no descarta quedarse: “Me encantaría… intentaré tramitar la ciudadanía, por las dudas. Nos aman, les fascina nuestra manera natural para actuar, nos respetan mucho. Todo puede ser y me siento preparada para todo”. En pareja con un ingeniero en proyectos de tecnología (“no tengo idea de lo que hace”), padre de una hija de 18 años a la que ella siente un poco hija suya, dice que los tres conviven muy bien.
–¿Y tu mamá, la que no te dejaba irte sola a Buenos Aires?
–Es mi fan número uno.
PARA AGENDAR
Torna amore, de Agustín Meneses y dirección de Sebastián Irigo. Miércoles, a las 20.30, en El extranjero (Valentín Gómez 3380). $ 1200.
El reproche, de Víctor Hugo Morales y dirección de Julieta Ortega. Jueves, a las 20, en El Picadero (Pje. Enrique S. Discépolo 1857). $ 2200.
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