Siempre hizo lo que quiso. Maxi Trusso (47) es hoy un reconocido cantante de electro pop, DJ y productor musical. Pero no es del estilo de persona que se pueda encasillar fácilmente. Al menos eso surge al escucharlo contar sobre su vida y experiencias en el living de su piso de estilo parisino en Recoleta. Tuvo una vida nómade –vivió en Italia, Inglaterra y Estados Unido–, estudió finanzas, trabajó en un banco en Roma, se dedicó al diseño y a la moda. Y, entre tanto cambio, la música fue una pasión constante.
Si bien en Argentina su nombre comenzó a sonar hace siete años (gracias a Please Me, un tema del trío Poncho al que le puso la voz), arrancó hace veinte años conRoy Vedas, la banda que formó con Francesco Di Mauro. "Nos presentaron en Cerdeña, nos hicimos amigos y armamos un proyecto. Tenía varias canciones y un fuerte pálpito. Fue un sacrificio, pasé altos y bajos, pero me divertí".
–¿Cómo supiste que ése sería tu futuro?
–Nunca lo vi como el futuro; sino como una pasión. De chico grababa casetes de la radio y escuchaba discos de mis ocho hermanos. A los 13 empecé a pasar música en sus fiestas con una doble casetera. Después, papá me regaló unas bandejas de vinilo y al tiempo me compré un mixer.
–Sos el menor de nueve hermanos, ¿fuiste el mimado de la familia?
–Es probable. Mis padres eran como mis abuelos. Éramos tantos que, al principio, tenía más conexión con mis hermanos. Cuando terminé la secundaria nombraron a mi padre (Francisco Eduardo Trusso) embajador en el Vaticano. Lo acompañamos solo mamá y yo; entonces, los conocí más, especialmente a papá, que murió en 2014. Mi madre tiene 92 años.
–¿Cómo es tu relación con ella?
–Siempre me apoyó. No entendía mucho qué hacía [Se ríe]. Al principio, en Italia, mientras tenía mi banda, trabajaba en un estudio de diseño y hacía cursos en la escuela americana Joan Cabot. Antes había estudiado finanzas, trabajé en un banco; después, abrí un negocio de ropa. Hice clic un día que estaba paseando por Roma, comprando unos parlantes, y conocí a Manuel Vega, un cubano que enseñaba piano. Estudié música con él y empecé a tomar clases de canto con un cantante lírico. Pero no largué todo de golpe por la música. Soy de los que pienso que siempre lo mejor está por venir.
–Aunque el vínculo con lo artístico estuvo siempre…
–Cuando estaba en la primaria (iba al La Salle) al único que le gustaba la música era a mí. En aquella época, me sentía un poco excluido porque no tenía con quien compartir esa pasión. Después fui al San Jorge, pupilo en Quilmes. Ahí los chicos escuchaban mucha música, surgían Virus y Soda Stereo. Lo más espectacular era que algunos padres de mis compañeros tenían mucha plata y llevaban, por el fin de semana, a sus hijos a ver shows en el exterior. Así fui a mi primer recital en Inglaterra. Un amigo me invitó al festival New Wave donde tocaba The Police, en el ’84.
–Terminaste codeándote con grandes artistas. En el ’98, con tu dúo fueron teloneros de los Rolling Stones en Estambul; y compusiste para Cher...
–Tuve la suerte de trabajar con personas interesantes. A Cher llegué porque con mi socio creamos el efecto auto-tune para la voz. Firmamos con un sello discográfico por el descubrimiento y la presidenta de la Warner Chapell le sugirió a Cher que lo escuchara. Estar entre Italia e Inglaterra ayudó a que sucedieran este tipo de cosas y supe aprovechar las oportunidades. Reconozco que la experiencia con Cher fue un highlight en mi vida. Pero siempre digo que me va a pasar algo mejor. En ese momento estaba empezando: a un año de trabajar en la música firmamos con un sello inglés, era demasiado. Fue la época que más se vendían discos en Inglaterra y ese tema Believe, es el single más vendido de una cantante mujer al día de hoy.
–¿Es cierto que estuviste de novio con Geri Halliwell, la ex Space Girl?
–Salimos hace diez años. La conocí en un boliche en Inglaterra. Ella estaba con otra de sus compañeras (Mel B). Ya eran recontra populares. No sabía cómo acercarme. Había un jugador italiano, Gianfranco Zola, que se parecía un poco a mí y jugaba en el Chelsea. Entonces, le dije que era él. Después le conté la verdad. Duró un tiempo. Una vez fuimos a la casa de Elton John, por ejemplo. También nos juntábamos con su familia, que eran un montón, muy de barrio. Pero no estaba enamorado.
–En el mundo de la música muchos sufren excesos.
–Nunca me enfrenté a los excesos. Si bien toco de noche, son fiestas y es otro approach. Lo mío es contar una historia propia.
–Se te nota optimista, relajado. ¿Hay algo que te ponga de malhumor?
–Me pongo serio seguido, soy padre de familia, tengo una hija adolescente, Olivia. No hay que perder esa cosa del juego, pero disfruto de la responsabilidad. Siempre tuve sentido común y fui cuidadoso: pasar ciertos límites te puede llevar a una reconstrucción costosa.
–¿Sos un papá canchero?
–Para los millennials, si no sos parte de ellos, no sos cool. Pero al estar con la música, no tenés edad y estás en sintonía.
–¿Cuál es tu situación sentimental?
–Estoy con mi mujer (Inés García Larza) desde hace quince años. Me separé de la mamá de mi hija en 2003. Separarse no es lo ideal, pero se dio así y soy amigo de mi ex. Cuando viajo, lo hago con ellas. Mi mujer tiene una hija de 17, como la mía, ¡y se llama Olivia también!
Los detalles de su refugio en Recoleta
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