Maurice Béjart: con sentido estético y moral
Su espectáculo, “Madre Teresa y los niños del mundo”, se verá pasado mañana y el sábado en el Luna Park
MENDOZA.-"Es que esta ciudad ha empezado a vivir", es la frase que repiten varios artistas locales cuando se les pregunta acerca de la cantidad de gente que ha colmado diferentes espacios destinados al espectáculo durante la noche del último sábado. Mil espectadores escucharon una versión local de "María de Buenos Aires", la creación de Astor Piazzolla y Horacio Ferrer (en la sala Bustelo), otros tres mil asistieron a la segunda función de Los Piojos (en el estadio Pacífico) y mil ochocientos aplaudieron de pie el estreno en la Argentina de la Compañía M de Maurice Béjart que presentó, antes que en Buenos Aires, "Madre Teresa y los niños del mundo".
Aunque es conocida la tradición cultural de esta ciudad cuyana, el fervor del público por estos días ha sido asombroso. "Madre Teresa y los niños del mundo" tuvo una platea muy diferenciada porque no sólo parte de la comunidad artística mendocina estuvo en la sala sino además gente de distintos estratos sociales. Algunos, seguramente, era la primera vez que veían una experiencia de estas cualidades, donde la danza, la música y el canto se mezclan con los mensajes de esta religiosa que trascendió por su labor en favor de los desprotegidos.
Quince jóvenes provenientes de distintas partes del mundo bailan en torno de Marcia Haydee, la bailarina y coreógrafa brasileña que tanto se ha destacado en Europa en las últimas décadas. Ellos dan muestras de una fuerte vitalidad y ella, tanto arriba como abajo del escenario, parecería confundirse en sus roles porque aparenta ser madre y maestra tanto en la ficción como en la realidad.
El espectáculo se apoya en música de Vivaldi, Bach, Mozart y hasta algunos trazos de rock. El color blanco domina en los vestuarios y algunos objetos aportan en ciertas escenas la posibilidad de un juego más efectivo. Hay muchos momentos sorpresivos durante la propuesta, son las pequeñas señales del arte Béjart, chispas que aportan una conmovedora carga dramática.
Con nueva compañía
Maurice Béjart no pudo viajar con su nuevo "chiche", la Compañía M. Uno de los músculos de una de sus piernas está en problemas y eso le lleva a trasladarse con una muleta. Desde Lausana, Suiza, su voz, normalmente afónica, llega a través del teléfono. El maestro se siente cansado. Llega a su casa después de seguir las dos funciones de "La Flauta Mágica" de Mozart, que está presentando actualmente. Aún con ese cansancio su diálogo con LA NACION es fluido, afectivo, seguramente porque, como acota en algún momento, "siempre he tenido mucha relación con el alma argentina".
La historia de "Madre Teresa y los niños del mundo" comienza a desandarse a través de la conversación. "Hace dos años -cuenta Béjart- recibí a muchos jóvenes en mi escuela. Fue un año excepcional con chicos y chicas de mucho talento. No podía tomar a todos en mi compañía y decidí formar otra, pequeña. Me entusiasmaba Madre Teresa y me pareció que podía ser interesante cruzar a estos jóvenes de 17, 18 y 19 años con el mundo de ese personaje. Madre Teresa fue una figura excepcional. Un alma que dedicó su vida a ayudar a los pobres, a los enfermos, a los necesitados. Toda su vida trabajó para los otros."
Esta nueva experiencia que sin duda se impone como un homenaje a la Madre Teresa de Calcuta sigue una línea de trabajos del coreógrafo también destinado a reconocer la labor de figuras importantes. En la Argentina se vieron con anterioridad sus creaciones "Tributo a Freddy Mercury y Jorge Donn" (1999) y "Che, Quijote, Bandoneón" (2001), donde se cruzaban las historia del Che Guevara y El Quijote.
"Siempre he trabajado sobre figuras reconocidas, intelectuales, religiosos. Hace 35 años hice un espectáculo sobre Baudelaire, hace 30 me apoyé en la figura de André Malraux, un año después de su muerte. Conectarme con ellos es descubrir la vida humana. El ballet no tiene por qué mostrar solamente a príncipes y princesas bellas. Nuestro ballet es muy actual y habla de la actualidad."
En este sentido el maestro está muy convencido de que "la gente quiere ver en escena los problemas que han pasado o que pasan y al mostrarlos se posibilita un aprendizaje para el futuro. Tanta gente sufre en el mundo -explica-, suceden tantas cosas malas. Y eso hay que mostrarlo, tenemos que continuar diciéndolo. Quiero seguir haciendo este tipo de obras. Quiero que los espectadores no sólo vean mis obras con un sentido de contemplación estética, sino con un sentido también moral".
La cotidianidad de Maurice Béjart se reparte hoy entre sus clases, sus creaciones y a la vez presta mucha atención a lo que sucede en el mundo entero. "Vivo la vida de hoy -dice-, leyendo los periódicos, hablando con la gente. Hay que ser un hombre como otros y trabajar con el arte para hacer algo. Vivimos un momento muy difícil de la historia. Y no sólo en un país, sino en el mundo. Hay guerras, enfermedades, mucha angustia. Hay que trabajar."
Por eso parte de su tarea está puesta en una fundación que ha creado y que posibilita ayudar a bailarines de distintos países que no tienen dinero. "Trabajo y trabajo -repite el creador- . Así es mi vida."
El dice que ha cambiado -"hoy soy un hombre viejo", agrega-, pero hay cosas que mantiene intactas. Por un lado su relación con el baile y por otro un convencimiento muy fuerte sobre la relación que lo une a sus espectadores. "Para hacer el amor se necesitan dos personas. Y el teatro es una historia de amor. Si no se vive así, si no se entiende así, no tienen sentido."
Su nuevo proyecto, el que ya está preparando, se relaciona "con el mito del mar". "El mar se ha transformado en un lugar muy peligroso -comenta-. En él se tiran miles de desperdicios y se mata algo muy lindo, a los peces. Quiero hablar de eso ahora."
Los niños del mundo
La Compañía M resulta una verdadera experiencia intercultural. Entre sus integrantes hay argentinos, brasileños, polacos, alemanes, franceses, italianos y japoneses. Un idioma común los relaciona, el francés. Este cronista tuvo oportunidad de asistir a la clase anterior a la función en el teatro Rex, de Mendoza -la guía de dicha clase fue la maestra argentina Cecilia Monez Ruiz-, y comprobar la fuerte capacidad de trabajo de esos jóvenes.
De entre ellos la charla se dio con dos, la argentina Luciana Croatto, una santafecina de 18 años, y el brasileño William Pedro, de 23 años. Ambos han realizado un recorrido más que interesante. La primera comenzó a formarse en Santa Fe y en 1996, con sólo diez años, llegó al Teatro Colón de Buenos Aires. El segundo, nacido en una favela de Brasil, logró gracias a un patrocinador hacer primero su carrera en Río de Janeiro y luego ingresar a la escuela de Maurice Béjart.
La vida en Buenos Aires para Croatto no fue sencilla. "Vivía sola –recuerda–, era muy chiquita y tenía muchas responsabilidades. Todo era nuevo para mí, venía de una ciudad muy pequeña –San Carlos– y estaba en una ciudad muy grande. Y de ahí a Europa y empezar de nuevo a habituarme a otra realidad, esta vez quizá más difícil: otras costumbres, otra lengua, otra manera de vivir. Pero me habitué porque amo la danza." Hace mucho que ella no bailaba en el país y está sumamente entusiasmada con esta gira que apenas le posibilitará estar un día con su familia.
De Xuxa a Béjart
William Pedro comenzó a trabajar en el 91 dentro de un proyecto destinado a chicos carecientes. Su intenso trabajo lo destacó y pronto formó parte del grupo de chicos que acompañaban a Xuxa en televisión. En el 96 se reencontró con su maestra Marcia Haydée y comenzó a proyectarse internacionalmente. En 2000 ingresó en la escuela de Béjart.
Introducirse en el mundo de la Madre Teresa de Calcuta les llevó a estos jóvenes su tiempo. A los relatos de Béjart se sumaron lecturas individuales y colectivas. Cada uno de los miembros de la compañía tiene una mirada diferente sobre esa mujer, pero los une el rescate de su menaje de paz y amor. Luciana Croatto resume este trabajo como "el amor de la Madre Teresa hecho ballet". Y agrega: "A este tipo de gente hay que admirarla e imitarla".
William Pedro, por su parte, dice que esta oportunidad que les ha dado Maurice Béjart "es muy fuerte". "El nos permite repetir nuestras verdades. Vengo de una favela y en este ballet me presento a mí mismo. Un joven que no tiene familia y que busca su vida, alguien que necesita amor. Este espectáculo nos posibilita dar un mensaje de paz, amor, confraternidad e igualdad. Algo que el mundo de hoy necesita mucho."
Luego de su presentación en Mendoza, la Compañía M se trasladó a Córdoba, hizo también una función en Rosario y el próximo viernes y sábado dará a conocer su experiencia en el Luna Park. Luego harán funciones en Brasil, el Líbano, Luxemburgo e Italia. Como la Madre Teresa de Calcuta, están convencidos de que "el baile es una religión. El baile es una oración".