Mary Elizabeth Winstead: “Con Ewan McGregor, nos sentimos muy afortunados cada día que trabajamos juntos”
La actriz junto a su pareja son los protagonistas de la serie Un caballero en Moscú, que llega a Paramount+ mañana
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El estreno de Un caballero en Moscú, la nueva serie que llega a Paramount+ este 17 de mayo, une en pantalla nuevamente a Mary Elizabeth Winstead y Ewan McGregor, matrimonio en la vida real que se conoció en el rodaje de la tercera temporada de Fargo en 2017 y que aquí interpretan a una estrella del cine de los años 20 y a un aristócrata caído en desgracia, ambos habitantes de la Rusia de la revolución bolchevique. La historia se inspira en el best seller de Amor Towles de 2016 y ofrece una mirada lindante con la fantasía sobre el período de entreguerras y el complejo escenario posrevolucionario. Pero no hay batallas entre el ejército rojo y el blanco, o agudas recreaciones del final de Lenin y el ascenso de Stalin, sino un pintoresco retrato del conde Alexander Rostov -Sasha para los amigos-, exiliado entre las suntuosas paredes del Hotel Metropol. Salvado de cumplir el mismo destino que la familia del zar Romanov gracias a una poesía que tocó el corazón de los revolucionarios, Rostov es escrutado con severo rigor por la policía secreta durante su detención domiciliaria. Lo que vestirá el relato será la supervivencia en el interior del hotel, sus encuentros con perseguidores y niñas curiosas, y el atrevido romance con Anna Urbanova, otra aguerrida protagonista de ese tiempo convulso.
“Anna es una sobreviviente”, revela Mary Elizabeth Winstead en diálogo con LA NACIÓN. “Ha tenido que salir adelante en soledad desde una edad muy temprana. Mucha gente en esa época ha tenido que sobreponerse a muchas cosas, a la pobreza, el sufrimiento, la violencia. Pero como mujer ha sabido salir adelante, con fuerza y tenacidad. Se ha convertido en artista en una era compleja, y más siendo mujer. Desde que leí la novela de [Amor] Towles, Anna me resultó inspiradora, aún si no es perfecta. Admiro su valentía y su firmeza, algo que me encanta interpretar cada vez que tengo la oportunidad”. Anna Urbanova hace su aparición en escena como un verdadero vendaval, sacudiendo la ceremonial rutina del Metropol y despertando el conspicuo interés de todos sus huéspedes. Hasta entonces, el pobre Rostov apenas se dedicaba a esperar el menú de cada comida, sortear las inquisiciones de los funcionarios soviéticos y escrutar en sus sueños los fantasmas que lo persiguen desde el pasado. Su retiro forzado es también un tiempo de esperanza y redención.
Rusia y la comedia
Winstead parece sentirse cómoda con el tono que el creador Ben Vanstone (guionista de All Creatures Great & Small, The English Game y The Last Kingdom) ha definido para el relato, fronterizo entre la fábula y la crónica histórica. “Este es el tipo de proyecto que más me interesa, aquel en el que podés combinar la comedia y la tragedia, en el que abordás temas complejos pero al mismo tiempo cercanos al público, al que podés conmover y hacerlo reír. Ese espíritu se condice con la realidad, con la vida, donde la comedia y el drama no son dos categorías separadas sino que se entrelazan en todo momento. Siempre hay humor, aún en tiempos oscuros, y eso lo hace verdadero para mí”. Con su cabellera platinada, Anna despliega su seducción frente al desorientado Rostov como una estrategia de conquista alimentada más por la desesperación que por la perfidia. Si bien le debe su aura a las vampiresas estilo Jean Harlow, la calidez de Winstead irá modelando el verdadero interior que define a la mujer debajo de la actriz.
El motivo de la desazón de la pobre Anna Urbanova es el estancamiento de su carrera debido a la falta de interés del recientemente ascendido a Secretario General del Partido Comunista, Iósif Stalin. El refugio en el Metropol será entonces la oportunidad de encontrar un salvavidas para su alicaída profesión como también escurrirse al igual que Rostov de la inquisidora mirada del régimen. El atractivo de ese tiempo histórico, los ‘roaring twenties’ para Occidente y el convulso interregno entre guerras para Europa, despertó enseguida el entusiasmo en la actriz que asomó a la fama con Scott Pilgim vs. los ex de la chica de sus sueños (2010), de Edward Wright. En esa historia era una chica con pelo fucsia y siete examantes que el tímido Scott Pilgrim (Michael Cera) debía vencer en una serie de rutinas de videojuego. Ese personaje le valió la devoción de la platea masculina y una mezcla de gracia y autoconciencia que le permitió jugar desde entonces con el armazón de la femme fatale. Eso es lo que también hace Anna en los confines del Metropol, cuya elíptica presencia en la vida del conde aumenta su devoción.
“Creo que es un período fascinante en la historia del mundo”, insiste la actriz. “Y en particular en Rusia, ya que en ese momento se gestó una parte importante de su identidad actual. Estos son los fundamentos con los que todo empezó, con los que podemos entender también el presente. Y como actriz, interpretar a un personaje que intenta encontrar su lugar en ese mundo, es todo un desafío, sobre todo cuando lo que se pone en juego es peligroso y casi legendario. En el caso de Anna, siendo una figura pública, una artista, está permanentemente sometida al escrutinio del poder, a una mirada que se hace más condicionante. Tiene que lidiar con los poderosos de turno, negociar su supervivencia, no solo en la pantalla como actriz sino también en el mundo real, en el que su vida a veces pende de una buena o mala decisión. Es una mujer mundana, con aires de estrella, pero cada uno de sus actos debe ser cuidadosamente ejecutado porque puede tener consecuencias letales. Hay una gran valentía en su actitud y eso es lo que más me atrae como intérprete”.
El encuentro y el flechazo
La primera vez que Mary Elizabeth Winstead y Ewan McGregor compartieron cartel fue en la tercera temporada de Fargo, hace ya siete años. Entonces, McGregor interpretaba a dos personajes, hermanos gemelos: uno de ellos era Emmit, afortunado empresario y “Rey de los estacionamientos en Minnesota”, y el otro, Ray, oficial de policía, rencoroso y en bancarrota, que buscaba cómo arrebatar a su hermano la fortuna que, creía, le pertenecía. Esas cuentas pendientes lo impulsaban al encuentro y la alianza con Nikki Swango, en la perfecta piel de Winstead, una convicta afecta a los juegos de bridge que se convertiría en su amante y su cómplice en esa peregrina vindicación. La temporada de la serie de antología creada por Noah Walley potenció la química de McGregor y Winstead en un relato de humor absurdo y desgracias de proporciones bíblicas, que hacían justicia a la herencia cinematográfica de los hermanos Coen y daban a la nueva pareja de ficción un inesperado momento de gloria interpretativa.
Pero la cosa no quedó ahí. La química traspasó la pantalla y llegó a la vida real. Hacía apenas unos meses que el actor británico se había separado de su esposa, la diseñadora Eve Mavrakis, y el romance trepó en los titulares de la antigua prensa rosa, hoy pleno universo de virtualidad, y dejó como saldo algunos comentarios mordaces de la hija mayor del protagonista de Trainspotting, la también actriz Clara Mathilde McGregor, y los juicios morales de los opinadores de siempre. Sin embargo, las declaraciones no escalaron, en 2021 Winstead y McGregor dieron la bienvenida a su primer hijo y se casaron en una ceremonia íntima, lejos de los flashes de los curiosos. Ese perfil bajo que define a su vida actual, entre Los Ángeles y Londres, solo se altera cuando presentan un proyecto conjunto como es, en este caso, Un caballero en Moscú. “Con Ewan McGregor, nos sentimos muy afortunados cada día que trabajamos juntos”, asegura la actriz.
“Amor Towles creó una magnífica novela con personajes increíbles en un mundo fascinante”, detalla Winstead en relación al interés inicial por el material literario. “Sobre todo porque está ambientada en un período de la historia rusa que es interesante para explorar y sobre el cual me interesaba aprender. Además, nuestros personajes están tan bien escritos, con matices y aristas que los hacen atractivos para el espectador, y la serie, al igual que el libro, resulta muy divertida, con varios estilos de humor, desde la comedia física a la sátira, que la convierten en un trabajo soñado”. La miniserie recorre largos años en la vida de los personajes y va penetrando en el vínculo que une a Rostov y Anna, inicialmente alimentado por el deseo y la curiosidad, y luego cimentado en un complicidad arrolladora. Winstead y McGregor vuelven a divertirse como en Fargo, en coordenadas opuestas que mantienen el misterio como telón de fondo, pero que suplantan aquel humor desenfadado por una melancolía que viste a ese tiempo pasado.
Un caballero en Moscú está concebida como un cuento de hadas sobre el tapiz de un mundo signado por cambios y transformaciones. Así, como en los relatos infantiles, el “había una vez” representa una ventana abierta a un castillo de príncipes y princesas donde todo es posible, los sueños se cumplen y la sangre nunca llega al río. Esa premisa se agita con las vibraciones del mundo real, los coletazos de la gesta bolchevique, el temor de Europa al comunismo, la emergencia de los fascismos, una era todavía incierta e indescifrable para los nacidos en el siglo XIX. Siguiendo la letra de Towles, Brian Vanstone consigue plasmar en imágenes ese doble ensueño, el del purgatorio que representa el Hotel Metropol y el del mundo exterior que viene a golpear las puertas, sin poder entrar todavía. El hallazgo de la interpretación de Winstead consiste en haber comprendido esa amalgama, en gestar un personaje que es la estrella de ese nuevo cine en el que quiere triunfar, y la protagonista de una realidad en la que la vida vale mucho más que un minuto de fama.
Por ello, para Mary Elizabeth Winstead, el trabajo de un actor o actriz consiste en ser lo más auténtico posible en la representación. “Desde el comienzo, traté de hallar su movimiento corporal, su manera de hablar. No quería que Anna sonara demasiado soberbia, con aires de diva, sino algo misteriosa. Alguien que quiere mantener sus secretos, que nadie descubra de dónde proviene. Por ello crea su propia historia, su pasado, y su identidad presente, como estrella de cine y también como mujer de su tiempo. Todas esas pequeñas cosas son grandes desafíos, difíciles de encontrar. Los primeros días en el set siempre vas con cautela, tratando de descifrar si está bien lo que estás haciendo, y lleva un tiempo sentirte cómoda. Pero una vez que encontrás la piel del personaje, es un viaje maravilloso”.
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