Convivió toda su vida con un trastorno y decidió llevarlo a escena en La casa oscura; además, la dramaturga y directora tiene dos obras en cartel, junto con Muscari y Dalia Gutman
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La frescura y la disposición de Mariela Asensio para todo son tan arrolladoras como su carrera incesante. Es docente, dramaturga, directora, actriz... Pero además está en muchos proyectos a la vez, incluso algunos sensibles, profundos y de resistencia como ser parte de SOMI, la fundación Carlos Somigliana, que se ocupa de velar por la larga vida del Teatro del Pueblo, creado por Leónidas Barletta en 1930 y que se convirtió en el primer teatro independiente de América latina y por ende la piedra fundacional de este movimiento fundamental de la cultura porteña.
“Somos personas de distintas generaciones, semanalmente estoy debatiendo con Tito Cossa o Roberto Perinelli, y a la vez con Andrés Binetti o Adriana Tursi. Los SOMI antiguos fueron muy generosos porque nos llamaron a los que éramos más jóvenes y nos dieron espacio para gestionar. Es un trabajo hermoso porque también demuestra que se puede trabajar en equipo. SOMI se trata una fundación sin fines de lucro, todos y todas los que trabajamos ahí lo hacemos ad honorem. El Teatro del Pueblo es histórico”, cuenta Asensio que también este año participó en la curaduría de Teatro por la Identidad en plena pandemia; trabajo que hizo junto a Román Podolsky y Paula Marull. “Yo lo veo parecido a lo del Teatro del Pueblo, es hacer algo que trasciende lo económico, es algo que va más allá, es como una misión. Me suma tener ese costado romántico, estos espacios de militancia en medio del mundo en el que vivimos”.
En la actualidad forma parte de tres obras bien distintas entre sí pero con su sello y potencia. Junto a Maruja Bustamante escribieron y actúan en una pieza muy especial: La casa oscura, que puede verse los viernes en El Galpón de Guevara, porque parte de ciertos aspectos de la biografía de ambas relacionados con la salud mental. “Se trata de un biodrama, nosotras le pusimos el subtítulo ‘show documental sobre la salud mental’ porque elegimos iluminar y desplegar para trabajar ese mundo. Concretamente, en 2019, atravesé un proceso terapéutico en el que me enfrenté a la posibilidad de ponerle nombre a lo que me pasaba: TOC, un trastorno obsesivo compulsivo, que es algo con lo que conviví toda mi vida pero me fui sobreadaptando hasta que lo pude diagnosticar y a partir de ahí lo pude tratar; no es el fin de nada, al contrario, me llevó todo ese tiempo: 41 años”, cuenta Asensio sobre lo que trabajan en escena. Lejos de volverse serias y solemnes, ambas decidieron llenar al espectáculo de humor, baile, música, risas, porque así son ellas y porque hablar de la salud mental no es sinónimo de drama.
“A lo largo de mi vida, el TOC fue adquiriendo distintas formas y cuando pude ponerle nombre fue una maravilla, un alivio. Si tenés diabetes, en el momento en que se diagnostica se trata, como cualquier enfermedad: la tratás y, en el mejor de los casos, mejorás. Con las cuestiones de la salud mental pasa lo mismo, pero es un tema tabú. Cuesta hablarlo. Y es increíble la identificación que genera el espectáculo en la gente porque son cosas que en mayor o menor medida les pasan a todos. Algunos lo tienen más patologizado ydeben tratarlo porque les interfiere más en la vida, otros no tanto pero el cuerpo es un todo y el cerebro es parte”, asegura Asensio que llevaba tiempo queriendo hacer algo escénico con este tema. Ya había convocado a Paola Luttini para que la dirija y en una conversación informal con Bustamante, casi en broma, apareció la idea de que se sumase al proyecto. “Se llama así porque la obra intenta iluminar, echar luz. Para hacerlo primero tiene que haber oscuridad”, repasa Asensio que asegura que la pandemia fue una exacerbación absoluta de muchas cuestiones relacionadas a la salud mental de las personas. “De hecho, creo que no tenemos idea de cómo esto va a operar a futuro en la psiquis de las personas”.
Por otra parte, escribió junto a José María Muscari la obra Perdida mente, protagonizada por Leonor Benedetto, Karina K, Julieta Ortega, Ana María Picchio y Patricia Sosa, que se presenta en el Multiteatro. “Me parece buenísimo que una obra que yo escribo esté en la calle Corrientes porque son territorios que hay que ocupar también. José me propuso que la escribamos juntos”. La obra parte de diversos textos de neurociencia de Facundo Manes pero para crear un universo ficcional específico: una jueza de la nación (Benedetto) padece un deterioro cognitivo y decide, junto a su empleada de toda la vida (Picchio), juntar a su hija (Ortega) con su hermana (Karina K) y su abogada y amiga (Sosa) para que la ayuden a organizar su vida, que comienza a fallar porque tiene Alzhéimer.
Como si esto fuese poco, Asensio además de dar clases de dramaturgia de forma continua, es directora de Tengo cosas para hacer, el nuevo espectáculo de Dalia Gutman. “Es un show de stand up pero tiene muchos elementos escénicos. Y Dalia es lo más”, cuenta orgullosa de formar parte de estos proyectos porque, además de todas las actividades que lleva a cabo, tiene clarísimo que si hay una causa que la motoriza es la paridad de género. “Son muchas causas las que piden acción y participación pero en algún momento hay que apropiarse de alguna. La mía, sin lugar a dudas, es la igualdad en cultura”, dice Asensio con firmeza. “A ese estado de situación se le suma la desigualdad que hay en términos de espacios de trabajo de mujeres y hombres. La igualdad definitivamente no puede depender de la voluntad de alguien. Por eso hay que legislarla, porque naturalmente nunca se dio. Nunca de forma natural las mujeres votamos, ni estudiamos, siempre hubo que militarlo”.
Asensio es una de las autoras pioneras en llevar la lucha feminista arriba del escenario cuando ese tema no estaba sobre la mesa. “Cuando hice Mujeres en el baño, en 2008, una decía y te miraban mal. No era algo que circulaba como ahora. Yo me cansé por aquel entonces de escuchar que no estaba bueno el machismo pero tampoco el feminismo. La gente en aquel momento creía que feminismo era machismo pero al revés. El feminismo, por supuesto, no lo inventé yo ni mucho menos pero siempre me interesó aunque al principio fue más intuitivo. No pensaba en eso, yo hacía las obras que hacía y las empezaron desde afuera a etiquetar como obras feministas. Si cayó el Imperio Romano, el capitalismo así salvaje se puede llegar a caer pero tal vez lleve siglos. Respecto al patriarcado que son primos, hay un cambio enorme”.
Para agendar:
La casa oscura, los viernes a las 21 en el Galpón de Guevara (Guevara 326).
Perdida Mente, de miércoles a domingos en el Multiteatro (Corrientes 1283)
Tengo cosas para hacer, jueves a sábados en el Maipo (Esmeralda 443)
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