Mariano Chiesa, el actor que brilla en Sunset Boulevard y sueña con ser "el Jimmy Fallon argentino"
Tres veces intentó ingresar al ISER hasta que en la última acertó. Tres son, también, los Mariano Chiesa : uno de los locutores más buscados en el mundo de la publicidad y el doblaje; el premiado actor de los musicales Avenida Q, Casi normales, Los monstruos y, ahora, Sunset Boulevard, en un consagratorio protagónico junto a Valeria Lynch; y el que no tiene techo y le gustaría, por qué no, conducir un late night show a lo Jimmy Fallon.
"Cada noche, cuando termina la función y salgo a recibir el aplauso, me imagino que esa corrida que hago es el comienzo de mi show", dice con los ojos brillantes de los sueños por cumplir. El niño-mago lo llama el astrólogo que lo orienta entre las estrellas, cada tanto. No quiere hacerse el místico, dice sonriendo; cree en todos los dioses: "mientras me haga bien", acota y agrega: "Soy consciente de que ya soy un hombre, no un niño, tengo arrugas, canas en la barba, mujer, una hija y 37 años a los que no entiendo cómo llegué. Suena raro pero no me hallo en esta edad".
De chiquito quería ser actor. Pero el nene flaquito, que no amaba al fúbol ni las peleas y que aceptaba encantado el pedido de las maestras para participar en los actos escolares fue castigado. "Me corrían para cagarme a palos. Me gustaría volver a encontrármelos. En el secundario, para no parecer tan raro, jugaba un poco a la pelota pero después iba al teatro del colegio. Ponía un disco y con el telón cerrado, me tiraba en el medio del escenario mirando el techo", dice sobre su escuela y el barrio donde creció, en Martínez "pero no de Libertador para el río, soy del otro lado".
Nunca estudió actuación. Los talleres de teatro lo aburrían y las oportunidades aparecían gracias a su voz. El mandato de los genes, quizá. Amalia, su mamá, más conocida como "Simonette", fue integrante del Club del Clan, grabó discos y trabajó en el canal 9 de Romay. "Mamá quería que fuera despacio, como si jugara; mi papá recién entendió lo que me gustaba cuando terminé la secundaria. Están muy orgullosos, siempre trabajé mucho", dice Chiesa. A los 16, conducía El gallo mañanero, en una radio zonal ("le robaba los audios a Mitre y Continental"); fue preceptor y atendió el buffet de una escuela; y dos años en un call center, ocho horas diarias: "Era un embole y para reírme un poco hacía distintas voces. Me retaron", recuerda con picardía. Pero se pone serio cuando cuenta el burdo acoso que sufrió de parte de un famoso modelo y conductor de televisión (ya murió y no quiere dar el nombre) cuando concurrió a su oficina por una propuesta de trabajo.
"Creo en la suerte pero son muchos los factores que deben encadenarse. Puede que te tires un pedo, lo subas a Youtube y te hagas famoso. Y puede que te esfuerces mucho y consigas una carrera cada vez más fuerte. Hago locución porque me la pasé tocando puertas, presentándome a castings y nada: Cris Morena, la primera Operación Triunfo, y no ocurría. «Ma, ¿llamaron?». «No, hijo, no llamaron», así todos los días. Después terminé con uno de los ideólogos de Operación Triunfo grabando canciones para los discos de Gaturro, 100 % lucha, las Patoruzito y más. «Lo mejor que pudo pasarte es no quedar», me dijeron ellos mismos".
Otras veces es mejor dejar pasar el tren. Voz de las famosas cucarachas de CQC llegó el momento en que le ofrecieron el lugar de notero. Dudó pero dijo que no. Una amiga de la producción le recomendó no hacerlo porque iba a ser absorbido en tiempo y alma por la máquina. "Pergolini, potencial inversor en Avenida Q que no lo fue, me dijo que «el tren solo pasaba una vez» y yo le dije que si la vía estaba hecha podía ir y venir. Después, esa misma productora me llamó para Velozmente, en Discovery Kids, algo que quería".
Si en publicidad la puerta grande la abrió la repercusión del comercial de cerveza Quilmes para el Mundial 2006 (el de Malditos/ Benditos, donde la frase "lo grosso de ser argentino" fue su invención), en teatro fue Avenida Q, el musical de Broadway que estrenó en el Paseo La Plaza en 2010 , tras comprar los derechos y gastar hasta el último peso.
"Pedía oportunidades, quería conducir, me reunía con productores pero no lograba salir de la voz en off. Harto de oír «no sos conocido», compré los derechos de Avenida Q. Ni siquiera habia visto toda la obra, solo partes. Me encantaban los Muppets, era algo nuevo y algunas personas confiables me lo recomendaron. Era la oportunidad para que me conocieran la cara", reconoce Chiesa que pasó por las mil y una reuniones en búsqueda de plata, con la marioneta en la mano. "En ese momento fui a Nextel. Había un cartel enorme que decía que trabajaban para la integración y el mundo unido. Todo bien, hasta que me dijeron no. ¿Por qué? La marca no iba a avalar una obra sobre la homosexualidad. Fue una piña directa a la boca", dice sobre esta negativa ocurrida poco antes de la ley de matrimonio igualitario (2010). Al final vía el conocido del conocido, recibió apoyo de un sindicato. "Ayudame a ayudarte me dijo este gremialista, ya muerto, y que no entendía nada de lo que le hablaba pero aceptó a conectarme con una marca. Finalmente se hizo, ganamos un montón de premios pero me deprimí. Una de las personas que manejaba el dinero nos estafó; perdí una cantidad abismal. «El que tiene los derechos no pone la plata», me dijo después un experimentado productor". Pero el objetivo de ser conocido se había cumplido: la rueda de las recomendaciones empezó a fluir.
Pedía oportunidades, quería conducir, me reunía con productores pero no lograba salir de la voz en off. Harto de oír «no sos conocido», compré los derechos de Avenida Q
"No quería hacer Casi normales. Pablo del Campo y Javier Faroni (mentores del proyecto) querían pero yo no. Encima, aunque era un personaje importante, no aparecía mucho. Mirá mi ego, no tenía conciencia. Enojado, igual me presenté al casting y el Indio Romero, el director, me pidió que largara todo, que me descargara. Puteé, revoleé sillas y después pude decir el monólogo que tenía que preparar. Y le pedí disculpas. Dijo que había gente que estudiaba toda la vida para lograr algo que otros ya directamente tenían. «Vos lo tenés», dijo."
Para el papel del doctor Madden, Chiesa tuvo que ocuparse de su cuerpo y de su voz. Nunca lo había hecho. Sentía desde chico vergüenza de su delgadez. Empezó a entrenar, cambió la alimentación, a no tomar whisky antes de la función, a estudiar canto, a perder prejuicios con el musical. Con Casi normales se dio cuenta que además de ser conocido podía actuar. A esa certeza le llegó una nueva, la del disfrute de un personaje protagónico. Ser otro durante dos horas: en Los monstruos, de Emiliano Dionisi y Martín Rodríguez, fue padre arriba y abajo del escenario, además de ganar el Hugo de Oro 2016, entre multitud de premios.
"En Sunset Boulevard me pagan para aprender", dice sobre el clásico que sigue en el Maipo hasta el 5 de agosto. Muchos de sus compañeros son profesores de canto y le dan consejos. Con Valeria Lynch se divierte con su sentido del humor y desborde de energía. Y con Claudio Tolcachir, por primera vez director de un musical, superó limitaciones: "Estaba asustado y sufrí el proceso. Pensé que no iba a entender lo que me pedía, que iba a venir con sus sistemas y técnicas y yo no cazar ninguna porque no tengo esa escuela. Él tenía que llevar a puerto el barco y yo estoy acostumbrado a la autogestión. Una vez me gritó: «yo soy el director, no vos». Tenía razón. A la noche lo llamé por teléfono y le pedí disculpas. Me dijo que necesitaba que confiara en él. Así tiene que ser".
–¿Tus compañeros del colegio vinieron a verte?
–Sí, algunos. Y uno del call center que siempre me decía que iba a ser famoso. Lo vi hace muy poco, en la fila dos. Gritó mi nombre durante el saludo, lo vi y se me llenaron los ojos de lágrimas.
Sunset Boulevard. de Andrew Lloyd Webber, Don Black y Christopher Hampton. Dirigida por Claudio Tolcachir. En teatro Maipo (Esmeralda 443). Miércoles a viernes a las 20.30, sábado a las 19 y 22.30 y domingo a las 19. Entradas desde 300 pesos.
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