En dos horas se subirá al escenario de una de las salas del Multiteatro para realizar la primera pasada con público de Gente feliz, la nueva comedia escrita y dirigida por José María Muscari que la cuenta como una de las integrantes de un elenco coral integrado por Patricia Palmer, Pepe Novoa, Laura Esquivel, Gastón Soffritti, Cecilia Dopazo, Mariano Torre, y Manuel Vicente. Se la percibe entusiasmada, aunque pesa más la ansiedad lógica provocada por la inminente llegada del público y el primer veredicto sobre la nueva aventura. "Tengo debilidad por Muscari, lo quiero, lo respeto mucho. Para mí es como un hijo. Hay mucha amorosidad de las dos partes. Cuando me lo propuso, le dije: "¿Te parece, Muscari"? Y él me dijo que sí. Que me tenía que teñir o me ponía una peluca. Y, como alguna vez le he dicho que no y luego me arrepentí, acepté rápidamente", confiesa María Leal a LA NACION sentada en una de las butacas de una platea vacía y aún en penumbras, enfrentada a un escenario solo habitado por sonidistas e iluminadores. La razón del cambio de fisonomía tiene que ver con el personaje de bisabuela que le toca interpretar en esta nueva aventura. "Busqué mucho en lo corporal. Trabajé en cómo colocar las manos, cómo caminar. Uno de los chicos de vestuario me dijo que tenía que solucionar algo en mi ropa porque notaba que se me caían los hombros. Y yo le dije: ´Querido, estoy actuando´. Me puse muy contenta con ese comentario. Estaba logrado lo que quería hacer", explica mientras va saludando a Patricia Palmer y Laura Esquivel.
-¿Hubo alguien que funcionase como inspiración concreta?
-Mi mamá, que está por cumplir 100 años y también investigué en la época en la que ella fue joven, en la que se enamoró.
Gente feliz mostrará a cuatro parejas de diversas generaciones en una escena dividida: por un lado, ellos; por el otro, ellas. Y en ese juego, espejar los mismos temas con diversas miradas sostenidas desde el género y las diferencias de edad. "La obra aborda los temas básicos de la vida: el amor, el sexo, la fidelidad y la muerte".
-Serás una bisabuela joven.
-No tanto.
-¿Cómo te enfrentás al paso del tiempo?
-Mucho no me entero. No por negadora, sino porque estoy muy ocupada para preocuparme. Mi viejo se fue a los 97, y el día anterior a fallecer estaba conmigo tomando una copa de vino y fumando en el balcón. Y mi vieja está llegando a los 100. Yo ni pienso llegar a esas edades, me parece una exageración.
-¿No te gustaría ser longeva?
-No, para nada.
-¿Por qué?
-Supongo que voy a estar mientras pueda trabajar. Después no se... Quizás en el medio tengo más nietos o bisnietos y eso me puede entusiasmar.
La actriz disfruta de su nieto de 16 y de su nieta de 11, aunque añora las épocas en las que se quedaban más seguido a dormir en su piso 20 de Recoleta con vista al río. "Son adolescentes, ahora tenés que embocarla para que se queden a dormir en tu casa".
-Dijiste "voy a estar mientras pueda trabajar". Conclusión: el gran motor de tu vida es la vocación por la actuación.
-Recién ahora.
-¿Disfrutás más ahora que antes?
-Sí, sin dudas. Alejandro Doria me decía que yo había tratado muy mal a mi carrera porque siempre estaba pendiente de mis padres y de mis hijos, dado que me quedé viuda muy joven. Le prometí a mi marido, antes de fallecer, que no iba a hacer teatro hasta que los chicos crecieran. Respetar la comida, el baño y el ir a dormir temprano me parecía fundamental, pero se me fue la mano porque no volví a un escenario hasta que los chicos terminaron el secundario.
-¿Te arrepentís?
-Para nada.
Un oficio
"Como decía Alberto Ure: ´Los actores somos seres tan indefensos, tan pobrecitos´. Es que trabajamos con la emoción. Un aplauso te cambia la vida".
-Hay algo irracional en esa dinámica...
-Es una locura, una barbaridad, porque el que te aplaude es un desconocido y, sin embargo, eso nos alimenta. Somos unos pobres desgraciados los actores.
-La búsqueda del afecto atraviesa el arte casi por definición.
-Por eso hace algunos años comencé a valorizar esta carrera.
María Leal enviudó a los 30 años. Ya era madre de dos hijos. La partida de su marido, Martín Rodríguez Mentasti, integrante de una dinastía con apellido indisolublemente ligado a la industria del cine, la llevó a replantearse su trabajo y, sobre todo, su vida. "Nunca abandones tu carrera, María, es lo que siempre va a estar con vos, jamás te va a defraudar", le dijo el padre de sus hijos sabiendo que su final se aproximaba.
Uno está en un barquito, de un lado está el éxito y del otro, el fracaso. Hay que hacer equilibrio, quedarse en el medio y no creerse nada. El que se la cree, pierde.
-No abandonaste tu carrera, ¿estás conforme con lo logrado?
-Está bien lo que hice. Es cierto que desaproveché oportunidades, pero nunca es tarde.
Simplemente María o ¡Grande, Pa!, por citar solo dos títulos, le hicieron conocer el éxito con sabor a suceso. Pero, con tantos años de oficio, también aprendió de lo efímero de esas mieles y de los aprendizajes de aquello que no sale como se espera: "En el año 1968 entré al elenco de Simplemente María. La gente paraba la vida para ver esa novela. En mi caso, me llamaron para hacer un papelito, pero mi personaje creció tanto que se convirtió en un éxito total y absoluto. La calle explotaba, no paraba de firmar autógrafos, desde los autos me saludaban. En el año 1970, la autora decidió hacer la continuación de Simplemente María a partir de una nueva telenovela que se llamó María Chiquita. Pero, ese año, se jugó el Mundial de fútbol y la gente tenía la cabeza en el fútbol. De entrada, nos fue mal. Fue un fracaso que duró sólo tres meses. Nunca terminaré de agradecerle a la vida eso. Uno está en un barquito. De un lado está el éxito y del otro, el fracaso. Hay que hacer equilibrio, quedarse en el medio y no creerse nada. El que se la cree, pierde.
-Podríamos decir que en tu caso se trata de una carrera de resistencia y no de velocidad.
-Muchas veces han consultado mi opinión sobre determinados personajes que surgen de una publicidad, un reality o son mediáticos con mucha presencia en la pantalla. Mi respuesta es siempre la misma: los espero dentro de cincuenta años para ver dónde están. Quizás algunos tengan condiciones, pero el que decide es el público.
Gente feliz
"´Lo mejor de la vida no es que te amen, es amar. Eso es ser gente feliz´. Eso lo digo en el final de la obra. Y lo comparto plenamente. El secreto no es solo dar amor, sino que el otro lo reciba".
-¿Dónde se apuntala tu felicidad?
-Para mí, la felicidad está en cosas chiquitas, en la sumatoria de lo cotidiano. Y está en el darse cuenta cuando eso sucede, porque se puede estar muy apurado y que pase inadvertido. La gente vive muy apurada, no se sabe a dónde va.
Su constructo de felicidad se fortalece a partir de aquellos momentos en los que tuvo que hacerle frente a la tragedia. Conocer el dolor, a veces, permite construir el opuesto desde un lugar más sólido: "Cuando tuve a mis hijos paré de trabajar, pero cuando me quedé sola tuve que salir a apechugarla, a pelearla. Estuve un tiempo trabajando en la distribución de películas, en la oficina que había dejado mi marido. Me sentía bien, pero tenía un socio que falleció al tiempo de la muerte de Martín. Así que, miraba para un lado y no estaba mi marido. Miraba para el otro, y no estaba el otro socio. Un día me senté frente a mis chicos y les dije: ´No sé si van a poder ir a esquiar en invierno o al mar en verano, pero yo quiero volver a trabajar como actriz, porque no deseo otra cosa´. Y así fue".
-Alguna vez dijiste que siempre tenías que tener una zanahoria a la vista para encauzar el deseo detrás de eso. Hoy, ¿qué representa esa zanahoria?
-La zanahoria es tener paz. Un poco más de paz y rodearme solo de gente buena. No quiero ser ni mejor ni peor que nadie, y quiero andar por la vida dando amor. La gran zanahoria es el amor.
-¿Volverías a formar una pareja?
-No descarto volver a enamorarme.
-¡Toda una confesión!
-Eso pasa o no pasa. Hace mucho que no estoy con nadie, pero estoy preparada.
Sus principios
-¿Qué opinión te merece lo que sucede en torno al posicionamiento de la mujer en la sociedad y el trabajo del Colectivo de Actrices?
-El 8 de marzo es el día de la mujer. ¿Por qué no hay un Día del Hombre? Es la misma discriminación. El Colectivo de Actrices me parece un muy buen movimiento, pero creo que no tienen que pasarse, tienen que tener mucho cuidado.
-¿Por qué lo decís?
-En medio de todo este problema que se armó con este chico (Juan) Darthés y la niña (Thelma Fardín); una mañana yo estaba en el banco y, al salir, un señor grande muy guapo al que le decían doctor, me abrió la puerta para que saliese primero y me dijo: "Adelante". Cuando le agradecí, me respondió: "Espero que no me acusen de acoso por haber hecho esto". Tenía razón. Se ha exagerado mucho con lo de las escenas de amor, con que los varones se sobrepasan. Ahora los pobres tipos van a ir a hacer una escena de amor con tanto terror que van a besar como el culete. Creo que tenemos que tener los mismos derechos y creo en la ley de despenalización del aborto. Pero no somos iguales, gracias a Dios. Yo estoy muy contenta con ser mujer.
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