Marcelo Allasino: "En el INT la pesada herencia trasciende al kirchnerismo"
El director ejecutivo del Instituto Nacional del Teatro hace un balance de su gestión en el organismo de fomento a la actividad
Poner el foco en hacer, pero también en mostrar lo que se hace: una díada indispensable en cualquier función, sobre todo la pública. Tal como aprendió en sus años de director del Festival de Teatro de Rafaela y, más tarde, como secretario de Cultura de la misma ciudad, Marcelo Allasino dio a conocer hace unos días un minucioso informe de gestión dando cuenta del trabajo realizado por él y su equipo durante el año que pasó. Esta vez, claro, las cosas giran en torno a su primer año como director ejecutivo del Instituto Nacional del Teatro (INT). El documento, disponible en el sitio web del INT, ofrece un pantallazo por la cosas que pasaron y las decisiones que se tomaron durante 2016 en la institución vertebral del quehacer teatral argentino, que este año cumple dos décadas. Por un lado, a través de cifras, muchas cifras: funciones llevadas a cabo en el país (tanto en el marco de fiestas provinciales, de la Fiesta Nacional o del Circuito Teatral INT), dinero ejecutado en compra de equipamientos y adquisición de salas, becas ofrecidas a artistas, gacetillas publicadas, impacto y alcance de las noticias del INT en redes sociales y un largo etcétera. Pero, más allá de los datos duros, el informe también dedica tiempo y espacio al entramado de un relato: el de la reconversión del INT en una institución con foco puesto en "el diálogo, la transparencia, la eficiencia y la innovación", después de una crisis profunda.
-Una de las primeras páginas está dedicada a desarrollar las consecuencias de la fractura institucional que se dio en el INT durante 2015. Allí se menciona "el accionar de algunos representantes provinciales en contra de la institución". ¿Cual es la situación a la que se alude concretamente?
-Que durante 2015, el INT pasó por su crisis más grave es algo de público conocimiento. La fractura que se dio entre el director ejecutivo anterior (Guillermo Parodi) y el Consejo de Dirección, llevó a que muchos representantes provinciales incentivaran a las comunidades teatrales de sus respectivas provincias a accionar judicialmente en contra del organismo. Eso, por supuesto, va en contra de cualquier código de ética y de su deber como funcionarios públicos. Cuando asumí, en diciembre de 2015, me encontré con que el Instituto tenía una serie de acciones legales y judiciales abiertas que había que desactivar con urgencia.
-Un año y unos meses después, ¿cuál es la situación?
-Afortunadamente, ninguna de esas acciones sigue abierta, porque dedicamos gran parte del año a hacer un trabajo de mucho diálogo y acercamiento con las comunidades de San Juan, Salta, Santa Fe, Mendoza y San Juan, principalmente; de viajar a cada territorio y de reunirnos con la gente para abrir el diálogo. Todos desestimaron las causas que habían abierto. Pero el trabajo de contacto y acercamiento puso en evidencia un aparato muy perverso que se venía dando dentro del Instituto.
-Seguir dedicando tiempo a hablar de lo que pasó en gestiones anteriores después de un año de nueva dirección y sostener el discurso de "la pesada herencia", ¿no puede resultar contraproducente en el trabajo diario con los trabajadores de la institución y con los artistas?
-Es que nosotros recibimos una pesada herencia, sí, pero que trasciende a los años del kirchnerismo. Y aún hay que dedicar tiempo a explicar las cosas que pasaron dentro del Instituto, a hablar sobre el tema, sobre todo para recuperar la confianza de las comunidades teatrales en el país, que se fueron alejando paulatinamente del INT cuando empezaron a conocer los manejos que ahí se daban. En el Instituto hay una herencia de veinte años de haber hecho algunas cosas muy mal, no doce, esto es importante decirlo. Y creo que, en gran medida, esto tuvo que ver con el escaso interés que ha despertado el teatro en las gestiones nacionales anteriores. Esa es una realidad que tenemos que asumir.
-¿Cómo es su relación hoy con el Consejo de Dirección?
-Compleja. Creo que va a llevar varios años lograr que el Instituto termine realmente de abrir sus puertas, estar de verdad dispuesto a la diversidad de miradas. Durante todos estos años, el INT ha tenido una gestión política muy endogámica, donde un grupo de gestores se fue fortaleciendo a sí mismo: siempre se votaron mutuamente para perpetuarse en los cargos. Romper con ese statu quo va a ser mucho más complejo de lo que yo me imaginé cuando asumí. De todas maneras, durante el año que pasó tuve acompañamiento para llevar adelante políticas clave. Por ejemplo, las nuevas líneas de subsidios o la reasignación de los equipamientos de luz y sonido adquiridos para los Teatros de la Independencia, salas que finalmente no se construyeron.
-En el listado de "Aportes específicos a la actividad teatral" ejecutados en 2016 puede leerse que la ayuda para comprar la sala Apacheta se llevó más de un quinto de esa partida presupuestaria. Esta decisión, ¿no alimenta el "fantasma unitario" que se busca diluir en el Instituto?
-La decisión de acompañar a Apacheta fue compleja, pero no fue diferente de las decisiones que el Instituto tomó, a lo largo de estos veinte años, ante otras situaciones parecidas. De hecho, la sala que yo dirigí durante casi veinte años en Rafaela, el Centro Cultural La Máscara, se compró con una ayuda del INT en el año 2003 ante una situación muy parecida a la de Apacheta: el dueño quería vender el lugar, a nosotros o a quien fuera. Y es importante aclarar que Apacheta se compró con recursos de la región Centro, porque las representantes de la Ciudad y la provincia de Buenos Aires apoyaron el proyecto y consideraron que había que dar una respuesta al problema. No se tocaron fondos de otras provincias. Esta fue la situación que nos motivó a crear una línea de subsidios para la compra de salas a proyectos de excelencia en todo el país, que en 2016 ayudó a comprar diez salas.
-Algo que llama la atención del informe es que, si bien se narra en detalle la historia reciente del INT, en ningún momento se menciona con nombre y apellido al director ejecutivo anterior, a pesar de que se alude a él en varios pasajes. ¿Fue una decisión deliberada no dar su nombre?
-Guillermo Parodi fue un director crítico para el organismo: en su gestión se dio esta crisis tremenda sobre la que él no tiene responsabilidad exclusiva. Él, incluso, sentó las bases para que se pudiera empezar una etapa más saludable, más transparente en el INT. Y yo se lo agradecí personalmente. Pero cada vez que su nombre aparece o resuena en la comunidad teatral, parece que uno nombrara al demonio: se hizo una campaña tremenda en su contra. Incluso estudiantes de muchas escuelas de teatro, fogoneados por los representantes provinciales, le pintaron carteles, cantaron en su contra. Yo creo que es más sano no volver a personalizar; incluso hay otros responsables del desastre que tampoco son identificados con nombre y apellido en el informe. Es una especie de señal de que queremos ir por un camino más saludable, no reincidir en batallas personales. Ahora, el foco está puesto en pensar hacia dónde queremos ir.
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