Marcela Roggeri viaja a la París de los años 20
Hoy, en el teatro Coliseo y junto al francés François Chaplin, recreará esa época a través de la música de Poulenc, Debussy y Ravel
Durante los años 20 se fundó en París un cabaret que tomó el nombre de una obra escrita por Darius Milhaud al regresar del Carnaval de Río de Janeiro. Impresionado por esos ritmos que había escuchado, el compositor decide tomar una melodía popular brasileña, "O Boi no Telhado", y desarrollarla en una obra que hablara sobre esa idea del caos y la diversión. Este cabaret se convirtió en el lugar de encuentro de la movida cultural: Picasso, Stravinsky, Diaghilev, Chanel y Chaplin iban a compartir allí junto a Debussy, Ravel y el grupo de compositores conocidos como "Los Seis". Desde que visitó ese emblemático lugar siendo una adolescente, Marcela Roggeri soñaba que ella también era parte de esa movida en donde se habían gestado tantas obras maravillosas. Han pasado ya varios años e infinidad de cosas en su carrera, pero será ahora, con su espectáculo París, les Années Folles, le Boeuf sur le Toit y junto a otro pianista, el francés François Chaplin, cuando finalmente recree hoy, a las 20.30, esa atmósfera en el escenario del teatro Coliseo (M. T. de Alvear 1125) y para el ciclo de Nuova Harmonia.
Se declara defensora de la unión entre todas las manifestaciones del arte; le gusta que folklore, música clásica, literatura, pintura y danza se integren en la medida de lo posible. Por esto, la pianista es reconocida por presentar programas temáticos: Satie y los otros, Vivir en el fuego, Cher Jean Renoir, je vous ecris, entre otros. Siente que así, para quienes escuchan, existe algo atrayente en seguir esa historia de lo que se está tocando en el escenario. "Me gusta conocer la parte humana de cada músico que interpreto, interiorizar su psicología y ver cómo muchos de ellos, a pesar de haber tenido vidas sufridas, han logrado transformar ese dolor con su arte. Y esto es lo que quiero que refleje este programa, como entre estos dos momentos tan terribles en la historia de la humanidad que significaron las dos guerras, estos artistas franceses pudieron remontar con tanta energía y hacer catarsis a través de la cultura".
François Chaplin había grabado la obra completa de Debussy y Roggeri, un disco con obras de Satie cuando se conocieron. De allí, al igual que los dos compositores que tocaban a cuatro manos, surgió la idea de hacer algo juntos. Después fueron agrandando el programa y terminaron con este recital 100% francés, en el cual todas las obras que interpretan -salvo la "Pavana para una infanta difunta" de Ravel- fueron escritas para dos pianos por los propios compositores. "Hay una gran diferencia cuando son los mismos compositores los que ya las pensaron así, uno siente que la escritura es perfecta y eso influye mucho. Puede que a veces tenga en mente otras obras, pero cuando no me convencen como están escritas o transcriptas, no puedo avanzar. Además, el hecho de haber comenzado a tocar a dos pianos cuando tocaba con Bruno Gelber, mi maestro, hizo que me gustara esta formación. Los dos pianos se complementan, se potencian y se vuelve algo muy orquestal", explica.
El otro hilo conductor de este programa es la danza, otra de las pasiones de la pianista. El programa comienza y termina con una danza, que si bien son bailes y el programa es festivo son terribles; como para recordar que estamos en un período entre una y otra guerra. "La «Danza Macabra», de Saint-Saëns, está más cerca de la Belle Époque, que fue antes de la Primera Guerra, y por eso es un buen punto de partida; terminamos con «La Valse», de Ravel, una obra terrible por lo frenética y endemoniada, suerte de presagio de lo que vendrá después. Entre los compositores del programa, Poulenc recibe un tratamiento vip total y es uno de mis preferidos. Su música está entre la efervescencia francesa y una profundidad que me resulta fascinante. Es injusto que, al lado de Debussy y Ravel, al grupo de «Los Seis» a veces se los considere como menor", sostiene la pianista.
Durante el comienzo de su carrera y agobiada por el ritmo frenético de conciertos, Roggeri tuvo que alejarse y tomar distancia. "Hoy en día la continua falta de tiempo para preparar una obra sigue siendo el tema que menos me gusta. Pero al final se supera, ya que ser parte de este medio que sirve para levantar barreras, romper límites y superar el sufrimiento hace que ame lo que hago", afirma quien fue bautizada como "la más francesa de las pianistas argentinas" cuando en 2006 ganó el Victoires de la Musique Classique.