¿Mañana es mejor? Queríamos tanto a Spinetta
La paradoja se despliega tan nítidamente que no fue advertida en su justa dimensión: el nuevo disco póstumo de Luis Alberto Spinetta, publicado en CD y vinilo el día que hubiera cumplido 70 años, se titula Ya no mires atrás. Un subrayado de su célebre "mañana es mejor", que patentó en 1973 en el disco Artaud, la insistencia de una idea. La máxima, recitada hasta la extenuación como un mantra, funcionó como la rectora de un plan estético y político. Ese plan definió una trayectoria ejemplar, que parece chocar con la decisión de hurgar cofres del ayer, en este caso de una grabación inédita realizada entre 2008 y 2009.
Spinetta cumplió a rajatabla la consigna del "mañana es mejor", muchas veces rozando cierto fundamentalismo artístico. Durante décadas, por caso, se negó a tocar una simple y bella canción de amor de tres minutos como "Muchacha (ojos de papel)" porque le parecía una concesión al pasado. Resulta tentador imaginarlo, ya septuagenario, contemplando todo lo que está ocurriendo alrededor de él, algo así como una exhumación permanente de historias y canciones en formato de libros, notas periodísticas, conciertos, documentales o discos. Y, también, la celebración gozosa de un legado.
A mediados de enero ocurrieron al menos dos acontecimientos más alrededor de Luis Alberto Spinetta, además de Ya no mires atrás, que mezclaron en la misma baza pasado, presente y, acaso, futuro: la efeméride exacta de los 50 años del primer disco de Almendra y la publicación del nuevo álbum de Eminem, Music to be Murdered by, que incluyó un sampler de "Amame Petiribí", de Pescado Rabioso, escrito por Spinetta, Carlos Cutaia y Black Amaya. También por esas semanas se supo que durante el 2020 editarán un concierto en vivo de Invisible en el teatro Coliseo, de 1975, otro registro del formidable archivo sonoro de Carlos Melero. Hay una fila de grabaciones en directo para ser publicadas, como una de las históricas presentaciones en el Teatro Colón de 2003 y de 2006.
La arqueología del rock es ya una tradición y se debate entre el mero valor testimonial y el puramente artístico. Entre los primeros, anda dando vueltas una grabación casera de Almendra en trío –sin Rodolfo García, que estaba en el servicio militar– en el cumpleaños de Ernesto Acher; entre los rescates artísticos habrá que destacar el nivel musical de Ya no mirés atrás, que está a la altura del anterior disco póstumo publicado en 2015, Los Amigo. Pero mientras que el álbum del trío que completaban García y Dhani Ferrón se oye como lo que fue, un proyecto descontracturado y en desarrollo que quedó trunco por la enfermedad del Flaco, el material de Ya no mires atrás apareció –dicen– en un pendrive con las características de un álbum ya terminado. Incluso con el arte de tapa, un dibujo digital de un rostro robótico realizado por el propio Luis. "Los temas hasta estaban inscriptos en Sadaic", contó Catarina Spinetta, convertida en los últimos años en la cancerbera de la herencia musical de su padre. Fue grabado en el estudio La Diosa Salvaje, entre Un mañana y el concierto de la Bandas Eternas (el mañana, la eternidad… la omniprescencia del concepto del tiempo en la vida y obra de Spinetta es significativa) y por su rotunda belleza convoca a una pregunta: ¿por qué eligió no publicarlo?
Ya no mires atrás tiene asimismo su propia cabriola temporal. Incluye "Nueva luna, mundo arjo", un viejo tema que hacía en vivo con Jade, nunca grabado por él. El material funciona estilísticamente casi como un outtake de Un mañana. Es la misma matriz sonora –mucho mid tempo clásicamente spinettiano- y la misma banda: Nerina Nicotra en bajo, Sergio Verdinelli en bateria, Claudio Cardone y el Mono Fontana en teclados. Hay dos temas que estaban destinados a un disco de Grace Cosceri, cantante y durante años su coach vocal. Se trata de "Luces y sombras" y "Diadema". Este era un tema instrumental de Alejandro Franov, al que Luis le puso letra. La canción que titula el disco fue anticipada en Bios: Vidas que marcaron la tuya, especial para la televisión que National Geographic estrenó en septiembre del año pasado, un documental prácticamente familiar.
Entre los siete tracks destaca, precisamente, una canción que firman tres Spinetta: Luis, Dante y Valentino. Se llama "Merecer", e incluye un intenso rapeo de sus dos hijos que linkea directamente con… Eminem. La historia del Flaco post morten podría ser parte de la saga de Volver al futuro. El pasado dialoga con el presente, formando capas y capas de sentido y géneros musicales. Eminem resignificó en 2020 una canción de 1973 que habla de un árbol sudamericano como el petiribí para convertirlo en el relato en primera persona del asesinato a su padrastro. No fue el único. La banda de hip hop A Tribe Called Quest cabalgó sobre "Ruido de magia", de Invisible, de 1976, en "Dis Generation" (2016), y el rapero Flying Lotus recicló en 2012 el corito jazzy de "A estos hombres tristes" (Almendra, 1969) en el tema "Gone Fishing". El propio Spinetta, durante el concierto de Vélez de las Bandas eternas (2009), montó junto con Dante y Valentino sobre el clásico de Manal de 1970, "Necesito un amor". Es un tremendo funk: Dante toca la guitarra y Valentino rapea y lleva la letra de Javier Martínez, libremente, hacia otros territorios. La operación de los Spinetta con Manal no difiere de la Eminem, A Tribe Called Quest y Flying Lotus con la música de Pescado Rabioso, Invisible y Almendra respectivamente.
En el libro Retromanía. La adicción del pop a su propio pasado (Caja Negra), Simon Reynolds pregunta: "¿Nos dirigimos acaso hacia una especie de catástrofe ecológico-cultural, en la que la búsqueda de los archivos de la historia del rock también se agotará?". Y postula: "Lo retro siempre alude al pasado relativamente inmediato, a cosas de las que se tiene una memoria viva. Implica un elemento de recuerdo exacto: el fácil acceso a la documentación archivada (fotografías, videos, grabaciones musicales, Internet) permite que el viejo estilo sea replicado con precisión".
Más preguntas contrafácticas: "¿Qué hubiera sentido Spinetta ante semejante reivindicación de su obra?". El carácter profético de los artistas se puede rastrear aquí en títulos como "Nunca me oiste en tiempo", aquella canción de Jade, o en frases perdidas en canciones, como "tu tiempo es hoy" y tantas más. Spinetta nunca comulgó con el pasado, ni con la nostalgia. Una de las frases que más utilizaba en la década del 80, cuando le parecía que alguien abusaba de la melancolía, era: "Va para atrás como pelo de Evita". Surgido de la primera horneada de rock argentino, el movimiento aparece sostenido por una ética artística irreductible. Empezando por Litto Nebbia y siguiendo por Charly García, aquellos chicos que apenas pasaban los veinte no tenían problema en soslayar el éxito en busca de sus deseos y búsquedas musicales. Nebbia saltó de "La balsa" a la fusión folklórica con Domingo Cura, al trío jazzístico con Néstor Astarita y el Negro González y a discos complejísimos como Muerte en la catedral y Melopea; Charly se bajó de Sui Generis en el cenit: después de la segunda función en en Luna Park en la despedida de esa banda, en 1975, se fue caminando por la avenida Corrientes como si nada. Su mente ya estaba en la frecuencia prog rock que canalizó en su siguiente banda, La Máquina de hacer pájaros. Spinetta pertenece a ese linaje. Dinamitaba los puentes que él mismo construía para ir siempre un poco más allá.
En ese sentido, otra paradoja de esta insospechada Argentina convertida en Spinettalandia es la relación del músico con la industria del entretenimiento y, por extensión, con el mercado. Fue un vínculo tenso, repleto de animosidad y desplantes. Spinetta tenía una inquina especial con las compañías discográficas que se manifestó en cada una de las etapas de sus 40 años de carrera. Desde el kilómetro cero de su vida profesional rockera exhibió un temple de hierro. En 1969 se plantó ante la CBS, que no quería saber nada con la tapa del ahora icónico payaso triste del debut de Almendra. Les parecía más vendible que en la portada apareciera una foto de los cuatro músicos, al estilo Beatles y que la gente los empezara a conocer. En el libro A todo volumen. Historias de tapas del rock argentino, Sebastián Ramos recoge el testimonio del músico: "No queríamos dejar las cosas en manos de tipos mediocres de las discográficas, que hacen tapas de discos como si fueran chorizos (…). Yo había dibujado un original súper laburado. Y los tipos de la grabadora nos empezaron a bicicletear diciendo que no sabían dónde lo habían guardado. Pero nosotros no íbamos a permitir que el disco saliera sin ese dibujo. Pasaba el tiempo y no aparecía, no aparecía. Entonces exigimos ver el original. Agarramos al productor de ese momento y lo presionamos hasta que nos confesó que lo había tirado. Me volví loco, pero como tenía el dibujo bien claro en mi cabeza, me fui volando a casa y lo hice de nuevo. Quedó tal cual".
La anécdota sintetiza su grado de convicción, aún casi adolescente y como líder de una banda emergente, totalmente ignota, que había logrado lo que todo grupo de barrio soñaba, de Liverpool a Belgrano: firmar un contrato con una compañía multinacional. Tres años después del episodio de la tapa, Spinetta se encontró casualmente con Charly en el restaurante Pippo. García gozaba las primeras mieles del suceso de Sui Generis. El Flaco –que parecía mucho más grande que Charly y estaba en plena época de artista maldito con Pescado Rabioso- le dijo: "Tenés mucho talento. Cuidate de los vampiros: te van a querer chupar la sangre". Un año más tarde, en 1973, presentaba el disco Artaud con el célebre manifiesto "Rock: música dura, la suicidada por la sociedad" en el que denunciaba, entre otras cosas, "el negocio del rock". Tenía 23 años.
Esas actitudes lejos estuvieron de ser arrebatos de juventud. Fueron parte de un medular diseño existencial que llevó a cabo contra viento y marea. Ese temperamento, sumado a una poética singular y a lecturas de pensadores y filósofos que ensanchaban los límites de su propia obra, forjó cierta aura distante, de paladar negro, un malentendido finalmente. Spinetta fue confinado a la rancia categoría de artista exquisito, de elite. Y a su vez, otra paradoja, no dejaba de ser un personaje querible, de barrio, familiero, buen cocinero, fan de River Plate. Como señala Tweety González: "Luis era una mezcla perfecta de estrella de rock, pibe con calle, padre, amigo, artista e intelectual".
"No hay mejor sponsor que la muerte", dice Rubén Rada cuando le preguntan por Eduardo Mateo, un genio uruguayo que cuando la gente lo veía cruzaba la calle y que, al morir, se transformó en leyenda. Spinetta no tiene nada que ver con Mateo. Fue reconocido en vida, pero estuvo muy lejos de ser el personaje indiscutido y apto para todo público en el que parece haberse convertido. ¿Alguien recuerda las canciones del disco Pan, de 2005? ¿Y de Un mañana, de 2008? Mientras se aguardan novedades de pendrives y de otros archivos sonoros, pervive un magma musical editado que nunca fue "oído en tiempo". Hablamos de un artista extraordinario que siempre hizo tercamente lo que quiso, que era más local en el teatro La Cova de San Isidro que en el Gran Rex de la calle Corrientes, que nunca fue gran vendedor de discos, que casi no salía por televisión, ni daba entrevistas.
En los últimos años han salido libros, ensayos, biografías y antologías de distinto calibre y seriedad. Y está bien. Harán falta muchos libros, documentales y conciertos tributo para desentrañar un universo poético en sí mismo, que provoca más preguntas que respuestas. Es una incógnita cómo hubiera tomado él esta maratón reivindicativa. Como todo hombre inteligente, sabía desplegar un sutil sentido del humor. En un momento se hartó de que lo consideraran un artista elevado, solemne, sentencioso. "No quiero ser el Padre Lombardero del rock", decía. E iba más allá: "No quiero ser la mosca blanca del rock nacional, ni el Borges, ni un coño de todo eso. Luis es Luis y mejor que no venda tantos discos como otros artistas, así no me agarra el bobero y me rapta para siempre".
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