Malena Guinzburg asoma al portón de su casa en Villa Ortúzar y conduce al interior de una antigua construcción en galería completamente reciclada: el patio con baldosas naranja rodeado de plantas que se trepan a las paredes, la cocina en damero y un amplio living comedor con piso de pino tea con paredes de ladrillo a la vista.
Mate de por medio, la hija del inmenso Jorge Guinzburg se alista para la charla con la tapita de un celular recubierto de lentejuelas entre sus manos, que peina de un lado a otro como niña con juguete nuevo, y solo interrumpe entre un mate y otro.
Actriz, comediante, humorista, desde principios de año integra el equipo de Basta de todo, el programa radial que conduce Matías Martin por las tardes en la Metro, junto a Diego Ripoll y un gran equipo. Además, viene de festejar el primer año de Mucho, el show de stand up que comparte con Diego Scott, Pablo Fábregas y Fernando Sanjiao en el Paseo La Plaza, pero además del monólogo humorístico se le anima al bajo eléctrico. Y va por más.
"Estoy tratando de amigarme un poco con esto de ser actriz porque me parece más amplio que comediante. El año pasado, por ejemplo, hice una obra de texto para Microteatro que se llamó El árbol que tapa el bosque, donde hacía de una señora grande. Siempre quiero hacer más cosas, y la ficción es lo que tengo más pendiente", dirá en un tramo de esta entrevista, antes de entregarse a la sesión de fotos: "La parte que más odio", asegura. También dirá que está sola y que le encantaría estar en pareja y enamorada.
"Sí, tengo ganas de todo eso, pero quiero estar con alguien que me sume, no solo por estar con alguien. Y no es tan fácil. No sé si tendré hijos, ya me siento un poco grande para tenerlos, nunca tuve muy claro el deseo de ser madre".
Carne de diván, "supone" que su infancia fue buena, aunque la adolescencia estuvo marcada por muchos complejos. Su madre, psicóloga, y su padre, periodista, se separaron cuando tenía 8 años y vivían en el barrio de Floresta. "A los 14 llegué a pesar noventa y pico de kilos, era muy petisa, además de muy bizca, y pronunciaba mal la erre, no zafaba por ningún lado. Era un blanco fuerte de bullying. Sufría mucho, todo era un drama, tenía una personalidad muy melodramática", recuerda.
-¿Cómo era la mesa chica de los Guinzburg?
-No tengo tantos recuerdos de ellos juntos. Mi viejo era un tipo que laburaba mucho, creo que esa ausencia la entendí de grande, con mi propio laburo, cuando pienso que me gustaría ver más a mis sobrinos y muchas veces no llego porque me la paso laburando. Mi viejo era como se lo veía. Bastante cabrón también, pero no era un tipo serio, era muy jodón y divertido. Conmigo padecieron mucho mis temas de angustias, mis problemas de gordura, de llevarme a médicos, a operarme de los ojos.
-En Mucho te reís de vos misma. ¿Cómo elegís los temas de los que hablás en el show, como las redes sociales, la amistad o la envidia?
-En general, cada vez que tengo que armar un monólogo lo padezco mucho, justamente haciéndome esta pregunta: ¿de qué quiero hablar? Me inquieta el tema de las redes sociales, el qué queremos mostrar, qué mostramos, cómo nos ven. Me importa y me parece que es un cotidiano que todos padecemos. Pensar que todos la pasan mucho mejor que nosotros. Muchas veces me escriben en las redes, me dicen "me gustaría ser tu amiga", ¿siempre muriéndote de risa? ¡Si supieran! En las redes soy lo que muestro, pero también está el otro costado que uno no muestra, y cuando lo ves en otros pensás que todos son felices todo el tiempo. Me parece un tema interesante, así como las relaciones, la soledad, siempre escribo desde mí.
-¿Tenés alguna rutina para escribir tus monólogos?
-Sufrir mucho. Sufrir y autoflagelarme (risas). En general, escribo monólogos cuando tenemos que hacer un show nuevo y tengo un plazo. Soy muy de anotar cualquier cosa que se me ocurra en el celular, me obsesiono y estoy todo el día pensando en eso: una idea, un tema, un chiste, cosas que me andan dando vueltas de mi vida; de mis amigos, de lo que está pasando, de lo que voy escuchando, de lo que voy hablando. Me pongo mucho más atenta a ver lo que me está pasando. Y lo padezco bastante. Siempre pienso: ya está, no se me va a ocurrir nada.
-¿Qué es el humor para vos?
-Una forma y una filosofía de vida. No sé relacionarme con gente que no tiene humor. Lo vivo como un defecto también, pero no sé cómo manejarme con la gente seria, no sé de qué hablar, quedo pagando, digo un chiste que no va. Hasta en los peores momentos, me río.
-¿Qué cosas te causan gracia?
-La torpeza, el aparatismo, lo espontáneo y lo inteligente también.
-En enero de este año te sumaste al equipo de Basta de todo. ¿Cómo es el día a día, la cocina del programa?
-Para mí fue como si me llamaran del Barcelona, un sueño. Estoy en un programa que escuchaba, con gente que admiro y me divierto mucho, lo paso muy bien, me cago de risa. En el cotidiano hay mucho grupo de WhatsApp, y otros subgrupos de producción. Se habla mucho, y todos los días nos juntamos 40 minutos antes a almorzar juntos. A veces no se habla del programa porque ya está todo cocinado, y a veces sí. Después de que terminamos quedamos un rato charlando de lo que pasó o boludeando. En un programa de radio de cuatro horas pasa de todo. Mi viejo decía que la tele era como estar en el living de la casa, y la radio era el comedor diario o la cocina, una cosa más relajada, de entre casa. Es como una charla de amigos, aunque sepamos que estamos al aire. Estoy en un enamoramiento absoluto con Basta de todo.
-¿Cómo nació tu personaje Mary Chongo?
-A partir del auge de Mary Kondo [la autora, empresaria y consultora de organización japonesa], se me ocurrió este personaje que te ordena un poco la vida sentimental. Todo surge por experiencias propias o de amigas, obviamente muy llevado al absurdo. La idea es no sufrir.
-¿Cuál es la mayor enseñanza que te haya dejado tu papá?
-Creo que son varias. En lo laboral, formar buenos grupos. Y que no es suerte, sino que hay que romperse, son horas de culo en la silla. Y después, sobre todo en los últimos años, también me transmitió el disfrute. Lo que más lamento es que no me haya visto en el escenario hacer stand up en un teatro lleno, disfrutando el laburo como yo lo disfruto hoy. A veces me veo tan parecida a mi viejo que me asusta.
-¿Una reflexión sobre el amor y la convivencia?
-Por un lado, me parece que está buenísimo, y por otro me parece que es una cagada. Me parece que está bueno cuando tenés una casa con un cuarto para encerrarte. Me gusta si estoy bien con alguien y enamorada de todo, querer estar con esa persona, llegar y que esté, poder compartir, pero, a la vez, necesito momentos para estar sola.
A veces me veo tan parecida a mi viejo que me asusta
-¿Hacés terapia?
-Hice terapia toda mi vida, obviamente. Ahora estoy justo en un impasse porque mi psicóloga vive en Córdoba, se estaba complicando un poco la logística y siento que estoy para alguien más seguido. Estoy en un momento en el que me parece que voy a tener que meter más horas (se ríe).
-¿Qué cosas te angustian?
-Así como me río de muchas cosas, también me angustio un montón. Creo que tengo una bipolaridad importante en eso. Podría caer en lo obvio, la situación del país, la gente que no tiene para comer, la falta de trabajo, todo eso sí. Pero además, creo que la soledad es un tema que siempre me da vueltas.
-¿Qué mirada tenés sobre la lucha feminista?
-Completamente pañuelo verde. Me parece absolutamente necesario que salga la ley, y me parece que la lucha feminista está buenísima.
-Para terminar, como un homenaje a tu padre, quisiera preguntarte: ¿cómo fue tu primera vez?
-No te la voy a contar. No la cuento porque fue muy particular. Hay una recontra historia de mi primera vez, pero creo que la voy a contar recién el día que escriba un libro.
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