Desde Madrid, en una extensa e íntima conversación telefónica con LA NACIÓN, la actriz profundiza sobre el legado de su apellido, la conexión que siente con la Argentina y cómo la ve desde la distancia
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Malena Alterio lo tuvo claro desde chica: lo suyo eran las tablas. “Por las dudas, saquen una licencia para manejar un taxi”, le aconsejó su madre a ella y a su hermano Ernesto cuando ambos decidieron ser actores. Y es que a la psicoanalista Ángela Bacacicoa no le hizo gracia que sus dos hijos tomarán el inestable rumbo del arte. Pero -la psicología lo sabe bien- el amor por la actuación emerge casi como un destino inexorable si tu padre es Héctor Alterio.
Malena nació en Buenos Aires, pero se instaló en Madrid con tan solo 8 meses después de que su padre sufriera amenazas de muerte por parte de la Triple A. El plan b -como era de esperarse- no hizo falta: saltó a la fama en tierras españolas gracias a su personaje en la comedia televisiva Aquí no hay quien viva y el mes pasado fue galardonada con un premio Goya a Mejor actriz por su labor en la película Que nadie duerma (que acá en la Argentina aún no se estrenó). En diálogo con LA NACIÓN la artista conversó sobre las pasiones que le despierta la Argentina, el rol de la cultura y el legado de su padre.
Una vida signada por la política: del exilio en el 74 a las críticas a Javier Milei
—Naciste en la Argentina en 1974 y siendo una beba viviste el exilio de tu familia a España.
—Vinimos a España porque mi papá tuvo una amenaza de muerte de la Triple A. Ante esa situación tan dramática, inquietante e incierta, mi mamá tomó la decisión de que nos viniéramos para España. Mi hermano Ernesto tenía tres años y yo tenía ocho meses y empezamos otra vida en otro lugar del mundo. Mis recuerdos de la infancia no son tristes, incluso en España siempre me sentí exótica o especial con mi familia argentina. Llamaba la atención porque era diferente y eso lo viví con alegría.
—¿Cuándo volviste por primera vez a la Argentina después del exilio?
—Volvimos a principios de la década del 80, cuando la mano de la dictadura estaba un poco más blanda como para poder empezar a volver. Tengo presentes muchas charlas y relatos de mis padres realmente muy angustiados: no entendían qué mal habían hecho como para estar expatriados de esa manera tan violenta. Tenían mucho miedo. Por eso que este hombre [Javier Milei] venga a cuestionar que no son 30.000 desaparecidos me duele, me hiere y me indigna porque mucha gente lo pasó muy mal. Mucha gente lo puede contar y mucha gente ni se sabe dónde está. Esto es real, está dicho y está juzgado. Así y todo lo que rescata siempre mi familia es que no hubo muertes alrededor de mi familia, ni de nadie cercano, lo sentimos como “una desgracia con suerte” y eso tal vez fue gracias al exilio.
—¿Qué es lo que más te preocupa de las medidas del presidente Javier Milei?
—Desde la distancia, y desde mi círculo de gente, veo mucha preocupación y bastante tristeza también. Creo que la cultura es importante, es algo que se tiene que apoyar. Además, hay mucha gente viviendo de eso que se puede quedar afuera. Los artistas cuentan el relato del país y que se les quite apoyo me preocupa en lo que me compete como actriz y también me preocupan la sanidad de los derechos en el país: la igualdad, el aborto. Muchos temas que se están tocando y que espero que no sean hundidos. Hay muchos artistas preocupados y no es para menos. Hay mucha preocupación y espero que la sangre no llegue al río. Espero y deseo que siga habiendo libertad y que uno pueda manifestar su descontento libremente sin que eso repercuta.
Una familia de artistas
—¿Cómo cargás el legado del apellido Alterio?
—El año pasado los acompañé a mi viejo y a mi vieja a Buenos Aires porque papá hacía un espectáculo precioso, A Buenos Aires, donde recitaba letras de tangos argentinos. Ese fue el motivo, que fue casi una excusa para viajar a Buenos Aires después de 10 años. Papá tiene 94 años y... Qué sé yo, siempre uno piensa que es la última vez, no lo sé si será, la vida da muchas vueltas y te sorprende. Lo cierto es que viajamos a Buenos Aires y lo que me fascinó absolutamente es el cariño inmenso que tenía la gente con papá... ¡Cómo lo abrazaban! ¡Le tiraban de la chaqueta para reclamar su memoria! “¿Te acordás que nosotros trabajamos juntos?”, le preguntaban. Fue una aventura sacarlo así de contexto a su edad, él en España vive tranquilo y de pronto va a Buenos Aires y está repleto de cariño y reconocimiento. Fue realmente emocionante y conmovedor ver cómo lo quieren infinitamente. El pueblo argentino es muy generoso en su devolución para con los artistas. De alguna forma, mi papá ha llevado en bandera al país, es un argentino que hizo historia en España y eso el argentino se lo hace saber. Fue un regalo alucinante y haberlo podido vivir con ellos para mí fue hermoso.
—Tanto tu hermano Ernesto como vos siguieron los pasos de tu padre y se dedicaron a la actuación.
—Mi mamá tenía una resistencia con la actuación y quería que tuviéramos un plan b. Ella, como conocía de cerca la carrera de mi padre, sabía de la inestabilidad del trabajo del actor ¡Y a sus dos hijos se les dio por actuar! Eso la tenía un poco preocupada y pensando en que tuviéramos un sostén o un ingreso fijo, se le ocurrió que nos podíamos comprar una licencia de taxi para generar dinero si no teníamos trabajo de actores. Afortunadamente, poco a poco Ernesto y yo fuimos construyendo nuestra carrera y no tuvimos necesidad de comprar una licencia.
Su vínculo con la Argentina
—¿Cuál es tu conexión hoy con la Argentina?
—Me siento muy conectada. Mi vínculo con la Argentina tiene mucho que ver con mis papás y aunque yo no haya vivido largas temporadas ahí, sí viajé muchas veces y tengo amigos y algo de familia. Aunque no viví ni trabajé en la Argentina, siento que esa es mi deuda pendiente. Ojalá se me dé alguna vez de conseguir algún trabajito ahí.
Hay mucho de la historia de la Argentina que la siento mía. Me reconozco en los sabores, en los dolores, en la comida, en la música, en el folclore. Hay algo de transmisión que hicieron mis papás conmigo que funcionó. Durante mucho tiempo sentí que no tenía pueblo aquí en España, pero con el paso del tiempo me di cuenta de que sí tenía una gran ciudad que se llamaba Buenos Aires, que me pillaba un poco lejos, pero que para mí es mi pueblo.
—Trabajaste con directores argentinos en España como Claudio Tolcachir y Daniel Veronese, ¿por qué crees que gusta el teatro argentino?
—Creo que hay un estilo argentino que llega y que conquista. Tiene una forma que seduce. Antes en España había un tipo de teatro tal vez más declamado. El teatro independiente argentino siempre fue muy real y natural. Y arriba del escenario proponían cosas disruptivas como que no importe dar la espalda al público. Además el acento siempre sumó puntos ¡Aquí la tonadita argentina seduce bastante! Los argentinos son muy queridos y valorados. Siempre pensamos que es un pueblo muy culto, muy inteligente, escuchar hablar a un argentino es una maravilla.
Vida personal
Malena siempre se preocupó por resguardar con hermetismo su vida privada. Apenas se conoce que mantuvo una relación de 15 años con el actor y director teatral Luis Bermejo. La pareja se conoció en 2002, dos años después se casaron y, en 2017, se separaron.
—No te gusta hablar sobre tus relaciones amorosas o sobre tu vida privada...
—Creo que los detalles sobre mi vida personal no son relevantes. Hay algo inevitable porque se conoce a mi familia y a mi trabajo, pero no se sabe exactamente quiénes son mis amigos. Creo que como actores no nos conviene que se sepa demasiado de nosotros. ¿Cómo le hago creer al espectador que soy una farmacéutica, una taxista o lo que fuese si conocen todos los detalles de mi vida? Por supuesto, que si el personaje está bien construido, se olvidan de Malena y se meten en el personaje, pero, no sé, no me gusta hablar demasiado de mi vida privada. Nunca lo he hecho, no es mi manera.
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