Madonna y Tupac Shakur, un romance antimarketing
A diferencia del mercadeo “afectivo” de la figuras del espectáculo local –mercadito only cash, al borde del desabastecimiento– las alianzas “amorosas” de Hollywood y alrededores han sido desde siempre estratégicas hasta en su fracaso. Esto es, exitosas hasta cuando su deceso antecede su mismísimo nacimiento. En el star system de Hollywood –sí, hay estrellas todavía, pero no se las encuentra en la zona de las productoras de la ciudad de Buenos Aires ni en la peatonal de Carlos Paz– una pareja es una alianza industrial que el periodismo se empeña en denominar “romance”.
En ese marco, desde hace casi 35 años, manda la mandona; impera Madonna, esa retacona fibrosa que para sentar precedentes a la hora de la elección de sus acompañantes, rompió cadenas con papucho con el hit “Papa don't Preach” y dejó claro, así, que todo lo que hay que extraer del anaquel de las masculinidades es lo que puede funcionar en escena como antónimo de papá.
A diferencia de lo que ocurrió con sus matrimonios con Sean Penn –conocido aquí como "el ex de Calu Rivero"– y Guy Ritchie y sus affaires con Warren Beatty y Jean-Michel Basquiat, entre otros, el mundo recién supo en 2015 de su relación con el rapero Tupac Shakur.
Corrían los primeros años 90 y el negro y la rubia compusieron una postal de Benetton que nadie vio ¿Por qué? Porque de eso se trata, también: saber manejar las salidas y entradas públicas de cada acoplamiento y no revelarlos como en una prolija sucesión de camachos (clase teórica que la colonia artística argentina debería tomar en caso, claro, de aprobar el curso de ingreso a la estelaridad).
Las relaciones son islas de los estados: a falta de batacazo, novedad o impacto en la prensa mundial, hay que revelar un vínculo del pasado en el confesionario del programa de radio de Howard Stern (de este lado del mundo, su equivalente sería concurrir a lo del Negrito Oro y esperar a que él termine de ladrar al son de “Tengo la camisa negra”).
Hoy, la noticia es la subasta: apareció una carta manuscrita de 1995 en la que Tupac –muerto en un tiroteo pandillesco en Las Vegas, un año después, tras vender más de 100 millones de discos y ostentar el título del mejor de todos los raperos del Bronx neoyorquino– invierte la colorimetría habitual del marketing musical para explicar una dolorosa ruptura. “Para vos –le escribe Tupac a Madonna a lo largo de tres folios, que serán subastados el 28 de este mes, con un precio de base de 100.000 dólares– ser vista con un hombre negro no supone ningún peligro para tu carrera. Es más, te haría parecer como una mujer abierta. Pero para mí, al menos desde mi forma de verlo, es como si estuviera defraudando a la mitad de la gente que me hizo ser lo que soy”. Y concluye: "Nunca quise hacerte daño".
Un dato le sube mucho el precio al documento a subastar: él lo escribió durante los meses que pasó en prisión por agresión sexual (aunque no contra la “Lucky Star”). Y otro elemento transforma a la misiva en baluarte utópico: en tiempos de (pos)igualitarismo, de Trump a las trompadas, de la “amenaza” del negro visto como “tigre de adentro” y de la protección de las fronteras contra el “tigre de afuera”, son líneas dignas de una nueva Constitución norteamericana. Y bien puede apostarse que ya tematizarán un próximo álbum de “mamá” Madonna (como cierto argot gay decide llamar a la Evita cinematográfica del menemismo).
Nota al pie: quizá haya que contarle esto a Benjamín Amadeo. Acaso le escriba una misiva parecida a Lali Espósito. Capaz que así alguna discográfica se copa y le edita a él un segundo disco solista.
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