Madonna en Córdoba: destino final

Con su estrella engripada o no, la demora del inicio es casi una regla en un show de Madonna. Es algo que repitió en la mayoría de las fechas de la gira, casi tanto como todo lo demás que hace una vez que sí empieza el show. El MDNA Tour en sus 88 paradas fue siempre un ajustado espectáculo en el que la Reina del Pop rara vez alteró la lista de temas y, si pudo evitarlo, jamás dio un paso fuera de esta su orquestación de estímulos. Está concebido como un engranaje en el que ninguna pieza puede fallar y si falla, supone el riesgo de un desbaratamiento total.

Lo que pasó en el Estadio Mario Alberto Kempes de Córdoba -improbable destino final tras la cancelación del tramo australiano del tour- se parece mucho a la peor pesadilla de esta control-freak: apenas acercándose a la mitad del show, en el momento en que el Trío vasco Kalakán la acompañan en "Sagarra Jo", falló uno de los generadores eléctricos marca MDNA, lo que dejó al escenario y al sonido (no al estadio) completamente apagados por 40 minutos. Si sumamos a esto que el show comenzó pasadas las 23.30… las 50 mil personas que tuvieron que esperar tampoco estaban teniendo el recital soñado.

El incidente tuvo a Madonna descolocada y en la obligación de salirse del guión. Sin saber bien qué hacer, sin micrófono de por medio les cantó y bailó "Holiday" a las primeras filas del "Golden triangle", el área rodeada por las pasarelas a las que sólo unos pocos privilegiados pueden acceder, y que apoyaron cantando esta desesperada versión de su viejo hit. Madge recorrió hasta la punta de la pasarela para intentar calmar con su presencia al resto del campo VIP. Su novio bailarín le pasó un mini-megáfono con el que ella bromeó algo así como "Al final esto debe ser por el fin del mundo", para rematar luego, en español, con "Dios ayúdame, ¡ayúdame!".

Cuando preguntó, a los que alcanzaban a escuchar, qué tema querían que cantara a capella, quizás se dio cuenta del enorme sinsentido que lo que hacía implicaba en un show de 50 mil personas y se fue con su stage manager al backstage con promesas de volver. Tras los mejores esfuerzos de sus bailarines por hacer algo que entretuviera a la audiencia en este trance, y seguramente luego de una metralleta de puteadas a su staff, Madonna pudo reanudar su show. El público se quedó sin la omitible "Masterpiece", ni el impecable video del interludio de "Justify my Love", pero tuvo a cambio quizás el show más único de la gira.

El reinicio fue con "Vogue", seguido por una versión de "Candy Shop", en la que se la vio distraída: "Shit happens", tiró mientras se reía, como quien se ríe para no llorar. Su striptease en "Human Nature", esta vez reveló un tatuaje temporal que decía "END" entre sus omóplatos… luego más abajo, en otra línea, veríamos que la palabra se completaba con "LESS". ¿La historia sin fin?

A diferencia de los shows en Buenos Aires, "Don’t Cry for Me Argentina" quedó reemplazada por la sombría versión de "Like a Virgin" que cantó en toda la gira, convertida ahora una balada de anhelo de inocencia perdida. Lo hizo, para variar, con una típica provocación madonniana: fumando un pucho. "Pero no trago el humo", decía, en una polémica alusión a su show en Chile, en el que se agarró a las puteadas con los fans que osaron fumar en un estadio a cielo abierto durante su soundcheck.

De ahí en más el show transcurrió con normalidad y terminó como siempre. Y para siempre. El MDNA World Tour despide el año como el más recaudador, aunque con el sabor amargo de la cancelación de un tramo y de una Madonna visiblemente al borde de un estrezaso. Agotada, sí, pero de seguir dando todo lo que puede.

Por Gabriel Orqueda

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