Queens of the Stone Age
Como primer guitarrista y cantante de uno de los bastiones del hard rock de la vieja escuela, Josh Homme, de Queens of the Stone Age, tuvo lo suyo con Lullabies to Paralyze. El álbum anterior de Queens, Songs for the Deaf, de 2002, llevó de vuelta a Dave Grohl al pedestal de la batería que había abandonado después de Nirvana, y colocó a Queens en el mainstream de platino con los hits “No One Knows” y “Go with the Flow”.
La partida de Grohl estaba predestinada, pero pocos podían predecir que Homme despediría al bajista Nick Oliveri, un tipo salvaje cuya conexión musical telepática con Homme definía la furia de la banda. Lullabies to Paralyze, el cuarto álbum de Queens, sufre el alejamiento de Oliveri y la ausencia de Grohl. El baterista Joey Castillo carece de la potencia de Grohl, y los bajistas sustitutos no pueden reemplazar la destreza melódica de Oliveri ni su habilidad para rondar los rígidos riffs de Homme.
Desde que tomó distancia del adolescente que era a comienzos de los 90 –guitarrista de la banda stoner Kyuss–, Homme ha estado atrapado entre estéticas opuestas: ama los jams largos y también las bromas largas (la publicidad de radio falsa que interrumpe Songs for the Deaf; su incursión como baterista en el proyecto garage pop Eagles of Death Metal). Además, Homme admira la disciplina extrema, tanto en un ritmo de rock teutónico, como en el riff de guitarra devastador pero minimal, o en un tema pop apenas disfrazado. Es la tensión entre los conflictivos impulsos de Homme lo que pone presión a Lullabies to Paralyze, tanto en sus puntos más altos como en los bajos.
“Little Sister” es el primer gran single de rock que llegó a las radios en 2005. Más Foo Fighters que cualquier otra cosa que qotsa haya hecho con Grohl, esta maravilla compacta –líneas de guitarra zumbantes, más un explosivo estribillo cantado– anuncia un alejamiento del hard rock tradicional y un acercamiento al art punk de Strokes. Homme se pone todavía más eléctrico en “Medication”, que delinea la fórmula explosiva de qotsa: la banda se mantiene en un acorde durante gran parte de los dos minutos del tema y luego, abruptamente, estalla en ángulos agudos y aumenta el drama.
“Everybody Knows That You’re Insane” es una despedida a Oliveri. La intro, que empieza con una guitarra lenta que gime como “Freebird” de Lynyrd Skynyrd mezclada con el final de “I Want You (She’s So Heavy)” de los Beatles, crea una falsa sensación de serenidad antes de saltar y convertirse en un estribillo blitzkrieg trash. El grupo evoca a los Buzzcocks con mucha más elegancia que Green Day.
Lullabies... trastabilla cuando Homme regresa al extenso riff de su pasado. Los monstruosos jams de “Someone’s in the Wolf” y “The Blood Is Love” ocupan casi catorce agotadores minutos que enmarañan el precioso momento de los ocho temas previos. Las canciones que siguen, como “Broken Box” y la reflexiva “Long Slow Goodbye” levantan un poco, pero no logran equiparar la intensidad de la primera mitad.
El cameo del ex colaborador de qotsa Mark Lanegan carece del brillo de sus apariciones previas, y Shirley Manson de Garbage y Brody Dalle de Distillers son casi inaudibles en “You Got a Killer Scene”. El único invitado que agrega algo que Homme no podría haber tocado ni cantado por sí mismo es Billy Gibbons de zz Top, quien condimenta con su guitarra Texas “Burn the Witch”, un tema estilo White Stripes. Ahora que Homme dispara con todo, le faltan tanto un giro maníaco a su seguridad cool como alguien que corrija sus desviaciones de lo que mejor sabe hacer: rock de chocolate amargo con un relleno suave.
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