La actriz acaba de sumarse al elenco de la exitosa comedia, también protagonizada por Nora Cárpena, Moria Casán, Graciela Dufau y María Leal, que se ofrece en el Multitabaris; radiografía de una mujer que sabe lo que quiere
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“Es una obra mística, algún misterio debe tener para que las mismas actrices hayan querido seguir haciéndola durante tantos años, sabiendo que hay que sostener ese hecho vivo que se renueva cada día, por eso tengo que estar muy atenta a ver qué les sucede a mis compañeras con ese misterio”.
Luisa Kuliok se pregunta en voz alta qué será eso que encierra la obra Brujas, un hito teatral que el 3 de enero pasado -el mismo día que se estrenó originalmente en 1991- inició una nueva temporada en el Multitabaris y que, desde este viernes, sumó a Kuliok, en reemplazo de Thelma Biral -fundadora del proyecto inicial- quien decidió discontinuar su participación por una dolencia en su vista.
“Que me hayan invitado a participar fue una gran alegría”, reconoce Kuliok ante la inesperada propuesta que la lleva a compartir el escenario con Nora Cárpena, Moria Casán, Graciela Dufau y María Leal y -eventualmente- con Irma Ferrazzi, la actriz reemplazante que puede cumplir con el rol de cualquiera de ellas. La dirección pertenece a Luis Agustoni, fallecido el año pasado. En su estreno, los productores fueron Guillermo Bredeston y Carlos Rottemberg, hoy la producción sigue a cargo del segundo, quien es, además, el empresario de sala.
“Mis compañeras son muy potentes y los personajes son todos apasionantes, pero me dio mucha ternura tener que hacer el de Thelma (Biral), ya que con ella trabajamos en Dos damas indignas, donde fuimos muy plenas. Siento que hay algo del alma del personaje que heredo, aunque siempre la composición es propia”.
Personaje poco frecuente una tal Luisa Kuliok, diva de la telenovela y figura algo inalcanzable. En alguna ficción televisiva le pegaban cachetazos, pero ella afirma que ahí no había violencia de género sino un intercambio lúdico en tiempos de búsquedas y libertades entre los cuerpos en tiempos de democracia incipiente. Después fue una monja. De aquellos éxitos con mayúsculas, basados en mediciones de rating que generaban la parálisis del país, pegó el portazo y se fue al teatro de texto más comprometido.
La actriz llega a la entrevista con LA NACION radiante y distinguida. Como una femme fatale madura que sabe dónde jugar su juego, bien ubicada. Todo es, sin contradicción.
Sumarse a un fenómeno
Hace muchos años, la actriz había visto Brujas en el teatro Ateneo y, hace pocos días, asistió al Multitabaris para refrescar aquella experiencia, aunque ya Thelma Biral había sido reemplazada por Irma Ferrazzi, la actriz “cover”, como se llama en el medio a los intérpretes que pueden reemplazar cualquier papel porque conocen el texto de todos.
La historia -en clave de comedia dramática- relata el reencuentro, después de varias décadas, de cinco excompañeras de un colegio religioso, donde permanecieron pupilas siendo niñas pequeñas. Esa cena -puede suceder- se convierte en una impredecible sucesión de revelaciones y desenmascaramientos. A pesar que el material lleva 33 años en cartel (a sala llena), las protagonistas lograron establecer la atemporalidad de sus criaturas logrando una gran credibilidad a pesar del paso de los años.
A la hora de pensar en sus compañeras, Luisa Kuliok entiende que “hay un cariño como colega y como espectadora, porque una las ha seguido toda la vida. Siento gran respeto y admiración por cada una de ellas, una aprende viendo a actores creativos”. Se siente agradecida dado que “las cuatro Brujas dijeron que sí cuando se propuso mi nombre, eso hace que las quiera mucho también como colectivo de trabajo”.
En simultáneo a su tarea en esta obra, Kuliok continuará con algunas presentaciones ya comprometidas de Juana, ¡vive!, material que viene interpretando desde hace varios años y que acaba de ofrecerse en el Auditorium de Mar del Plata con localidades agotadas. “Lo seguiré haciendo los lunes y martes, los días de descanso de Brujas”.
-¿Por qué creés que el texto de Brujas continúa empatizando con el público?
-Todos y todas tenemos las mismas inquietudes, miedos, alegrías y tristezas; quién no desea tener alguien que lo quiera, quién no tiene un secreto, son razones que hacen que la obra llegue a todo el mundo, incluidos los jóvenes.
-Se piensa a Brujas como una propuesta que convoca especialmente a la mujer, pero la temática es universal y abarcadora.
-Por supuesto, tiene que ver con la condición humana. Por otra parte, no me gusta hablar de “teatro de mujeres” como tampoco digo “literatura de mujeres”, es teatro y es literatura.
-Tu personaje se besa con el que interpreta María Leal, situación que, en 1991, era recreada por Thelma Biral y Susana Campos, y que generaba un revuelo importante. ¿Cómo se lee hoy esa escena?
-A los personajes les han pasado cosas muy duras y en ese reencuentro es mucho lo que sale a la luz.
-Desde ya, hoy el foco está puesto en la profundidad simbólica de ese beso. ¿Cómo lo abordan?
-Si se está frente a otra actriz, que está tan ocupada en el trabajo como una, está todo perfecto. El problema es cuando hay que hacer algo con otro actor o actriz que es frívolo -algo que nunca me ha sucedido-, eso haría todo más dificultoso. En este caso, María (Leal) es una actriz muy comprometida con el trabajo.
-Pensando en cuestiones de género, en las nominaciones de premios comienza a resonar algo perimida la diferenciación entre rubros de mujeres y otros de hombres, aunque, a veces, es la excusa para reconocer a más gente.
-Estamos avanzando a no diferenciar por género, aunque es cierto que eso permite más premiaciones, pero, por otro lado, creo que hay que terminar con el ganador absoluto en las premiaciones de arte.
-¿A qué te referís?
-Una cosa es una competencia deportiva donde está clarísimo que hay alguien que llegó primero o un equipo que metió más goles, es algo preciso. En el arte, cómo se puede hablar de un solo ganador, sobre todo teniendo en cuenta el talento que existe en nuestro país. Elegir a una persona es dejar afuera a otras. Creo que se deberían elegir a todos los que integran una terna y, de esa forma, reconocer distintas modalidades expresivas, mostrar un panorama más amplio. Por otra parte, hay que reconocer a los artistas en vida y no de manera post mortem. Hay que correrse del exitismo.
Un cambio al teatro de texto
Del exitismo, se corrió. Hace bastante tiempo que comenzó a transitar un camino menos previsible y cómodo. De ser aquella estrella de las telenovelas que medía cifras de rating siderales y que también jugaba de local en toda Latinoamérica y en importantes mercados de Europa, barajó y dio de nuevo y se metió con títulos como El collar de la paloma -dirigida por Helena Tritek-, El alma inmoral -bajo las órdenes de Lía Jelín- o Hamlet -con la tutela de Juan Carlos Gené-, títulos de envergadura que la devolvieron al teatro de texto, aquel mismo con el que comenzó su carrera mucho antes de cobrar fama rotunda gracias a la televisión con éxitos como Amo y señor, Venganza de mujer o La extraña dama.
-”La diva que se corrió de lugar”, podría ser un título que te defina.
-”Diva” o “estrella” son rótulos que te colocan otros. Siempre me tomé la libertad de poder hacer lo que marcó mi deseo, siempre quiero ser lo más idéntica a mí misma y, por otra parte, la identidad es algo que siempre se está buscando, porque siempre se está cambiando algo; aunque está omnipresente la semilla de esa nena de cinco años que le dijo a su madre que quería ser actriz.
-No es sencillo correrse, dejar el lugar vacante.
-Cuando hay mucho ruido, hay que correrse un poco y volver a lo esencial. La vida me regaló grandes momentos para poder decidir, decir “sí” o “no”, según el deseo. En el caso del teatro, la gente trae su vida, su historia y su alma y eso me genera una respiración diferente, me hace estar sostenida en un hilo, tengo que estar disponible, no puedo no darles todo.
Responsabilidad social
“Incluso a través de la risa, el escenario tiene que ayudarnos a tener un nuevo pensamiento y una nueva pregunta”. Luisa Kuliok una consecuente referente de lo que ella llama “responsabilidad social” en torno a la praxis del arte. “Hay quienes piensan que no es así, pero lo que yo quiero hacer es eso, tener una responsabilidad social. No me interesa desaprovechar lo que significa tener una sala llena de gente; se trata de abrir los ojos, la cabeza, el corazón, trasladar lo que a una se le encendió leyendo un texto”.
Justamente sostenida en ese compromiso con el que entiende al arte, es que su voz es clara en torno a su mirada sobre la realidad nacional. La actriz recuerda sus tiempos de estudiante, cuando los profesores la enviaban a sentarse en un bar a observar a la gente. “Una actriz debe también componer desde las conductas físicas del personaje y eso se logra mirando” y traza un paralelo con la gestualidad del presidente Javier Milei: “Más allá de lo que dice, a alguien que te habla gritando, no se lo puede votar”.
-¿Dónde aparece la fe?
-La fe aparece siempre en lo colectivo, en la conciencia de ser una comunidad. La vida siempre quiere a la vida y nadie se va a dejar morir.
El caso Polka
Hace pocos días, Adrián Suar confirmó que la productora Polka -liderada por él- no producirá ficción este año y, posiblemente, tampoco lo haga el entrante. “Me parece tristísimo porque hoy, para ver ficción, hay que recurrir a una plataforma. Además, son historias foráneas y todas iguales, formatos que se nos imponen”.
-Pero, por otra parte, las ficciones importadas en televisión abierta gozan de buena audiencia.
-Si se hiciera una gran historia de ficción nacional la miraría todo el mundo, como sucede con Brujas, donde vienen hasta chicas jovencitas a ver qué les sucede a estas cinco mujeres en el escenario. Por algo la obra tiene la sala llena en cada función. Volviendo a la televisión, como decía Gabriel García Márquez, “la gente mira telenovelas para llorar por sus propios conflictos”, es la oportunidad de largar las emociones y de pensar. En la tira diaria hay una expectativa con qué sucederá mañana con la historia y eso es también una forma de sostener la propia vida, porque es pensar en lo propio, ¿qué me pasará mañana? Hay un lugar donde todo se junta y es la vida misma. Incluso, una buena historia permite encontrarte con tus propias miserias y ver qué hacés con eso.
-Habiendo protagonizado tantas telenovelas, ¿te ha sucedido tener que poner límites a un actor a la hora de interpretar una escena de amor?
-Jamás. Siempre he mantenido cierta distancia. En general soy así, tampoco soy de ir a cenar con los productores, no me hago amiga. Cuando me preguntan por Alejandro u Omar Romay, siempre respondo que no los frecuentaba. Lo que sucede es que, aunque no lo parezca, soy muy para adentro, nada sociable, casi tímida, me preservo. Esa distancia que impongo por personalidad, también hizo que se dijera “es brava”.
-Cuando un hombre habla de manera terminante, se dijo y se dice que tiene carácter. En tu caso, venís de una televisión donde a la mujer plantada se le ponían diversos motes, generalmente muy despectivos.
-Eso lo he vivido. Me han hecho fama de loca, han llegado a decir que rompía espejos en los sets, pero en mi vida rompí un espejo. Siempre que necesité algo, lo he pedido bien, y lo pueden atestiguar los colegas.
-¿De dónde viene esa fama de infranqueable?
-Creo que fueron inventos de los productores que necesitaban hacer prensa con algo escandaloso.
-¿Qué otra cosa se llegó a inventar sobre vos?
-En una época en la que tenía un contrato de tres años con Alejandro Romay, me dieron el libro de una novela que yo estaba segura que no iba a funcionar. Conocía mi trabajo, era muy intuitiva, y no tenía el deseo de hacer ese material. Finalmente, como había un contrato con letra chica firmado, tuve que grabarla, pero, en el ínterin, la prensa dijo que yo me había querido tirar debajo de un camión en la avenida Figueroa Alcorta.
-¿Qué repercusión tuvo esa novela?
-Funcionó más o menos. Entonces, tanto Alejandro (Romay) como yo pensamos que era mejor liberarnos de nuestros compromisos.
-Sin embargo, la relación entre ustedes no se quebró y volvieron a trabajar juntos.
-Luego de tener a mi hijo Tomás, estaba entrenando con Juan Carlos Gené cuando recibí un llamado de Omar Romay para hacer un papel que había decidido no hacer Jeannette Rodríguez. Cuando a Omar (Romay) le avisan que ella no formaría parte del proyecto, le consulta al padre qué hacer y fue Alejandro (Romay) quien le dijo “llamá a Luisita”.
Esa tira fue La extraña dama, un hito ya no sólo dentro de la carrera de la actriz, sino también del género de la telenovela. El material, incluso, fue un suceso en Italia “donde me doblaba la misma actriz que lo hacía con Meryl Streep” y en mercados como Israel, donde se la veía subtitulada en hebreo “la gente aprendía a hablar castellano con nosotros”. Además, la actriz recuerda que “esa tira llegó a Turquía antes que ellos nos envíen novelas a nosotros”.
Cotidianeidades
Luisa Kuliok y Roberto Romano tuvieron dos hijos, aunque la actriz siempre buscó preservar su vida privada y mantenerla alejada del lente público. “Prefiero hablar sobre mi trabajo, la industria en la que me muevo y los temas inherentes al país”.
-¿Cómo lográs estar tan espléndida?
-Hago danza desde los cinco años, algo que sigo ejercitando, es una rutina que me hace muy bien, porque hacer gimnasia me aburre.
-¿Te cuidás mucho con las comidas?
-No, incluso no he podido dejar la carne, aunque como cada vez menos, una se va enterando y cambia hábitos. Las etiquetas en los envases te ponen un límite. Pero, podría decirte que la compañía de Roberto (Romano) es fundamental, somos un tándem de fuerza y vitalidad, de empuje y fe en la vida.
-Sos una mujer sexy, ¿lo sentís así?
-Gracias… Siento que la piel es algo muy bello que tenemos y que hay que aprovecharlo. Por otra parte, luego de tantos años de trabajo de las mujeres, estamos en un tiempo donde se valoriza el derecho a cómo queremos gozar nuestra propia individualidad, que nadie nos diga cómo, que nadie juzgue cómo se viste el otro. Como decía un personaje escrito por Pedro Almodóvar, una tiene que parecerse lo más posible a cómo desea verse.
-¿Te preocupa el paso del tiempo?
-Me ocupa lo inherente a la salud. El deterioro es inevitable, puede suceder antes o después, una nunca sabe cuándo lo va a atravesar. Lo que me preocupa es perder habilidades y depender, porque eso involucra la vida y el tiempo de los demás, de los hijos, y eso es lo que menos me gustaría que me pasara. Quisiera morir como en una telenovela, en un lecho de muerte, rodeada por mis seres queridos y cuando sea mi tiempo. Pero la vida es otra cosa, aunque los sueños no los puede quitar nadie.
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