Luis Miguel en la Argentina: de su “prehistoria” cuando arrancó hasta el pedido de un asiento en fila 1 negociado con la presidenta del fanclub
El mexicano tiene con Córdoba una relación especial. Su primera presentación fue en 1983 en un recital para el Día del Niño
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CÓRDOBA.- Si Luis Miguel tiene un romance de años con la Argentina, Córdoba acompañó ese amor desde los inicios, desde la “prehistoria” del cantante, dicen algunas de las admiradoras y de la gente que trabajó en sus shows en los inicios de los 80. Profesional, obsesivo, simpático, algo tímido, son algunos de los conceptos que se les viene a la mente a quienes conversaron con LA NACION sobre aquellos tiempos. La mayoría prefiere el anonimato porque, aseguran, que de otra manera aparecerían “colgados” de la fama de Luis Miguel, quien ya está en la Argentina para su serie de shows que comenzará esta noche en el Movistar Arena.
Un recuerdo marcado a fuego en una admiradora es uno de inicios de los años 80 cuando él mismo -en ese entonces tenía 15 años- la invitó a un ensayo. El lugar: una especie de garage de una casona de la calle Urquiza en barrio Alta Córdoba, a unos 15 minutos del centro de la ciudad. Todavía ella pasa por el frente y reconoce el portón.
“Era una criatura, muy tímido. Ensayó con el coro que eran chicas de Buenos Aires y ya se veía cómo manejaba y decidía cuestiones musicales siendo muy chico -relata-. Les decía ‘probemos, hagamos un ensamble’, eran músicos cordobeses. Daba las órdenes, decidía el repertorio. Tocaba el piano y la guitarra, aunque nunca lo ha hecho en público”.
También menciona que estaba el padre de Luis Miguel, “asesorándolo, conversando”. Eran años anteriores a los boleros que lo catapultaron a la fama, no era todavía el ídolo en el que se convirtió en la década del 90.
Ese garaje usado para los ensayos seguramente había sido alquilado por el empresario que lo trajo a Córdoba. “Era el adolescente más lindo del mundo”, aseguran las fanáticas de entonces.
El escenario montado no era más que una tarima con el público –”mujeres jovencitas, niñas”- a centímetros del mexicano que entonces usó un traje de pana marrón. Palabra de honor era el álbum que presentó y que incluyó “Me gustas tal como eres”, canción con la que ganó el Grammy ese mismo año, convirtiéndose en el cantante más joven en obtenerlo.
En aquellos tiempos se alojaba en el ya desaparecido hotel Crillón, a 50 metros de la Plaza San Martín. Eran tiempos en el que se movía más libremente; salía a cenar, saludaba a quienes lo esperaban. Había menos misterio a su alrededor.
Antes, el 6 de agosto de 1983, hizo su primer recital en esta provincia en Redes Cordobesas en adhesión al Día del Niño presentado por Apadim. En esa oportunidad, con un enterito blanco –”muy al estilo Elvis Presley”- hizo un enganchado de rock. De su repertorio, interpretó temas como “Directo al corazón” o “Decídete” o “Uno más uno igual a dos enamorados”.
Luis Miguel, el 25 de febrero de 1984, fue el músico más joven en dar un recital solista en el hoy estadio mundialista Mario Kempes, por entonces, Chateau Carreras. Un año después “explotó” la cancha de Juniors (no se pudo hacer en el estadio porque estaba ocupado) y ya las admiradoras cortaban la calle frente al Crillón para tratar de verlo o saludarlo.
Raúl Gianre, empresario dedicado al espectáculo en los años 80 y también dueño de algunos de los boliches más reconocidos y tradicionales de Córdoba, trajo dos veces a “Micky”, que “apenas empezaba y fue un éxito enorme”.
“Él era divino, dócil, sano -describe-. Hicimos varias provincias y ya empezaba a ser lo que es hoy, un grande de verdad. Me alegró mucho verlo ahora bien. Cuando cumplió 15 años estaba en mi casa; tengo muy buenos recuerdos. Lo crucé en Acapulco, conversamos, pero después dejamos de vernos”.
El “sol de México”
LA NACION también conversó con algunos de los integrantes de las empresas productoras que trajeron a partir de los 90 al mexicano a Córdoba. En 1994, cuando se preparaba el show en el Kempes, se acercó un colaborador del staff de Luis Miguel a la oficina llena de gente que entraba y salía corriendo para advertirles que cuando el artista llegara “los debían encerrar con llave desde el exterior dentro de ese cuarto sin ventanas” en cada uno de los movimientos internos que hiciera el artista.
Les planteó que como el equipo de producción estaba compuesto en gran medida por mujeres, no podían correr el riego de que “se le tiraran encima”. “Por lógica, si estamos trabajando, esa variable era inconcebible. Ni hablar si había alguna emergencia y había que hacer una evacuación, no solamente no la podríamos dirigir, sino que nadie sabría que estábamos encerradas allí. Esta persona lo entendió y nos dio la “posibilidad” de demostrar cuán profesionales éramos”, apunta una de las integrantes del equipo.
En 1996, con el estadio Kempes ya completo y a minutos del inicio del show, “Luismi” seguía en la suite presidencial del hotel Sheraton: “La gente comenzaba a impacientarse, hablábamos con su equipo que estaba en el estadio, preguntando por la situación y no había respuesta porque no se lo podía molestar. Llamamos a nuestra encargada de hotel y logística que estaba con la caravana esperando para ir al Kempes y la opción era intervenir o nos quedábamos sin show y con un escándalo”.
La decisión que tomó la responsable fue “ordenarle” al guardia de la puerta de la suite que “abriera”. El hombre entró y le dijo: “Nos tenemos que ir, tu público se está impacientando y ya debería haber comenzado el concierto ¡Nos vamos ahora!”. Luis Miguel se paró y salieron hacia la cochera; a los 15 minutos -con la escolta- ya estaban en el Kempes y comenzó el espectáculo. Después de ese hecho, un miembro del sello discográfico les pidió a los productores de Córdoba si podían sumar a la responsable de logística al tour.
Algunos miembros del equipo que lo acompañaron a Salta desde Córdoba recuerdan que el avión privado despegó “muy jugado” con la hora, así que no hubo tiempo de pasar por el hotel. Las comitivas generalmente se componen del vehículo de lujo que lleva al artista y uno oficial o motos de la policía que abren camino adelante y, detrás, el resto de la comitiva.
“El jefe de policía salteño quiso ir adelante y, en vez de poner sirena y avanzar, iba a gran velocidad y frenaba en las bocacalles obligando al resto a hacer lo mismo -describe-. Luis Miguel venía tomando whisky y en cada frenada se ‘bañaba’. Lo tomó con un humor absoluto y, ante cada frenada, decía ‘Oleeeee’. No sabíamos si reírnos o llorar por la situación, pero llegó con una sonrisa amplia, saludó a todos (algo que no era común) e hizo un show impecable. Eligió a una niña de la fila 4 e hizo que se la subieran al escenario sin saber quién era, le cantó una canción con ella a upa, mostrando todo lo humano y divino que puede ser”.
Tener, por las dudas
Otro memorioso tiene presente la primera vez que el mexicano se presentó en el Orfeo después de un River. Poco antes del show, empieza a circular la lista de catering con lo que “sí o sí hay que tener por las dudas, aunque muchas veces ni lo pide por que no pasa por el camarín: llega, canta y se va”. Era uno de los “malos años” de la Argentina donde no había nada importado en las góndolas de Córdoba ni tampoco en las de Buenos Aires.
“Nos comunicamos con Uruguay a ver si allí se podían comprar las cosas que pedía para el camarín -detalla la fuente-. Pusimos a una persona de la producción en un avión y la mandamos de compras a Montevideo, al súper. Compramos aguas Fiji, Evian, San Pellegrino, una serie de jugos y snacks, entre otros productos. Ida y vuelta y explicar en Aduana por qué traíamos estas cosas desde allá. Así se resolvía”.
Los productores también mencionan que, en función de las indicaciones del contrato, se bajaban de la venta a las entradas que le corresponden al artista, ubicadas entre las filas 1 y 5; son las de mejor precio pero se reservan para su uso. Siempre se saca la mayoría de la fila 5 para vender las otras, que son las más requeridas por las chicas que hacen filas eternas, sobre todo las del fans club.
Esa dinámica provocó un dolor de cabeza en el Orfeo de Córdoba. Como siempre, el show de Luis Miguel estaba agotado. “Damos puerta; estadio cargado -describe una trabajadora–. Viene su personal manager a avisar que venía su novia de ese momento, su hermano y otros miembros importantes de su comitiva y que necesitaban que estuvieran sentados en fila 1, para que él los viera mientras cantaba, porque ‘si no, no canta’”.
La solución para evitar el escándalo seguramente resultante de poner butacas adicionales por delante de las ya vendidas como primeras filas, fue sentarse a “negociar” con la presidenta del fan club y “que ella hablara con sus chicas, esperando que sacrificaran sus asientos para poder ubicar a estos otros Vips. Por suerte así lo hicieron, lo entendieron, y sobre todo se deben a su “sol”. El show comenzó y Luis Miguel se lució. Le cantaba a ‘ella’, que quedó como él quería en la fila uno”.
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