Luis Miguel. El amor como empresa
Hoy y mañana, desde las 22, el cantante ramántico más exitoso de los últimos años se presentará en el estadio de River para placer de un público femenino que lo sigue de a miles.
Vendió veinte millones de discos. Llena estadios en cualquier punto del continente. Controla -él mismo- una de las industras de merchandising más grandes de estos días. Tiene apenas 26 años y una riqueza incalculable. Está en el mercado de la música desde niño y es, en buena medida, quien resucitó los boleros en estos ruidosos noventa.
Luis Miguel resume, en sus dos nombres, uno de los productos más perfectamente diseñados en este fin de milenio. Un fenómeno que no es casual, por supuesto, pero ¿qué significa que sea un fenómeno? Tratar de comprender todo lo que genera el más romántico de los latinos significa salirse del mero estudio del mercado discográfico. Hay una cuestión que se acerca más al gesto cultural, ése que puede unir a varias generaciones y distintos niveles de formación en un mismo estadio.
Toda expresión responde a una época determinada. Y no hay duda que Luis Miguel responde a los signos de estos tiempos. Este cantante bonito, agradable, que se deja escuchar, es resultante de una sociedad que necesita de estos nuevos super hombres para sobrevivir. Y esa necesidad la cubre, casi exclusivamente, el atrapante mundo del espectáculo. Así se comenzaron a moldear figuras. Una tras otra. En serie, pero con sutiles diferencias de fábrica.
Una empresa en la que se tienen muy en claro los objetivos y que acierta una y otra vez en el gusto de la mayoría, con la ventaja de haber encontrado a quien lo hace mejor que todos.
El chico 10
Y un día se nos vino encima Luis Miguel. Un producto regional creado pieza por pieza, año tras año, en este rincón planetario que llamamos América latina.
El chico perfecto, el marido ideal, el novio más romántico, el hijo deseado, el amante capaz de derretir las paredes, edificó un imperio desde los sentidos. Un imperio que no parece nada efímero. Es más: crece a pasos agigantados, como si no supiera de topes.
Luismi les gana a todos. Es el mejor, el más sabroso, musculoso y transpirado de los románticos que nuevamente conmoverá a la Argentina con sus primeros dos shows en el estadio de River, hoy y mañana, como para certificar que tiene la corona y que será muy difícil arrebatársela.
La voz, claro, le da para todo. Sean baladas de amores ingenuos o sentidos boleros, este muchacho que parece sólo tener problemas de pareja les pasa el trapo a todos. No queda ni uno en pie. Pero ¿Qué es lo que canta?
Esa es otra cuestión. Lo de menos. Quien haya participado de algún concierto de Luismi sabe bien que, cante o no, los alaridos de deseo, admiración, histeria y patetismo taparán lo que sale por los parlantes, así que la mejor opción es la de escucharlo en sus grabaciones, que ya cuentan once en catorce años.
Podría caminar por el escenario durante dos horas, moverse un poquito y hacerles alguna contraseña a sus chicas, y nadie haría reclamos. O muy pocos.
Volvemos al fenómeno y, como tal, no puede explicarse definitivamente. O quizás nos falte imaginación para resolver una estética que nos invade sin darnos demasiado tiempo para escapar, y nos envuelve con esa suavidad que transmiten las baladas y los boleros que en estos noventa tomaron una nueva vida cuando parecía que el estruendo era la nueva forma de comunicación.
Una danza de millones
Todo lo que hace Luis Miguel se cuenta de a millones, y estas magnitudes no se sostienen con el único precio de un nombre famoso por más virtudes que ofrezca. Detrás del cantante hay varias industrias que apuntan a mantener su liderazgo en el mercado, ya sea haciendo discos, remeras, álbumes fotográficos, libros, llaveros, pins, gorras, remeras y vinchas.
Aries Productions México (ése es su signo del zodíaco) es la empresa que maneja el merchandising oficial de Luismi. No dan la mínima posibilidad de obtener alguna cifra, pero al ser consultados por La Nación (y después de varios días de espera) enviaron un comunicado que expresa que "nuestras proyecciones de ventas para la Argentina son las más altas, por la experiencia que hemos obtenido en presentaciones anteriores". Nuestro país es uno de los consumidores más fuertes de este fenómeno.
Pero este furor no es casual. En 1982, el padre del cantante, el compositor español Luis Rey, le abrió el camino del éxito cuando le hizo grabar, con apenas 12 años, el disco "1 + 1= enamorados". Prematuro el chico en el tema del amor, pero a partir de ese momento comenzó a contar billetes, principalmente brindados por las jovencitas.
El fenómeno fue creciendo con los años y él también, pero tan protegido que hasta cuando tuvo acné juvenil prefirieron "esconderlo". A grandes pasos, Luis Miguel se convirtió en el casi niño con voz adulta que enamoraba a las adolescentes de su generación, hasta que un día, como si le hiciera falta, tuvo otro golpe de gracia.
La claridad de Armando
Los noventa lo acercaron a un casi compatriota (Luismi nació en Puerto Rico pero se siente mexicano), todo un maestro en la escuela del bolero, que vio al cantante un poco más allá que como intérprete de baladas inocentes. Y Armando Manzanero le propuso ser su productor si se animaba a cantar boleros clásicos.
Luis Miguel se atrevió y de ambos salió un producto que revolucionó el mercado latino: "Romance" se cansó de batir récords en cada uno de los países en los que se editó, sin limitarse a los de habla hispana. En los Estados Unidos se ubicó en el puesto 29 del ranking general, convirtiéndose en el cantante español más vendedor de la historia, con 2.500.000 copias.
En total, "Romance" superó los cuatro millones y medio de discos y en la Argentina también marcó récord, con un millón de copias, mientras crecen los números de su último álbum, "Nada es igual", que en unos meses ya contabiliza más de medio millón.
A partir de este trabajo que recuperó boleros clásicos, esa figura que no cesaba su crecimiento aunque se mantenía con un público preferentemente adolescente, conquistó a todas las edades. No fue por un hecho casual: sus dotes vocales brillan en los boleros, dándoles una nueva vida, una nueva actualidad, que ayudó a recuperar la juventud de otras décadas.
Entonces la maquinaria quiere más y sale una propuesta pop, "Aries", que como es de suponer, vendió mucho pero no tanto, al igual que "Segundo romance" (la continuación, pero sin Manzanero), donde hasta se atrevió con "El día que me quieras".
Gustos y encuestas
"Segundo romance" fue un producto tan de marketing (Manzanero, luego del único disco que hicieron juntos, no quiso oír más de él, aunque nunca se aclaró demasiado el asunto) que para el álbum fueron seleccionadas canciones representativas de cada uno de los países que potencialmente son grandes compradores.
En este punto, tal vez valga la pena recordar (no por casualidad) que Julio Iglesias hizo lo mismo para su flamante disco de tangos, pero el análisis abarcó todo el mundo.
Hoy, quien maneja la carrera de esta luminaria es el argentino Alex McCluskey. Hermano del cantante Donald, su historial como productor artístico pasó por varios sellos.
No ha de ser fácil, seguramente, moverse con alguien que sólo en su soledad no siente el acoso constante de miles de ilusiones femeninas que lo sueñan.
Es que el chico bien tiene sus pretensiones, como las que exigió para el camarín de River:aire acondicionado y totalmente iluminado, con paredes de color pastel; dos espejos de cuerpo entero, sillones, toallas blancas nuevas, jugo de naranja natural, seis packs de agua mineral y seis de Coca Cola, y una canasta de frutas frescas.
Luis Miguel está en Buenos Aires con su nuevo show y eso basta para que el estadio de Núñez comience a hervir. Así, pasionalmente. Tanto, que cualquier explicación técnica parece desubicada ante la magnitud de la convocatoria y a una propuesta que, sobre todo, está fundamentada en los números.
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