Luis Longhi vuelve al bandoneón y Rubén Pires lo dirige
El domingo se estrena El último bandoneonista, un unipersonal con el que la dupla vuelve a trabajar con el tango como protagonista
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Estudiantes de teatro, jóvenes de no más de 25 años, se acercan después de clase a observar los ensayos en la sala Andamio 90. Al protagonista de la obra en proceso se le ocurrió preguntarles si sabían quién era el tipo del retrato, que convivía como uno más entre los objetos de la escenografía. Nadie pudo responder el nombre aunque sospechaban que se trataba de alguien muy famoso. La imagen icónica era la de Carlos Gardel y el experimento y la sorpresa de Luis Longhi, el actor y autor de El último bandoneonista (el arte puede ser cruel), el unipersonal que estrena el domingo 24, con dirección de Rubén Pires, en el teatro fundado por Alejandra Boero hace más de treinta años.
“El tango está en caída libre y la única manera es avanzar, no retroceder. Los artistas que militamos el tango nos planteamos que así sea. El problema es anclarse en el pasado y no salir. Justamente, en El último bandoneonista se habla de ‘matar a los padres del tango’ para seguir avanzando, para que el tango no se establezca como tarjeta postal”, dice el intérprete, escritor, director y bandoneonista, creador de, entre otras producciones, El regreso de Mario Cárdenas, sobre un viejo tanguero, y El tango es puro cuento, con Guillermo Fernández y Federico Mizrahi, el músico con quien formó el grupo Demoliendo tangos. “Las nuevas generaciones escuchan la música que los identifica, los artistas que los representan y así es como debe ser. Hay que dejar que todo fluya, no invadir el presente con el pasado, ser consecuentes con nuestro tiempo y expresar con las formas que decidamos a partir de lo que nos pasa hoy, aquí y ahora”, dice, sin tiempo para lamentos.
“A diferencia de espectáculos anteriores, esta vez el protagonista --Ale, un bandoneonista que vive en un galpón teatro lleno de objetos-- se subleva contra los mandatos del género. La metáfora que desarrollamos está puesta en el conflicto de la creación artística, en la rebeldía que transita el personaje y en su relación de amor odio con el arte y, en este caso, con su instrumento. Es un viaje posible por el alma de un bandoneonista”, explica Pires quien ha dirigido varias veces a Longhi: la primera vez fue hace casi dos décadas, junto con Manuel González Gil, en El romance del Romeo y la Julieta, una ópera rantifusa inspirada en Cantame un tango Romeo de Julio Tahier, que protagonizaron Guillermo Fernández y Florencia Peña, donde Longhi personificaba a Benvolio; en 2018, en Enrique, sobre el autor de Cambalache, trabajo por el que ganó el premio Hugo a mejor actor de musical off; y un año después, en el clásico del grotesco criollo, Stéfano. “Para Enrique realmente tuvo que realizar un trabajo muy intenso porque incorporó la interpretación en piano; para Stéfano, aprendió clarinete para tocar en vivo, además de piano; y ahora, toca el bandoneón que es un instrumento que ya ha estudiado y ejecutado desde muy joven”, dice el director sobre la obra que cuenta con música y letra original de Guillermo Fernández, Luis y su hija, Emma Longhi.
Tanto el actor como al director tienen en común la pasión por el tango y el grotesco discepoliano. Para Pires, es el género de teatro que más representa a los argentinos: “Al igual que el tango, necesita de miradas que develen otras poéticas. En El último bandoneonista trabajamos ese universo poético-grotesco a partir de los objetos, la música y de la teatralidad que podemos proponerle al espectador para que realice el viaje con nosotros durante los 55 minutos de espectáculo. Abrir interrogantes más que dar respuestas”.
A su vez, para el actor y músico, la comunión creativa con Pires es de enorme confianza mutua, un motor que los lleva a desatar la imaginación de una obra a la otra: “Es un director detallista que sabe del proceso que requiere un actor para encontrar al personaje que habitará en el tiempo y el espacio del aquí y ahora de la obra. Buceamos juntos la interioridad y las formas con libertad absoluta, sin pautas prefijadas en un comienzo, algo que luego encuentra su cauce con una naturalidad asombrosa”. A esta unión artística, se le suma otra buscada coincidencia, la de la sala que habitan por tercera vez consecutiva, después de Stéfano y Enrique: “Andamio 90 es para nosotros el paraíso perdido, perdido y recuperado. Te diría que me quiero quedar a vivir allí, tan contenedor y cálido es este teatro, y la gente, y los fantasmas que lo habitan”.
Encerrado por la pandemia, en plena crisis artística-existencial, Longhi escribió este unipersonal que no está en nada emparentado con la anterior El regreso de Mario Cárdenas. “Nada que ver. Cárdenas es un tanguero típico pero Ale está en conflicto no solo con el tango, sino con todo el arte al que viene entregando su vida”, aclara el artista que presenta esta propuesta hasta la primera semana de diciembre pero con la intención de continuar en cuanto pueda en 2022, al igual que con Enrique y Stefano, en plena aceleración postpandemia. Por otro lado, continúa en el Teatro del Pueblo con Sólo queda rezar, de Roberto Tito Cossa y Mariano Cossa, junto con Carlos Weber y dirección de Andrés Bazzalo: “Es una obra asombrosa que adquirió un significado épico luego de la pandemia. El encuentro de un terrestre, creador de historietas, abducido a un planeta a 43 años luz de la Tierra, por un extraterrestre que, entre otras cosas, argumenta que no destruyeron al planeta porque consideraron que los humanos estamos predispuestos a autodestruirnos”.
Superado el baldazo del retrato de Gardel, Longhi y Pires saben que El último bandoneonista puede ser disfrutado por públicos de distintas edades, cada uno con apreciaciones diferentes. No sólo habrá tangos sino también un tema de Bach, otro de Duke Ellington, un rap del autor, una balada de Edith Piaf. En todos los casos, lo que más los entusiasma es la “esperanza de compartir la fiesta” .
PARA AGENDAR
El último bandoneonista: Domingos, a las 17, en Andamio 90 (Paraná 660). $ 600.
Sólo queda rezar: Domingos, a las 20, en Teatro del Pueblo (Lavalle 3636). $ 700.
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