Pocos días antes del estreno de su nueva miniserie, Nada, el actor habló con LA NACION de su posible retiro, de los sueños que tiene pendientes y de su larga amistad con Robert De Niro, que hace una aparición especial en este nuevo trabajo de la dupla Cohn-Duprat; también ratificó sus cuestionamientos a Argentina, 1985
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“¿Una segunda temporada? Claro que me gustaría, por supuesto. Hasta podría visitar a De Niro en Nueva York. Sí, seguro que mi personaje viaja para allá. Va a tener que exiliarse después de las elecciones. Eso sí, van a tener que apurarse un poquito porque a mí no me queda mucho más tiempo…” No hay frase dicha por Luis Brandoni que esconda algo de su personalidad. Y a esta altura de su vida y de su brillante carrera artística, mucho menos. Allí reaparece, como siempre, el compromiso vital con la actuación expresado desde el gesto enfático del cuerpo y una voz que se hace cada vez más vibrante en cada nueva palabra. También su clásica manera de expresarse, con respuestas que arrancan siempre en tono serio y a veces, de repente, estallan en una broma casi feroz. Y lo que nunca falta en su caso: el punto de vista frontal, la toma de posición, el compromiso político, postura que adopta y siente casi como un deber.
De todo esto hablará Brandoni mano a mano con LA NACION en una sala del complejo que alberga al Museo Nacional de Bellas Artes pocos días antes de la llegada al streaming de la nueva serie de Gastón Duprat y Mariano Cohn. De lo que piensa sobre un posible retiro, de su mirada frente a la inminencia de las elecciones (junto a la ratificación de algunas expresiones suyas que desataron una fuerte polémica hace un par de semanas) y del reencuentro en Buenos Aires con un viejo amigo que además es uno de los mejores actores del mundo.
Brandoni es el protagonista excluyente de la trama de Nada, una comedia en cinco actos breves (no más de 30 minutos cada uno) en la que interpreta a un experto en gastronomía y crítico culinario llamado Manuel Tamayo Prats, cuya vida cambiará por completo con la llegada de Antonia (Majo Cabrera), una joven mujer paraguaya que se encargará de ayudarlo en sus tareas domésticas. Mientras tanto, el hombre lleva adelante una vida de compromisos y sofisticación, marcada también por la inminente visita de su antiguo amigo Vincent Parisi (Robert De Niro), un famosísimo escritor neoyorquino. La presencia de De Niro (ver recuadro) es el gran acontecimiento de esta miniserie que tuvo su estreno mundial a fines de septiembre en el Festival de San Sebastián y podrá verse, completa, a partir del miércoles 11 en la plataforma Star+.
“Nos conocemos desde hace mucho, pero jamás llegué a imaginar que íbamos a compartir un rodaje. Además es la primera vez en toda su carrera que hace una serie para televisión. Es un actor extraordinario y una persona deliciosa”, cuenta Brandoni, todavía conmovido por la experiencia que vivió a principios de mayo de 2022 durante la semana que De Niro pasó en Buenos Aires grabando su participación.
-¿Te sorprendió que Cohn y Duprat te hayan convocado para este trabajo?
-Para nada. La única sorpresa que viví con ellos fue cuando me llamaron en 2016 para hacer Mi obra maestra. En ese rodaje apareció la idea de esta serie, que me gustó mucho hacer. Me llevo muy bien con ellos. Son muy serios, trabajadores, generosos, muy buenos amigos y sobre todo talentosos. Tenemos muy pocas diferencias y muchas coincidencias. Y me importó mucho su insistencia para que se luciera especialmente en esta serie la ciudad de Buenos Aires. Ya lo van a comprobar.
-Tamayo Prats es un personaje magnético, que parece pensado desde el principio para una figura de tus características y tu personalidad.
-Hace mucho tiempo que no mido la importancia de los personajes que me toca interpretar. Me interesa más el tema, lo que se quiere decir y cómo se quiere decir. Me halagó enormemente que me hayan elegido para hacer a esta altura un gran papel protagónico, pero el desafío no me asustó. Lo principal es estar sano para afrontar un desafío que nos llevó tres meses de trabajo. Uno tiene que cuidarse y estar en las mejores condiciones para cumplir con las exigencias de la dirección. Todo eso se resuelve, al menos en mi caso, cuando un personaje como este, que tiene tanta riqueza y también plantea muchas dificultades.
-¿De qué manera?
-Un personaje complejo ayuda no solo al actor, sino también al director para exigir esas pequeñas cosas que nosotros podemos aportar: un matiz, una coma, un detalle. Este personaje puede ser a veces poco afectuoso, bastante agresivo, pero es el protagonista y como tal tiene que meterse al espectador en el bolsillo. De lo contrario nadie te da pelota.
-En el fondo, la historia de Nada es la de un personaje que en un momento se enfrenta un cambio decisivo e inevitable.
-La vida lo pone frente a ese desafío. Si fuese por él no habría cambiado nada, pero la realidad lo obliga. Y la llegada de Antonia, desde Paraguay, le enquilomba la vida. Es chica tiene una sencillez y una ingenuidad tan grande que termina ganándole la parada. Allí aparecen los matices, esas posibilidades de las que te hablaba que tienen los personajes para un actor.
-¿Qué es Nada para vos? ¿Una miniserie? ¿Una película?
-Yo no he visto una sola serie en toda mi vida. Del tipo de las que estoy haciendo, ninguna. Veo televisión argentina, aunque últimamente la tele se transformó en una sucesión interminable de noticias policiales. Realmente desconozco si hay una manera para filmar una serie y otra diferente para una película. Yo tengo una sola manera de actuar: el público tiene que creer que el personaje que yo hago es así todos los días. Y el teatro es el único lugar que no necesita nadie, porque uno sabe qué le pasa al público. Está ahí, en la platea, y no hay manera de arreglar o disimular su aplauso. Pero creo que hemos hecho con Cohn y Duprat una película. Sí, estaba haciendo cine. Y me di cuenta de eso en San Sebastián.
-¿Por qué?
-Estando allá tenía mucha curiosidad por saber qué decía el público. Era la única vez que se iba a exhibir en una sala de cine, con público. Los cinco episodios en continuado. Después va a la tele y no hay manera de comprobar qué piensa la gente, no nos podemos meter en su casa. No sé si está bien que lo diga, pero la reacción de la gente allá fue conmovedora.
-Hablabas de la necesidad de estar sano de la cabeza y del cuerpo para encarar este tipo de proyectos. Te vemos muy activo con esta serie y en teatro con Parque Lezama. ¿Qué te espera en el futuro cercano?
-Me ofrecieron dirigir una nueva versión de Made in Lanús, que me interesa mucho. Y lo otro, que espero pueda concretarse, es que llevemos al cine Parque Lezama, con dirección de Campanella. Justamente el otro día estuvo en el teatro y nos contó que quería ver la obra por primera vez desde la platea. Fue una función extraordinaria, con la sala llena. Después volvió a verla, pero en la fila 6. Al final se acercó y me dijo: tenemos que hacer la película. Juan se dio cuenta que esa reacción maravillosa de la gente se termina el 26 de noviembre, cuando dejemos de hacer Parque Lezama. Y se dio cuenta de que la única manera de perpetuar todo eso es transformar la obra en película. Juan también me contó que la viuda de Herb Gardner, el autor de la obra, está encantada con la idea. Ahora están viendo quién tiene los derechos.
-¿Cómo organizás tu vida? Suele decirse que los actores no se retiran nunca.
-Es posible que me retire en algún momento. Me puedo cansar. Pero en este momento no pienso dejar la profesión. Eso sí, llevo más de 60 años como actor de teatro y ando con unas ganas locas de contar por fin con algún sábado y domingo para mí. Tengo ganas de disponer del poco tiempo que me queda. Como me queda menos tiempo que antes, ya tengo todo preparado para cruzar la cordillera en auto con un amigo de toda la vida. Ese es un sueño pendiente que tengo. Y no puedo hacerlo ida y vuelta entre un lunes y un martes, que son los días libres del teatro.
-A esta altura, los actores suelen hablar del papel con el que sueñan toda la vida y todavía no pudieron llevar al escenario. Vos, en cambio, mencionás un sueño completamente ajeno al mundo artístico.
-Mi mayor sueño como actor, que era hacer Un enemigo del pueblo, ya lo cumplí. A Alfredo de la Guardia, mi profesor de Historia del Teatro en el Conservatorio, le escuché decir en su primera clase, cuando tenía 18 años, que el mundo del teatro se divide en dos: antes y después de Ibsen. En ese momento no sabíamos quién era. Pero eso me quedó grabado para siempre. Más allá de eso me siento orgulloso de haber llevado al teatro y al cine muchas obras de grandes autores argentinos. Ahí aparecieron los personajes.
-¿Recordás alguno en especial?
-El personaje de Convivencia yo no sabía que iba a existir. El de Chúmbale, tampoco. O los de Made in Lanús. Cada uno planteaba en el momento del estreno un cierto riesgo. Como el personaje central de Simón Brumelstein, el Caballero de Indias, de Germán Rozenmacher, extraordinario. No se pudo hacer en su momento y 12 años después de la muerte de Germán yo me propuse llevarlo a escena. En 1982, plena guerra, en el Tabarís, con producción de Carlos Rottemberg y Guillermo Bredeston. Una obra gloriosa sobre un tema apasionante, ser argentino y ser judío. El personaje reclama ese título por haber descubierto América, ya que vinieron muchos judíos con Colón.
-A lo mejor tu futuro podría pasar, más tranquilo, por la dirección teatral.
-Es posible. Ya pasé por dos muy buenas experiencias. Y por eso también me gusta mucho la idea de reponer Made in Lanús.
-No hay muchos personajes protagónicos con tu edad, como pasa en esta serie.
-No sé por qué. ¿Será porque es más atractiva la juventud? Es raro lo de Parque Lezama y lo de esta serie. Esa es la ventaja que tenemos los actores. No tenemos edad para jubilarnos, y siempre aparece por ahí algún viejito…
-Se habló mucho de tus declaraciones sobre Argentina, 1985 que involucraron a Ricardo Darín y abrieron una enorme polémica. Ya pasaron varios días. ¿Qué tenés para decir de ese episodio y sus repercusiones?
-Estoy totalmente seguro de lo que dije y lo ratifico. Lamento una vez más que Darín se haya sentido tan dolido. Yo no lo ofendí. Cuando hablé de canallada lo dije en referencia directa a la película, no a él. Ricardo y yo hicimos muchas películas juntos y un éxito de la tele como Mi cuñado, de modo que estuvo muy lejos de mí decir algo sobre él que se pareciera a una ofensa, pero siento que hice bien en decir lo que dije. Si está haciendo una película histórica no podés omitir a sus protagonistas. Y en este caso, uno de ellos es Raúl Alfonsín. No podés no mostrarlo.
-¿Cuál es tu argumento en este caso?
-Es muy claro. Todo es una falsedad, es una canallada. Que no se diga que el Gobierno trata de decirle a la justicia militar que debe juzgar a sus pares y la justicia militar responde que no se va a hacer cargo de eso. Entonces, la justicia civil se pone a trabajar para poder juzgarlos. Pero para hacer eso tiene que haber denuncias. Y para eso se crea la Conadep, un trabajo extraordinario y completamente insalubre para sus integrantes, amenazados todo el tiempo. El peronismo no quiso integrarla, porque avalaba la autoamnistía de los militares. El juicio empieza por la Conadep. No contar todo eso es una canallada. Y esto no pasó hace cuatro siglos.
-Estamos a pocos días de las elecciones presidenciales. ¿Qué país imaginás después del 22 de octubre?
-Después de las elecciones va a haber una Argentina mejor. Por alguna razón, después de 91 años un presidente no peronista no terminó su mandato. Por alguna razón, el 7 de diciembre de 2019 se juntó una multitud en Plaza de Mayo para despedir a un gobierno que perdió. Sumale los cinco banderazos que la gente hizo espontáneamente. ¿Es raro o no? Por todo eso creo que las cosas van a cambiar. Va a perder el peronismo, va a perder el kirchnerismo y tampoco va a haber aventuras riesgosas para nuestra democracia.
“Decile a Brandoni que me llame”
La utopía se hizo realidad. Cada uno de los personajes de Nada fue concebido y escrito por Mariano Cohn y Gastón Duprat con la mente puesta en el actor que finalmente terminó interpretándolo. Y en la cabeza de los realizadores no había otra figura que Robert De Niro para encarnar a Vincent Parisi. La búsqueda de una estrella que hasta ese momento en toda su ilustre carrera nunca había hecho televisión fue extraordinariamente compleja e impuso unos cuantos cambios cruciales en el armado, la logística, el presupuesto y todo el dispositivo de producción de la serie. Para que De Niro finalmente diera el OK tuvo mucho que ver la vieja relación de amistad que el gran actor estadounidense tiene con Luis Brandoni.
Así lo explica el propio Brandoni: “Mi conexión con De Niro empezó a través de Lito Cruz, que ya lo conocía porque estrenó en Buenos Aires una obra que hizo después de haberla visto interpretada por él en Nueva York. De Niro apareció en Buenos Aires para el estreno, nos vimos varias veces en ese momento y quedó sellado un vínculo que siguió con varios encuentros en los años subsiguientes”.
Esa relación tuvo un momento clave, cuando Brandoni viajó a Nueva York para filmar Made in Argentina. “En el elenco –cuenta- estaba Frank Vincent, un actor norteamericano bastante conocido. Después de ensayar conmigo fue a comer al restaurante de De Niro en Tribeca y le contó que estaba haciendo una película argentina. De Niro le preguntó quiénes eran los protagonistas. Y Vincent respondió: con el único que hablé es un tal Brandoni”.
Cuando De Niro escuchó ese apellido le hizo un pedido expreso a Vincent. “Decile a Brandoni que me llame”. El actor estadounidense cumplió con el recado y Brandoni se ilumina al contar el resto de ese tramo de la historia: “Como Robert es de familia italiana y estábamos filmando en Nueva York muy cerca de la Navidad, supuso que yo iba a estar solo. Quería invitarme a pasar Nochebuena en su casa. Ahí se afianzó mucho nuestra relación, volvimos a vernos en su casa, estuvo en Punta del Este y hasta llegó el día en que se apareció en mi casa de la calle Suipacha. De Niro no habla español, yo no hablo inglés, pero igual nos entendemos. En italiano, con gestos, con las manos. Es una amistad hermosa”.
A principios de mayo de 2022, De Niro pasó una semana en Buenos Aires para grabar su participación como figura estelar del último episodio de Nada. “Aquí, cada vez que un actor termina de grabar su última toma, se lo aplaude. Eso también pasó con De Niro, pero la diferencia es que estalló de inmediato una ovación impresionante de parte de todos. Se ganó el respeto y el cariño de cada uno de nosotros”, recuerda Brandoni.
Además de Brandoni y De Niro, del elenco de Nada también forman parte, entre otros, Majo Cabrera, María Rosa Fugazot, Enrique Piñeyro, Silvia Kutika, Belén Chavanne, Daniel Miglioranza, Gastón Cocchiarale, Belén Chavanne, Manuel Vicente, Pablo Novak, Cecilia Dopazo y Daniel Aráoz.
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