Luciana Jury, la sobrina de Leonardo Favio que brilla con luz propia
Leonardo Favio le dijo: "Tengo un regalo para vos, pero tenés que elegir. Tomá, un Rolex de oro. Es del Diablo. Y si no éste: un reloj chino de cuarzo, que es de Cristo. ¿Cuál elegís?". Luciana Jury ríe fuerte recordando una de las tantas pruebas de carácter –pequeñas trampas con moraleja– que le tendía su tío. Fuma unos cigarritos que arma como una ceremonia y completa: "Jodida elección, ¿no? Qué turro mi tío. Elegí el de cuarzo, más bien. De lo contrario no hubiera podido con la culpa". Volverá a hablar de su tío, del ADN, de la sangre siria, de la idea de grabar un disco con canciones de él. Pero ahora va a la cocina a buscar un cenicero y mate y vuelve a reír, esta vez de sí misma: "¡Hay que tener sentido de la oportunidad para titular un disco Abrazo en plena pandemia!". El flamante Abrazo es la excusa de la entrevista; pero también fue la excusa que Luciana Jury encontró para desplegar su concepción política, en la que se funden las conquistas de género y "el viejo sueño latinoamericanista".
Lo primero que uno percibe es que está frente a una artista. No una cantante, sino una artista. Y no una artista cualquiera: Jury habita el mismo universo estético de mujeres sufridas, excesivas, impredecibles, híperexpresivas, pura llaga y emoción, como Chavela Vargas, Amparo Ochoa, Concha Buika, Lhasa de Sela. Jury creció en los arrabales –Tortuguitas: ni campo, ni ciudad, calles de tierra y calles de macadam y alquitrán cuarteado por el calor– en un hogar de creadores. Hija única de Jorge Zuhair Jury –músico, pintor, escritor, director, guionista de la mayoría de las películas de su hermano– y de la cantante Marta Mantello, caminó el barrio con un rumor de fondo que integraba la cumbia y el rock and roll de las veredas y la música cuyana y la milonga de su casa. "Por eso soy la cantante folklórica más rockera de la historia", dice en broma, pero no tanto.
Asomó con un disco a dúo con el guitarrista Carlos Moscardini, el inmejorable debut titulado Maldita huella (2008). En ese año, frente a la prensa, se cansó de describir su célebre cuna tatuada por la frondosa sombra que proyecta Favio. "Me tuve que bancar la mochila. Años de terapia. Me hice cargo de todo. Es pesado ser la sobrina de mi tío, pero también ser la hija de mi papá", explica con naturalidad. Con la credencial que solo otorga la calidad, desmalezó el camino, transitó su personal y "maldita huella", y se ganó el jerarquizador mote de "La Jury". Irrumpió en un ambiente folklórico siempre escéptico ante la novedad y abrió un espacio propio gracias a un canto exuberante que se escucha honesto, sinuoso, audaz, con indisimulables inflexiones de cante flamenco. En esa voz también reverbera su adolescencia rockera, cuando era fan de Janis Joplin. "Me gusta el rock, claro. En realidad, me gusta todo. Y quiero hacer todo: un disco de tango, un disco cuyano, retomar el proyecto con Leandro Savelón, Lucas Bianco y Leandro Matute, batería, bajo y guitarra eléctrica, tremendo power trío con el que ya grabamos algunos temas que están subidos a las plataformas digitales. El tiempo no alcanza. Iba a ser mi disco siguiente, pero al final encaré Abrazo".
Abrazo es un disco hermoso y breve, disfrutable, luminoso, para cantar mientras se limpia la casa en tiempos de cuarentena y peste. Ella lo define sin eufemismo como "un disco feliz". "No tiene rollo. Es oxigenado, sí, ¡para escuchar lavando el piso! O mientras se escribe". Suele decirse que los cantantes componen en cada interpretación –ésa es su creación– y que entre los pliegues de la elección del repertorio aparece lo que quieren decir. El discurso, el mensaje. "Yo los discos no los pienso, se van armando. El anterior es de 2015, La madrugada. Indudablemente no quise editar nada con el gobierno de Macri. Creo en la Patria Grande, y sentí que el sueño latinoamericano se derrumbaba. Como que me había quedado sin motivos para sacar un disco. Ahora sí. Y, como te decía, me salió un disco latinoamericano y feliz. ¿Será porque estoy enamorada?".
La presencia de la ausencia de Laura es notable. "Ahora no está. Ella es mi compañera y esta es su casa. No es música, pero sí una melómana bárbara. Cada vez me quedo más", dice. A tiro de Parque Centenario, por la ventana el sol entra a baldazos. De una laptop se escuchan cuecas y valses del grupo chileno Los Celestinos. Durante mucho tiempo Jury se negó a abandonar Tortuguitas. Vivía a cuadras de la casa de los padres; una extensión, decía su psicoanalista, del cordón umbilical. Construyó la carrera yendo y viniendo y criando a su hija Mora, de nueve años. "No fue facil. Todo lo hice mientras atravesaba momentos personales muy fuertes. Así como Abrazo está marcado por mi relación con Laura y por la necesidad de cantar la región, En desmesura, del 2013, tiene dolor y muerte. Ahí está la muerte del tío, la muerte de Hugo Chávez, el infarto que casi se lleva a mi papá… Por eso comienza con una versión de "Post Crucifixión", de Pescado Rabioso. También está impregnado de lo que me estaba ocurriendo en mi vida personal, afectiva, sexual: el proceso de separación con Goyo, el papá de Mora, con el que me llevo bárbaro y a quien adoro y siempre consideraré familia, y el hecho de empezar a apartarme de las normas, de las ‘heteronormas’. Yo ya de pequeña había sentido atracción por chicas. Pero bueno, lo social era muy fuerte. Me pesaba. Por suerte cambió. Mora es mucho más libre que lo que yo era a su edad. ¡Muchísimo!", dice ahora, a los 45.
-¿Cómo tomaste la decisión de contarlo, de naturalizarlo?
-No fue fácil. Mi terapeuta me recomendaba que no me separara, una amiga que estaba experimentando con el lesbianismo también, mi profesora de reiki me decía que esperara… Uffff, tuve que romper con todo eso.
-¿Y tus padres?
-Curiosamente la que más resistencia puso fue mi madre: "Ya se te va a pasar. Está de moda", me dijo. ¡Ja! Mi padre, todo bien. Aunque le pondría algunas comillas. Creo que al muy turco le encantó seguir siendo el eje masculino de la familia. Y bueno, corté el cordón… Debo decir que ellos nunca me ataron, yo quería estar ahí. Nunca tuve una relación de choque. Fue todo bastante armónico, más allá de algún desencuentro. Los tres compartimos charlas profundas, un sentido del humor muy parecido. Mis padres son gente "dadora" en todo sentido. Te dan, te dan, te dan. Claro, como todo vínculo familiar puede haber un agotamiento. En un momento los límites de las heteronormas se transformaron en asfixia. Pero fue más social que familiar.
-Tu imagen se reconfiguró en vivo. Antes, por ejemplo, te iba a ver casi exclusivamente gente mayor.
-Es cierto. Ahora van chicos y chicas muy jóvenes. Será que me siento involucrada con todo lo que está ocurriendo con la mujer, con el género, con los derechos y las reivindicaciones. ¡El hecho de que se rompa lo binario! Estos años fueron muy femeninos. Hay una pregunta que es hermosa: ¿qué es ser mujer? ¿qué significa? En el disco participa Susy Shock, que es una artista trans. Ella me abrió un mundo maravilloso.
Referencia femenina
Abrazo recupera el espíritu que Mercedes Sosa patentó en 1972 con la memorable Cantata sudamericana de Ariel Ramírez y Félix Luna, pero en tiempos de ola verde. Con producción de dos artistas del campo magnético de Gustavo Santaolalla, Javier Casalla y Barbarita Palacios, casi todos los temas tienen una referencia femenina. Abre con una pieza de Alvaro Carrillo que es un clásico en la voz de Chavela Vargas, "Luz de luna". Destaca el joropo "Señora Mónica Pérez", la cueca "Mi Juana" ("la cantaba de pequeña con mamá") y otra cueca, "Si cruzás por mi camino", que Jury señala como "la primera cueca lesbiana". "Es el único tema contemporáneo. Lo escribió la chilena Camina Vaccaro, que debe andar por los treinta y pico y es una genia". También se luce en la interpretación de tres obras del estupendo Chango Rodríguez, un compositor ineludible del folklore argentino: el taquirari "Noches de carnaval", la chaya "La flor de jazmín" y la chacarera "Una luna y un ranchito". "Siempre está presente el Chango Rodríguez en mis discos. En casa se cantaban sus temas. Lo amo. El Chango está metido en mi voz: su carácter, algunas modulaciones".
-Se nota. Siendo el canto del Chango Rodríguez muy masculino…
-¡Totalmente! En mi forma de cantar hay muchos hombres: el Chango Rodríguez, Cafrune. Me interesan, son referentes sonoros. Eso de las maneras masculinas y las femeninas están para ser discutidas. Yo contengo voces de todos lados. Pervive en mí Nacha Roldán, ni hablar Liliana Herrero. El ser humano tiene dos componentes, el femenino y el masculino. En el canto también. La sociedad no permite que esos componentes afloren libremente.
-También se escucha a Favio…
-¿Y cómo no? Tal vez se nota en "Señora Mónica Pérez". No les cierro las puertas a las voces que aparecen en mi voz. Me las permito. Esas formas, esos colores, están. Si en algo soy buena, es en la memoria auditiva. Tengo una memoria muy grande de voces. ¡Siento que escucho mucho más de lo que veo! Volviendo a Leonardo, no sé cuándo, pero alguna vez voy a hacer un disco con sus canciones.
-¿Cómo lo imaginás?
-Me lo imagino con las orquestaciones que él usaba, esa sonoridad bien de los años 60. Me imagino que no pueden faltar temas como "Ni el clavel ni la rosa". O una milonga hermosa que se llama "Si mi guitarra canta", y que dice "si mi guitarra canta como canta y sabe como a duelo mi garganta…". Esa canción tiene una pequeña historia. Una vez vino a visitarnos a casa y, como tantas veces, papá estaba guitarreando. Medio en joda, le dijo: "¡Me tenés podrido con esas tonadas y esas milongas! Un día te voy a traer una milonga como Dios manda!" Y trajo "Si mi guitarra canta".
-Tenés muy presente a tu tío.
-Sí. Era un geminiano bravo. Recuerdo en una oportunidad que recién había llegado después de años de estar afuera: estaba frente a una ventana, de espaldas. Yo era chiquita. El me decía: "Vení, Lucianita, vení mi amor. Siempre de espaldas. Era rara la situación, me daba un poco de miedo. Me acerco. De pronto se da vuelta, y veo que tiene toda la cara maquillada de mujer: los labios pintados, rubor… "A partir de ahora –me dijo– me vas a llamar tía". Era loco, loco. Las canciones las hacía de taquito, le interesaba el cine. Pero tenía un gran respeto por su público. Sabía perfectamente que en América latina lo querían por las canciones, no por el cine. Sí, pienso en mi tío. No sé cuándo haré ese disco.
-¿De qué depende?
-No sé… Son momentos. No tengo una respuesta. Te hablaba de toda la muerte que hay en "En desmesura". O el amor que se percibe ahora en Abrazo. ¿La verdad? Yo no tomo decisiones. Una cree que elige qué tipo de disco hace, o tiene la fantasía de que elige las canciones. Yo no elijo nada, las canciones me eligen a mí. Y me cantan.
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