Lucas Erni: un argentino que brilla en Uruguay

El argentino Lucas Erni entró al Ballet Nacional Sodre a mediados de 2014. Un año después ascendió a bailarín solista. Y ya protagonizó la última producción de la compañía uruguaya: el Romeo y Julieta, de Kenneth MacMillan, que cerró la temporada 2015. Erni tiene apenas 20 años. Y encarnó, con frescura y pasión, la inconsciencia juvenil del inmortal Montesco.

El director de la compañía, Julio Bocca, creó espacios de formación adicional para los roles protagónicos: desde octubre tuvieron clases de esgrima, con un entrenador olímpico, y de actuación, con un británico experto en Shakespeare.

A pesar de su corta edad, Lucas Erni ha recorrido un camino interesante: empezó con el folklore a los 9 años y con la danza clásica a los 12. Se mudó de Santa Fe a Buenos Aires para estudiar en el Instituto Superior de Arte del Colón y bailó con el Ballet Estable. Fue solista del Ballet Metropolitano y en 2012 se preparó con Raquel Rossetti para el Grand Prix de Lausanne, donde llegó a finalista y ganó una beca para la escuela del Ballet de San Francisco, donde también participó durante seis meses de las actividades de la compañía joven.

Sobre su reciente desempeño en Romeo y Julieta, junto a la brasileña Nina Queiroz, el joven bailarín cuenta: "Lo primero fue el encuentro con mi Julieta, porque todo se trata del diálogo. Romeo pasa por muchas emociones: enamoramiento, felicidad, tensión, decidir quitarse la vida... Cuando empezamos a ensayar vi videos de otras versiones de MacMillan. Pero tener la oportunidad de aprenderlo del coreógrafo es mucho mejor. Gary Harris nos decía: 'Por este paso, esto es un MacMillan'. Por ejemplo en la cripta, cuando cree que ella está muerta y hace un pas de deux. Si uno no la agarra a Julieta de cierto modo, no es lo que MacMillan creó. Porque tiene que bailar con un cuerpo inerte. La calidad de movimiento que exige es diferente a otros ballets. Es menos lírico".

Puesto a elegir otros roles que le gustaría interpretar, Ernie piensa y enseguida enumera: "Me gustaría componer al duque Albrecht de Giselle, pero también me interesan coreógrafos como Balanchine, Forsythe o Ratmansky. La temporada 2016 del Ballet Nacional Sodre va a estar muy buena, en marzo se hace El lago de los cisnes... Me encantaría ser Sigfrido".

Erni es un ávido consumidor de los espectáculos del Auditorio Nacional, va a todos los conciertos sinfónicos y óperas que puede. Y cuando no está bailando está viendo ballet. Incluso durante una gira por Israel miró la transmisión del Colón Digital con Paloma Herrera. Pero también mira fútbol.

"No importa en qué parte del mundo esté: sigo a Colón de Santa Fe. Cuando lo vi descender lloré -admite-. Después volvió a primera, después se salvó del descenso... Me tiene con el corazón en la boca. De chico jugaba al fútbol, pero no era para mí. Hasta ahora parece que la danza sí lo es."

Extraña la cumbia santafecina, los domingos en familia y el pastel de papas que cocina su mamá. Sigue tomando mate, pero tuvo que acostumbrarse a la yerba uruguaya.

Y también, por supuesto, tuvo que acostumbrarse a la fama. "El público de esta clase de ballet es muy fiel. Ven muchas funciones. Hay gente que me reconoce en la calle y me frena para felicitarme. Muchos, además, se quedan después de las funciones a saludar. En Santa Fe, incluso, como en el canal de televisión local me han hecho notas, alguna gente me reconoce. Y me dice: 'Vos sos el bailarín que viaja'."

Pese a toda su trayectoria clásica, Erni conserva un lugar de privilegio en su corazón para el folklore: "Cuando vuelvo a Santa Fe siempre tomo algunas clases. Creo que es una herramienta que tengo, aunque sea inconscientemente. La energía con la que bailo folklore es la misma con la que bailo clásico".

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