Los Sutottos, en una propuesta superadora
Inestable / Dirección, dramaturgia e intérpretes: Andrés Caminos y Gadiel Sztryk (Los Sutottos) / Escenografía: Fernando Dopazo / Iluminación: Fernando Dopazo / Asistencia de dirección: Guadalupe Bervih y Manuela Bottale / Vestuario: Analía Cristina Morales / Producción: Sutottos / Sala: Beckett, Guardia Vieja 3556 / Funciones: sábados, a las 21 / Duración: 60 minutos / Nuestra opinión: muy buena.
Del mismo modo que hace unos años Sutottos nos invitaba a festejar su cumpleaños número cinco, este año, el dúo sigue de fiesta no sólo porque atesora más y más años en su trayectoria, sino porque ha sido ganador de la última edición de la Bienal que supuso la tutoría y supervisión por parte de Andrea Garrote.
Este dúo de humor compuesto por Andrés Caminos y Gadiel Sztryk da cátedra de lo que es hacer reír y divertir con una obra que en ningún momento recurre a nada grosero para hacer estallar a una platea que, claro, ya los conoce y busca en este plan un motivo de carcajadas. Es que ni bien sale el primer actor a escena con su sola presencia y su gesto -brillante, por supuesto; en ambos casos la utilización del recurso gestual y corporal es magnífica-, la platea comienza a reírse adelantándose a la obra. Casi sin importarle lo que verá ya está contenta. Y aunque a veces sea de más y nos impida escuchar el texto, lo cierto es que la risa es contagiosa y la alegría va extendiéndose a todo el espacio.
Desde el título y la trayectoria de este dúo -que nos recuerda un poco a Los Melli y a Los Macocos, pero que ya ha ganado su propia impronta y la defiende a la perfección- sabemos que nos metemos en al menos algo tan inestable como la mente humana. Y es que han encontrado en el humor la clave para poder hablar del hombre y sus miserias, para poder reírse incluso de ellos mismos y hacer extensiva la propuesta a toda la platea que es seguro se encontrará reflejada en más de un aspecto. Ya de entrada, Gadiel Sztryk sale a escena para avisar, de manera muy original, que dejemos encendidos los celulares porque no van a poder dar función debido a sus severos ataques de pánico. A no confundir, es parte del espectáculo. No hay olvidadizo que falte y que quiera intervenir en varios momentos de la obra como si realmente se tratara de un show que reclama participación del público. No lo es, aunque es bienvenida la risa, siempre. Así continuarán toda la función en busca de los miedos que acechan al hombre moderno: desde la fobia social pasando por las enfermedades, las catástrofes naturales, los olvidos, los asesinos, las manchas de humedad que crecen y pueden derrumbar las paredes y matarlos hasta las llamadas a deshora, a hora? En fin, un simposio de todo tipo de miedo relacionado siempre a la muerte.
La escenografía -apenas compuesta por algunos objetos con los que intervienen y los ayudan a crear mundos, recuerdos, incluso el rincón de la nostalgia al que apelan para hundirse más y más en la depresión- les da suficiente libertad como para poder desplegar su saber hacer teatro. El vestuario muy original ayuda a extrapolar a esos seres -que pueden ser amigos o incluso compañeros de grupos de ayuda al fóbico extremo- y hacerlos atemporales y ahistóricos. Aún mantienen algunos momentos musicales, es probable que en dosis inferiores a otros espectáculos del dúo.
Un gran plan de sábado a la noche para pasarlo espléndido, ver unas grandes actuaciones y de paso reflexionar o si no reírnos de nosotros mismos.
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