Después del debut argentino de Pete Townshend y Roger Daltrey, la banda de Axl Rose se acercó a su mejor versión
La presentación de Guns N’ Roses y The Who en el Estadio Unico de La Plata tuvo características de epopeya; por la duración, la entrega, la lluvia que prácticamente no paró de caer durante todo el concierto, y las performances extraordinarias de las dos bandas.
En su primera visita a Argentina, The Who tuvo que lidiar con un público que había ido en su mayoría a ver a los Guns. Pero una vez que la banda se habituó a ese contexto y al clima, desplegó toda su potencia y una musicalidad vibrante a lo largo de una hora y media de show. Obviamente, en el centro del vendaval están Pete Townshend y Roger Daltrey, ambos en excelente forma, que con el aporte de la alineación actual pueden desplegar ese repertorio tan influyente y fundacional. Especialmente el hijo de Ringo Starr, Zak Starkey, en la batería, que es el único que ha sido capaz de ponerse los zapatos de Keith Moon y salir airoso, recomponiendo la química particular que constituye el sonido The Who. También colaboran el hermano de Pete, Simon Townshend, en la guitarra rítmica y voces, y el bajista Jon Button, además de un par de tecladistas adicionales en segundo plano.
El setlist fue un compacto destilado de lo mejor de la década inicial de la banda británica (con la excepción de “Who Are You”, que data de 1978). Comenzaron con algunos tempranos himnos como “I Can’t Explain” y “The Kids Are Alright”, para culminar este segmento inicial con una potente versión de “My Generation”, que más de 50 años después, conserva intacto su poder como manifiesto generacional. Luego llegaron algunos temas más calmos que fueron un vehículo para el lucimiento de Daltrey. Una vez que calentó la garganta exhibió unos agudos que remitían a su época dorada de los 60, como “Behind Blue Eyes”, “I’m One” (con Pete en guitarra acústica) y la majestuosa “Love Reign o’er Me”, estas dos últimas de Quadrophenia. El único tema realtivamente raro incluido fue “Join Together”, un single de 1972 que pertenecía al abortado proyecto Lifehouse.
En la recta final, hicieron una selección de varios pasajes de Tommy (1969), la primera obra conceptual del rock, donde conectaron “Amazing Journey”, “Pinball Wizard” y el catártico final con “See Me, Feel Me”. Pero esto no fue todo, aún tenían reservados dos grandes clásicos para culminar el show, “Baba O’Riley”, con su característica introducción de sintetizador, y “Won´t Get Fooled Again”, que mostró a los dos líderes en pleno despliegue de su poder escénico: Daltrey revoleando el micrófono y Townshend acentuando los “power chords” con su brazo haciendo el molino.
Los Guns N’Roses, después de todo el tiempo y las batallas transcurridas, mostraron una faceta que se aproxima bastante a la mejor versión de la banda, aquella que trajeron a Buenos Aires en 1992 y 1993. Con el background de la gira reunión que arrancó en julio del año pasado, los tres integrantes originales, Axl Rose, Slash y Duff McKagan, se acercan cada vez más a la química de las primeras épocas del grupo. Otro histórico como Dizzy Reed en los teclados (y la recién llegada Melissa Reese en teclados complementarios y voz), el guitarrista Richard Fortus -que tiene un asombroso parecido con Izzy Stradlin -, y el baterista Frank Ferrer, completan una alineación con un poder arrasador.
Pasaron por casi todo Appetite for Destruction y buena parte de Use Your Illusion. También tocaron tres temas de Chinese Democracy, el disco que tuvo al cantante como único integrante original. Entre ellos, la balada “This I love”, que junto a otros temas lentos, como “Stranged” y “November Rain”, fue donde Rose explotó su lado sensible. Slash brilló a lo largo de todo el show, pero su parte solista, que empezó melódicamente, pasó por un furioso rock´n roll a lo Chuck Berry, y culminó con el tema de El Padrino (de Nino Rota), dejó en claro que es realmente uno de los últimos héroes de la guitarra.
Mientras tanto, McKagan asumió la primera voz en “New Rose”, de The Damned, uno de los covers incluidos en The Spaghetti Incident. Justamente, los covers fueron una de las sorpresas de este show. Aparte de los ya conocidos, como “Live and Let Die” (McCartney) y “Knockin’ On Heaven’s Door” (Dylan), sobre el final mostraron varios que tenían sabor a homenajes, explícitos o no tanto. El hermoso tema country “Wichita Lineman”, de Jimmy Webb, es un tributo a Glenn Campbell, influyente cantante fallecido recientemente. La versión instrumental de “Wish You Were Here” de Pink Floyd, con Slash y Fortus en acústicas, puede entenderse como un tributo a Scott Weiland (Velvet Revolver hacía este tema) y “Black Hole Sun” de Soundgarden es obviamente un homenaje a Chris Cornell. Hubo otros guiños musicales, como la coda de “Layla” de Eric Clapton, pegada con “November Rain”, con Axl en piano acústico, y “Whola Lotta Rosie”, en una versión vibrante que remite al paso del cantante por AC/DC.
Tocaron más de tres horas sin pestañear ni mostrar molestia alguna por la lluvia. Grandilocuentes, exagerados, ruidosos, expansivos, derrocharon fuegos artificiales, solos extensos, baladas de piano, y por momentos, ese hard rock lindante con el metal, punzante como una sirena, con un halo casi demoníaco que supo estremecer en su momento a la Norteamérica bienpensante. Axl ha conseguido recuperar sus agudos, y Slash está en su mejor momento, y demuestra que no puede haber un GNR sin su presencia. Cuando llegaron las explosiones del final, con “Paradise City”, abajo solo quedaba una multitud empapada, agotada y extasiada.
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