Los reyes de la comedia
SIERRA NEVADA, España.- Un domingo, hace seis años, Manuel Bandera tocó el timbre en la casa de Guillermo Francella. Corría 1994 y el actor español, que rodaba en la Argentina la segunda parte de "Las cosas del querer", por esas cosas de la promoción había sido invitado al programa "La familia Benvenutto". Atrás quedó el estupor de Bandera ante el frenesí de hacer una comedia en vivo. "No había asistido a la televisión así auténtica, real. Cortaban y yo tenía que saltar los cables", recuerda todavía, pero hoy los roles se han invertido y es Francella quien juega de visitante.
A más de 2000 metros sobre el nivel del mar, en Sierra Nevada, un centro de esquí a escasos kilómetros de la ciudad de Granada, las cámaras filman, bajo las órdenes del director Juan José Jusid (el mismo de "Bajo bandera", "Esa maldita costilla" y "Un argentino en Nueva York"), las escenas de "Mi papá es un ídolo", la nueva coproducción cinematográfica de Argentina Sono Film y Telefé. Y casi perdidos entre los picos nevados y las hordas de esquiadores infatigables, también los actores se defienden del frío y del cansancio que provoca la altura.
Competencia por partida doble
Una cabaña de madera, que apenas se ve desde la base de la sierra, sirve de refugio, sala de té y vestuario. El resto es intemperie, pero no se nota. Todos están atareadísimos. Los técnicos procuran vencer la naturaleza. Los protagonistas, ayudados por sus dobles, tratan de ponerse a la altura -aunque más no sea en términos de actuación- de los esquiadores profesionales. Porque en "Mi papá es un ídolo" deberán representar la competencia de dos deportistas no tan sólo en la pista, sino también en la vida.
Para sobrevivir a las condiciones maravillosas pero a la vez muy duras del rodaje, es evidente que el equipo ha decidido optar por el buen ánimo. "El humor es imprescindible, porque momentos de tensión ya los hay seguro. De eso no hay quien te libre en una filmación", garantiza con una sonrisa Manuel Bandera. Hacia el fin de la tarde llega la hora de la entrevista y, a pesar del cansancio, los actores -ya al preciado calor de un bar- se sientan a hablar con La Nación .
-Parece que se llevan bien, pero en la película son algo así como archienemigos.
Francella: -No es tan así. En la historia, yo, Pablo, vivo solo con mi hijo porque la mamá nos abandonó hace tres años. Por otra parte, fui un gran campeón de esquí, pero por una deficiencia cardíaca no pude continuar. Aunque nunca más volví a ver a mi mujer, sé que formó pareja con el personaje de Manuel, Mauricio Heredia, que es el actual campeón de esquí. El problema comienza cuando vengo de vacaciones aquí con mi hijo, porque le había prometido que lo iba a llevar a conocer la nieve, y me encuentro con la sorpresa de que se está realizando el campeonato internacional de esquí. Me paralizo. Me doy cuenta de que va a estar la actual pareja de mi mujer y, por supuesto, no solamente lo encuentro a él, sino a ella también. Así empieza todo un enredo, pero no es que haya un odio particular con él. Al contrario, es un legítimo campeón.
Bandera: -Pero es el detonante, es el antagonista, es el que va a provocar todo el estado de nervios y la reacción de Pablo, que ve cómo en vez de conquistarse a su hijo trayéndolo a la nieve, en una relación que no iba muy bien, todo se le da vuelta. Su hijo se encuentra encantado con este campeón de esquí que era su competidor...
Francella: -Cuando mi hijo lo ve, muere de amor por él. Y como lo admira, me dice: "Papá, es un genio, es un ídolo". Y eso para Pablo es una tortura.
Al revés de Guillermo Francella, que viene de hacer más de un millón setecientos mil espectadores con "Un argentino en Nueva York", la última película en la que trabajó Manuel Bandera, "Pajarico", a pesar de llevar la firma de Carlos Saura pasó por las salas sin demasiada gloria. "Aquí en España fue como en la Argentina, pasó como nada", admite el actor. "Hay producciones que pasan, el público no las aguanta y los exhibidores tampoco. Hay films y directores que creo que se tienen que aguantar un poco en taquilla. La de "Pajarico" no era una gran productora, era una productora pequeñita de unos tipos encantadores y jóvenes que a duras penas sacaron esa producción adelante con el nombre de Saura. Pero, ¿qué pasa con el exhibidor? En cuanto ve que en una o dos semanas no va, hay un film americano de estos que se anuncian un mes antes, y que vienen y que reparten muñecos en los McDonalds y, claro, entonces el español va afuera y entra el extranjero."
¿Es o no es?
Aunque de lejos las cosas parecen brillar más, los actores de "Mi papá es un ídolo" se dan cuenta de que, cuando se trata de negocios, todo se vuelve del mismo color. "Pasa en las mejores familias -interviene Francella-. Allá sucede exactamente igual. Es que también se comprende al exhibidor, pero, claro, por otra parte habría que esperar." Bandera coincide y sigue con su mezcla de indignación y lógica: "O por lo menos hacer unos canales de exhibición paralela para este tipo de películas, que necesitan un poco más de apoyo".
De "Pajarico", de Carlos Saura, a "Mi papá es un ídolo" hay una distancia. Al menos, sin prejuicios mediante, de género. En este caso, significa pasar del cine de autor a la comedia familiar más comercial. ¿Qué fue lo que sedujo a Bandera de "Mi papá es un ídolo"? La respuesta es múltiple: "Trabajar otra vez con Argentina Sono Film, con Guillermo, con Juan José Jusid". Hasta allí, lo convencional. A eso se agrega el hecho de no haber trabajado en cine en los últimos dos años y medio, pero entonces llama la atención escucharlo hablar de su personaje: "Es algo que nunca había hecho: un deportista de elite, orgulloso y qué sé yo".
Así como Guillermo Francella está preso, de alguna manera, del tono de comedia que le da tan buen resultado -a él y, sobre todo, a los productores-, también puede decirse que Manuel Bandera ha quedado atrapado en el cuerpo de Mario y sus cosas del querer, aquel personaje inspirado en la vida de Miguel de Molina. Más allá de que en el 95, con el argentino Eduardo Raspo, haya filmado "Geisha" ("una película que casi ni se vio allí", dice Bandera), no sería desacertado pensar que el público argentino bien puede confundir la figura de Manuel Bandera con la de Mario, ese artista homosexual que supo enfrentar las épocas de Franco. "Seguramente me confundirán", admite el español. "Pero es normal que la gente lo piense. No me han visto hacer otras cosas. Muchas veces me lo he preguntado, si la gente no ve en mí al Mario de "Las cosas del querer". Y somos tan diferentes. Justamente anteayer estaba con mi mujer en la cama y dieron en televisión "Las cosas del querer", y yo le contaba qué pasó el día que rodamos esto o aquello. Y me veo en esa película y me doy cuenta de que estoy en estado puro, porque nunca, antes de eso, había hecho nada ni había tomado clases de nada. Y ahora me veía y decía: "Hostias, macho. Eso está mal dicho", pero aun así, visto con el tiempo, creo que ese personaje tiene algo mágico porque me tiré a hacerlo sin red."
El recuerdo de los comienzos conduce a la nostalgia y a la pasión de aquellos días. Entonces, Francella plantea el concepto de "contaminación", es decir, el estado en que el actor deja de ser ingenuo para aprender todos los vicios de la profesión. "A todos inexorablemente nos pasa", aseguran ambos. Pero Francella no resigna su impulso. Se para. Nadie en el café lo mira, salvo Manuel Bandera y La Nación . Y actúa mientras cuenta: "Yo fui extra, fui figuración. Era ese extra que llegaba así, con la bandeja, y les servía el café a los protagonistas. Yo... yo me quedaba a vivir en ese momento hasta que el productor me decía: "Bueno, ya está, ya está". Pero tenía tanta pasión que intentaba que ese personaje hiciera que dijeran: "Muy bien ese muchacho, ¿por qué no lo vuelven a llamar? ¿Por qué no le dan un bocadillo?"
Esa maldita TV
Lejos de esos primeros pasos, tanto Francella como Bandera vienen de un agitado 1999 televisivo. El argentino protagonizó -por tres- "Trillizos", para Telefé. El español se incorporó por seis meses a la tira "El súper", de la cadena Tele5, donde de galán pasó a ser asesino y se dio el lujo de "cargarse" a unos cuantos.
"El formato diario es insoportable", dice Bandera. "Es una vida dedicada al canal. Falta que te pongan una cama allí, y allí duermes y allí te levantas." Casi lo mismo había dicho Francella segundos antes: "Necesito un respiro, el ritmo de la tira te mata. Tenés que olvidarte de todo y, a esta altura, no me dan ganas".
Un poco por la entrevista, pero mucho más por compartir anécdotas con su compañero, Guillermo le recuerda a Manuel que cuando aquella vez tocó el timbre de "Los Benvenutto", su vida era casi una locura. Además de hacer ese programa de TV, también protagonizaba "Brigada Cola" y todas las noches subía a escena con "Pijamas".
"Iba por la Panamericana haciendo señas con un pañuelo blanco para llegar al teatro. Llegaba tarde, me vestía y ya escuchaba a la gente que aplaudía mal porque estaba cansada de esperar", recuerda Francella. Y en este punto de la conversación se notan las distintas intensidades de las carreras de ambos actores. Francella está en un momento de su profesión en que lo mejor es decir que no. Este año, luego de "Mi papá es un ídolo", hará en teatro "La cena de los tontos" (título tentativo, basado "La comedia de los bo..."), con Adrián Suar. Bandera viene de seis meses de TV y, antes, de dos años de teatro con "Las bacantes", de Eurípides, y "Mariana Pineda", de Lorca. Sin embargo, asegura que su carrera "siempre fue tranquila", al punto de haberse pasado todo un año con sólo un largometraje. Pero a ese ritmo a veces las cuentas no cierran. "La TV no es para nada indispensable -admite Bandera-. Salvo cuando recibes los números del banco y piensas: "Ahora es indispensable". Y preguntas: "¿Alguien me ofrece hacer TV? ¿Tú?" Venga, lo hago."
Y con la misma sinceridad que habla de su economía doméstica, Bandera se explaya sobre los huecos en su agenda. Es una forma de avisar que está disponible, porque desea, y mucho, trabajar en la Argentina. Adelanta que una de las cosas que piensa hacer es conectarse con agentes y productores locales para que "cuando necesiten un español" piensen en él. Francella, mudo, lo mira, y admira -seguramente- la honestidad de Bandera. ¿Cuántos actores en la Argentina hablarían con esa libertad? ¿Cuántos se atreverían a mostrar sus debilidades? Tal vez el cielo del espectáculo argentino esté demasiado poblado de estrellas. No estaría mal que algún productor pensara en importar a una que lo es sin necesidad de parecerlo.
Millones de dólares
SIERRANEVADA.- "Un argentino en Nueva York", "Esa maldita costilla", "La venganza", "La furia", fueron éxitos de taquilla producidos por Telefé. Ahora le toca el turno a "Mi papá es un ídolo", una película que no escapa de la elección de hacer cine comercial. Pero, ¿el éxito de algunos films no permitiría darse el lujo de intentar con otro tipo de cine? Luis Scalella, presidente de Argentina Sono Film, y Carlos Mentasti, a cargo del área fílmica de Telefé, coinciden en la respuesta. El primero recuerda que su productora invirtió -junto a otros productores españoles- 6.900.000 pesos en "Tango", un film que fue nominado al Oscar y al Globo de Oro, pero que le reportó una pérdida de unos dos millones de dólares, el equivalente al costo de una película completa tal como la actual "Mi papá es un ídolo".
Mentasti mira hacia el futuro: en diciembre último firmó un contrato con Eduardo Mignogna ("El faro") por la compra de su libro "La fuga". Tanto él como Scalella son lo suficientemente realistas como para saber que existe otra cinematografía además de la comercial, pero desde su lugar también advierten: "Es muy duro hacer cine hoy en la Argentina, uno no puede arriesgarse todo el tiempo a perder millones de dólares".