Los que se aprovechan de la nobleza
Un paseo por una tribu particular, la de los prepotentes, que se impone y goza de buena salud a costillas de los demás
El mundo -según afirma el escritor Sandro Toni en su libro El ABC de la maldad- se divide en tres: los malos, los buenos y los buenos que quieren ser un poco malos", y más adelante el estudioso italiano advierte que la maldad puede transformarse sucesivamente en un juego agrio, llamado también despecho, o también en descortesía o en envidia, o en cicatería, engendradores de maldad, en pocas palabras, el sendero de los prepotentes.
En alguna ocasión uno se habrá topado o, mejor dicho, habrá sido topado por un individuo con una actitud amenazadora comparable a la de una persona armada que no exhibe el arma. Su postura, siempre incómoda; su tono de voz, más alto que los demás, y su carencia total de simpatía colocan al prepotente a la misma altura que nuestras abuelas ubicaban los repelentes.
No se nace prepotente, sino que el prepotente crece día a día de muchas maneras y en innumerables circunstancias de la vida cotidiana ganando terreno a punta de lanza en ámbitos familiares, políticos, sociales, comerciales, públicos y privados. ¿Cómo se transforma una sociedad sana en una sociedad prepotente?
La prepotencia invade como un virus implacable todos los estratos sociales: desde la ocasional conductora de una 4x4 que en triple fila espera a sus chicos a la salida del colegio hasta el indigente que menosprecia la moneda de un anónimo transeúnte que pasa a su lado. Es así que el vendedor ambulante que obliga al pasajero de un colectivo o vagón del subte a sostener el producto que comercializa recurre a la prepotencia si utiliza la fuerza o la intimidación.
Según el Diccionario de la Real Academia Española , la prepotencia "es el poder superior al de otros, o gran poder", y prepotente, "es más poderoso que otros, o muy poderoso". En otros diccionarios relacionan al prepotente como aquel "que sin autoridad para ello es afecto a imponerse por la intimidación o la fuerza".
José Gobello, en su Diccionario Lunfardo se expresa muy claramente: "Actitud violenta (sobre todo en la expresión de prepotencia: violentamente, sin atender razones). Y su derivación, según Gobello, tiene una unión directa con el término italiano prepotensa : violentamente.
Soberbia
Muchas veces parecen prepotentes las preguntas y también las respuestas y las conferencias de prensa cuando no hay espacio para ninguna de ellas. Son prepotentes también aquellos que encuentran la culpa de los males que padecen a los demás porque olvidan que la última finalidad de los que tienen el poder es fomentar la cooperación social, no en un grupo contra otro, sino en toda la raza humana. El pensador Bertrand Russell refiere en su Diccionario del Hombre Contemporáneo que "el principal obstáculo a este fin, en la actualidad, es la existencia de sentimientos hostiles y el deseo de superioridad. Tales sentimientos pueden ser disminuidos ya directamente por la religión y la moral".
El advenimiento del prepotente se escuda y hace base en el trampolín del gobierno tiránico del soberbio. El escritor Giovanni Papini manifiesta en El libro negro : "El hombre soberbio no tolera ser contrariado, se siente ofendido por cualquier contraste y hasta por la más justa reprensión; el hombre soberbio siempre quiere vencer y superar a quien considera inferior, y por esto se ve arrastrado a las injurias, a la cólera y a la rabia. No puede concebir que otro hombre tenga cualidades o fortunas de las que él carece; no puede soportar que otros estén en sitios más elevados que el suyo, que sean más alabados y honrados, que sean más poderosos y ricos. Por lo tanto, la envidia no es más que una consecuencia y manifestación de la soberbia".
Por su parte, el soberbio agresivo nos recuerda el animus insultandi que menciona el español Ramón Núñez en su Diccionario Heterodoxo , el mismo que "lleva a utilizar alguna característica de la persona que lo hace inferior a los ojos del que habla". En estos casos -comenta Núñez- "casi siempre el insulto tiene efecto bumerán, ya que denuncia una visión particular de la vida (por ejemplo, racista) como cuando en un campo de fútbol llamaban español al portero del Madrid".
Violentos
Para otro observador, el barón austríaco Johann von Wessenburg, "no hay nada más altanero en el mundo que ver a un hombre mediocre cuando se levanta al poder".
En Facundo , Domingo Faustino Sarmiento hace una descripción de su personaje central durante su juventud, un prepotente histórico como otros tantos caudillos: "Jamás se consiguió sentarlo a la mesa común. En la escuela era altivo, huraño y solitario; no se mezclaba con los demás niños, sino para acaudillarlos en actos de rebelión y para darles golpes". Probablemente un personaje de estas características ostentaría en los medios televisivos actuales el mote de Chucky.
Hacerse el taita o prepotear son términos afines que aún encuentran eco en zonas bonaerenses, tan comunes como hacerse el gallito , quizá restos de la nostálgica imagen que quedó del compadrito rioplatense que el naturalista alemán Germán Burmeister supo separar de nuestros gauchos, de humilde personalidad y no menos coraje, que registró en su obra Viaje a través de las pampas hasta Río Cuarto, 1857 . En uno de sus párrafos comenta: "Es muy injusto creer que los gauchos son hombres groseros y brutales o aun pensar que todos son salteadores y bandidos; muy lejos de esto, por el contrario, son más bien hombres que tienen dignidad y cierta caballerosidad, por lo cual advierten enseguida la superioridad y se la reconocen a cualquier persona de mayor cultura y más alta posición social que los trate decentemente. No toleran el trato grosero y la presuntuosa arrogancia".
Carlos Alberto Giuría, en Indagación del porteño (1965), refiere: "El hombre porteño es burlón, agresivo de burlas inquisidoras. Un desprecio puntiagudo de los tiempos del otro, una subvaloración de esos méritos, una mirada echada como al descuido sobre la lista de sus contrincantes, a los que empuja hacia la inferioridad". Prejuiciosos de pura cepa que se volvieron ventajeros como ignorantes.
Hace unas décadas estaba de moda Desiderata , un poema supuestamente hallado en la iglesia de Saint Paul, Baltimore, en 1692, rezaba a modo de consejo: "Di tu verdad tranquila y claramente; escucha a los demás, incluso al aburrido y al ignorante, ellos también tienen su historia".
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