Los Puig están de remate
Casi cinco mil piezas de utilería, atesoradas por la familia, serán vendidas al público
A lo largo de más de cien años, la Casa Puig fue un sello distintivo en el ámbito de los espectáculos porteños. Su utilería -muebles, vajillas, armas, cuadros, victrolas y toda clase de utensilios de uso cotidiano- fue el marco de centenares de obras de teatro, películas y ciclos televisivos.
Hoy, todo ese material con sabor a nostalgia y brillo de recuerdos seguirá distintos caminos, ya que desde la primera semana del mes próximo será rematado. Mientras tanto, esas casi cinco mil piezas atesoradas por la familia Puig permanecerán en exposición pública desde el viernes en un enorme galpón perteneciente a una concesionaria de automotores sita en Ituzaingó 555, en pleno barrio de San Telmo.
En ese lugar en el que cuidadosos artesanos restauran algunos de los muebles, don Arturo Puig, nieto de Carlos Puig -el fundador de la empresa- y padre del actor Arturo Puig, bisnieto de la dinastía, recuerda los comienzos de esta "obra que -apunta- nos brindó durante mucho tiempo la satisfacción de acercarnos al arte a través de una imaginación que se daba en vestir puestas escénicas o películas que tienen ahora una enorme gravitación en la historia de nuestra cultura".
A los 90 años don Arturo no necesita esforzar su memoria para reseñar la trayectoria de la empresa familiar: "Mi abuelo había nacido en Barcelona, se dedicaba a diseñar muebles y era muy amigo de la eminente actriz María Guerrero, luego fundadora del Teatro Nacional Cervantes. En 1870 llegó a Buenos Aires y ya traía el entusiasmo por el teatro que tanto había disfrutado en su tierra... Fue a vivir a una casa muy amplia que estaba en la calle Victoria, hoy Hipólito Yrigoyen, y allí instaló su primera empresa de utilería, que muy pronto se hizo muy popular entre los productores teatrales y cinematográficos".
-¿Su padre siguió la trayectoria emprendida por su abuelo?
-Sí, pero lamentablemente por poco tiempo, ya que falleció siendo muy joven... En realidad fue Carmen, mi madre, la que tomó las riendas del negocio... Cuando me llegó el momento de decidir mi futuro no lo pensé demasiado y, ya con alma de cachivachero, comencé a ocuparme de la empresa de utilería, que creció de tal forma que no había obra de teatro o películas que no ostentase en sus programas o en sus elencos el nombre de Utilería: Casa Puig.
-Para ello debieron ampliar la superficie del local.
-Por supuesto... Nos mudamos a un edificio que estaba situado en Entre Ríos y La Rioja, y luego a otro más cómodo, en Cátulo Castillo y La Rioja. La utilería ya nos desbordaba totalmente y fuimos requeridos por las compañías escénicas más importantes de Buenos Aires... Así conocí a figuras de tanta importancia como Camila Quiroga, Blanca Podestá, Margarita Xirgu o Lola Membrives, entre muchas otras... Eran tiempos de bohemia y de interminables madrugadas en las que el teatro era el centro de nuestras charlas. Un día o, mejor dicho, una noche, los por entonces populares César y Pepe Ratti, que encabezaban una compañía teatral en el desaparecido Apolo, me invitaron a ser utilero de la obra que en ese momento llevaron a escena. Era "La virgencita de madera", y allí estaba yo en el escenario instalando mis propios muebles... Fue un momento emocionante, inolvidable.
Otras épocas, nuevos hábitos
Arturo Puig, su hijo, interviene en el diálogo: "Pensamos mucho antes de tomar la decisión de rematar toda esta utilería. ¿Pero qué podíamos hacer en momentos como éste, en el que las obras de teatro apenas tienen escenografías, las películas pocas veces se ruedan en estudios y la televisión apuesta al canje para grabar sus programas? De chico, yo jugaba entre estos muebles, entre estas utilerías... Estoy seguro de que mi vocación artística nació en medio de lo que hoy se puede considerar un museo inigualable".
-Don Arturo, ¿qué significa para usted apartarse de cosas tan entrañables?
-Por un lado, una gran tristeza... Pero tomé conciencia de que la Casa Puig ya había cumplido un rico y honroso ciclo y, como todo cambia, también cambia la manera actual de hacer cine, teatro y televisión... Pienso que nuestra empresa, que en su mejor momento contó con veinticinco empleados, será recordada con una sonrisa de melancolía... De melancolía, que no es lo mismo que la tristeza.
-De elegir, entre todas estas piezas, ¿con cuál se quedaría para tenerla más cerca?
-Sin duda, con una vitrola marca Víctor, del año 1932... En ella todavía escucho los discos de pasta grabados por Gardel. Los Puig, padre e hijo, recorren el amplio galpón atestado de esa utilería que es, ya, parte grande de nuestro espectáculo. Se detienen frente a unos sillones blancos de mimbre que se utilizaron para el film "Así es la vida", con Luis Sandrini, o posan sus miradas en unos asientos que sirvieron de escenografía para "La Madre María", con Tita Merello, o en varias sillas de los palcos del teatro Marconi.
Como en un arcón de cálidos recuerdos, los viejos teléfonos están al lado de insólitas bicicletas o de máquinas de coser Singer, mientras más allá carpetitas de terciopelo sirven de base a jarrones primorosamente decorados o a fruteras que nos retrotraen a nuestra más ingenua infancia.
Nada de nuestro pasado falta en esa mágica muestra de madera, cristales, hierro, terciopelo y ternura.
Don Arturo acaricia con amor cada objeto. Recuerda a sus amigos Saulo Benavente y Mario Vanarelli, "quienes con su maestría de escenógrafos -dice- me enseñaron lo más importante de la función de utilero, es decir, elegir con precisión cada objeto para cada obra o película determinada".
Y así, tras ciento treinta y dos años de lozana existencia, la Casa Puig se desmembrará en miles de partículas que pasarán a coleccionistas particulares, a anticuarios o a amantes de esos objetos que brillaron a la luz de los reflectores en amplios escenarios, en ya derruidos sets o en pisos televisivos. "Nada se perderá -asegura don Arturo- porque quienes sean nuevos dueños de nuestra utilería serán, sin duda, queribles hermanos de la cultura."
La subasta de utilería será abierta al público
"La subasta de toda esta utilería -explica Arturo Puig (h.)- estará a cargo de una martillera de la casa Bullrich y comenzará en los primeros días de diciembre. Cada objeto tendrá una base de dinero establecida y podrán participar de este remate quienes lo deseen, sin ningún tipo de condiciones."
Puig añade que la exposición, que será habilitada el viernes, podrá ser visitada por el público en horas de la tarde.
"Tengo la intención de que, cuando finalice la subasta, pueda donar algunos objetos al Museo del Cine Pablo C. Ducrós Hicken, que bien se lo merece por su tesonera labor en pro de nuestro séptimo arte", finaliza.
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