Los primeros compositores argentinos
Con los primeros años del siglo XIX empieza a producirse el nacimiento de los que serán los primeros creadores de música en la Argentina, como que en 1805 nace el primer músico al cual designamos como precursor. Su nombre, Amancio Alcorta. Tres años después nace el segundo de los generadores, Juan Pedro Esnaola. Y en 1810, en aquella ciudad cumbre de la independencia, en Tucumán, llega Juan Bautista Alberdi, quien, con Alcorta y Esnaola formará la triada perimetral dentro de la cual quedan inscriptos todos los precursores de la música argentina.
Es que aproximadamente entre 1830, que señala el nacimiento de la música culta en la Argentina, y fines de 1840, nuestros precursores del arte sonoro rinden culto a la expresiones llamadas "de salón". Su repertorio temprano incluye piezas pianísticas para acompañar la danza, las canciones y algunos trozos religiosos. Se suman luego fantasías o paráfrasis para teclado y sencillas composiciones orquestales, a menudo de ínfimo valor artístico. Al cabo de medio siglo, cuando a los nombres pioneros de Alberdi, Alcorta y Esnaola se suman varios más, la creación sigue meciéndose en un hedonismo divorciado de la realidad política y social así como de las inquietudes intelectuales de la hora, aunque se haya dado una que otra excepción.
Esto es bien cierto respecto de la producción sonora. No ocurrió en cambio con las manifestaciones musicográficas, con los escritos sobre música. Por el contrario, la casi totalidad de las reflexiones en torno de la música llevan la impronta del drama político o de las aspiraciones civilizadoras de los hombres que hicieron cultural y políticamente al país. Es el caso de los escritos sobre música de Esteban Echeverría, de Miguel Cané (p), de Alberdi o de los comprometidos y apasionados artículos de Sarmiento.
Al aproximarse a los últimos tramos del XIX, aquella producción sonora pierde su inocencia. Los ingenuos valses, minués, fantasías de las primeras décadas se repliegan en su modestia de aldea ante el avance de las piezas de carácter de estirpe romántica germana y de las óperas que buscan emular la tradición europea que ingresa en Buenos Aires, a partir de la década de 1820, gracias a la política cultural de Rivadavia, que nos pone en contacto con la ópera italiana. Básicamente con Rossini, seguido por Bellini y Donizetti aunque en 1826 se haya conocido aquí una ópera de Mozart.
Es en la segunda mitad del siglo, a partir del período de la Organización Nacional, cuando comienza a surgir el nombre de Verdi, y se apresura el contacto con la ópera francesa. A partir de 1883 Buenos Aires se inicia en el conocimiento de Wagner.
En el terreno de la composición, las dos generaciones de compositores -los nacidos entre 1860 y 1865 y entre este último año y 1890- provocan el surgimiento del nacionalismo que, como todos los nacionalismos de cuño romántico, marca a fuego su sello de origen. Ahora el arte argentino estaba llamado a afirmarse en sus propias raíces.
La primera generación Ochentista está integrada por Beruti, Williams y Aguirre, y en la siguiente se sitúan, entre los más destacados, Panizza, Gaito, De Rogatis, López Buchardo, Boero, Ugarte, Gilardi y Palma. La formación técnica se presenta como común denominador de estas dos generaciones, con un marcado influjo francés a partir, básicamente, de Williams, que había estudiado con Cesar Franck. Hasta la próxima.
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