Los Oscar de la Danza sorprendieron otra vez a los mexicanos... y a los robots
Contra todos los pronósticos, los Benois de la Danse, considerados los "Oscar de la Danza", fallaron ayer en el Bolshoi de Moscú a favor de la bailarina mexicana Elisa Carrillo Cabrera, que ganó en la categoría "mejor bailarina", tan solo un año después de que Isaac Hernández se alzara por primera vez con uno de estas distinciones para su país. En esa categoría, la artista latinoamericana compartió laureles con su par del New York City Ballet Ashley Bouder, nominada por su rol de Swanilda en Coppelia.
Así, la primera figura del Staatsballet de Berlín vuelve a sorprender y gratificar a los mexicanos, que sin una gran tradición en ballet vienen dando que hablar en el mundo. Y, al mismo tiempo, anota otro hito para la región en estos premios: en 2017, la argentina Ludmila Pagliero compartió el galardón con la uruguaya María Riccetto, para orgullo del Río de la Plata.
Desde hace unos meses, Carrillo reparte su tiempo y responsabilidad entre el ballet de la ópera de Berlín y su flamante rol de directora de la Compañía Nacional de Danza de México. Anoche fue reconocida por su papel de Julieta en la versión coreográfica de Romeo y Julieta del gran coreógrafo español Nacho Duato.
"Es un día de mucha alegría en mi vida y en mi carrera", escribió enseguida la artista nacida en Texcoco en 1981, para agradecer el reconocimiento al jurado que preside Juri Grigorovich e integran en esta oportunidad, entre otros, la rusa Svetlana Zakharova, la figura española Ana Laguna, el director del Het National Ballet holandés Ted Brandsen y la estrella internacional Vladimir Malakhov. Por supuesto, dedicó el premio a "las mexicanos y los mexicanos", con la consigna "nunca dejemos de luchar y trabajar para alcanzar nuestros sueños".
Por su Sigfrido en El lago de los cisnes, Vadim Muntagirov, principal del Royal Ballet de Londres, se quedó con la clásica estatuilla de mejor bailarín. Y en la categoría coreógrafo se compartió la distinción entre Christian Spuck, por su trabajo realizado durante 2018 en el Zurich Ballet, y Frederik Benke Rydman, que el año pasado creó un muy comentado dúo con un robot industrial para el teatro de Estocolmo.
A propósito, ya hacía unos días se advertía que el pas de deux sobre la relación entre los humanos y las máquinas –que también invita a seguir pensando en el uso de la inteligencia artificial en el arte– no podría verse en las galas de ayer y esta noche en el Bolshoi, donde los ganadores actúan junto a otros premiados de ediciones anteriores. Es que este no es un robot fácil de transportar: supera los dos metros de altura y pesa 900 kilos. "Es el partener perfecto", había dicho el sueco a propósito del timing y la técnica que tiene. Para refutar cualquier prejuicio, sorprende la delicadeza del dúo.
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Anunciado previamente a la ceremonia, los Benois de la Danse reconocieron este año la trayectoria del magnífico creador checo de danza contemporánea Jirí Kylián.
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