Los ojos de la memoria
El director Marco Bechis habla de su retrato fílmico sobre los desaparecidos, uno de los estrenos de cine de pasado mañana.
Quise hacer una película que hablara del horror de la violencia al final del siglo y me pregunto qué sentido tiene haber vivido todo este siglo para un final semejante", dice Marco Bechis, el realizador de "Garage Olimpo" que se estrenará pasado mañana en Buenos Aires.
Radicado en Italia, el director vuelve a la Argentina con el mérito de haber mostrado la trágica realidad de la última dictadura militar, con su atropello a los derechos humanos en el último Festival de Cannes, en la sección oficial no competitiva denominada "Un certain regard" (Una cierta mirada).
Nacido en Chile, hijo de madre chilena de origen suizo francés y de padre italiano, el realizador se crió en San Pablo y en Buenos Aires. Con un pasado de detenido en un campo clandestino, Bechis pudo en los 80 escapar a Italia. El destino lo llevó a vivir algún tiempo en Nueva York, en Los Angeles y en París. En 1991, regresó a la Argentina para realizar su primer largometraje, "Alambrado", protagonizado por Arturo Maly y filmado en la Patagonia.
Protagonizada por Chiara Caselli, Dominique Sanda, Antonella Costa, Enrique Piñeyro -también coproductor del film- y Carlos Echevarría, entre otros, "Garage Olimpo" narra la historia de María, una militante y alfabetizadora de 19 años que vive con su madre en una mansión en decadencia. Las dificultades económicas las llevan a convertir la casona en pensión.
Uno de los pensionistas, Félix, dice trabajar como sereno en un garaje, no da cuentas de su pasado ni de su familia, pero se muestra enamorado de María. La calma estalla una mañana, cuando un grupo armado y sin uniforme secuestra a María y la traslada al centro clandestino de detención denominado "Garage Olimpo". Tigre, a cargo de ese infierno con nombre celestial, pone a María en manos de uno de sus hombres de confianza para que la torture y la interrogue. El verdugo no es otro que Félix, el joven pensionista enamorado.
"No creo que la mía sea la película definitiva sobre lo que ocurrió con los desaparecidos en la Argentina. Es apenas una, y espero que sirva para abrir la reflexión y el debate sobre el tema y que se hagan muchas más, del mismo modo en que los norteamericanos hicieron cientos de películas sobre la guerra de Vietnam", explica Bechis a La Nación .
-¿Le sirvieron como modelo "Portero de noche" y "La muerte y la doncella"?
-"La muerte y la doncella" se estrenó cuando yo ya había escrito el guión. En cuanto a "Portero de noche", creo que plantea algo diferente en cuanto a que el eje de esa película es la relación psicopatológica entre torturador y torturada. Mi objetivo fue narrar del modo más simple y más austero posible la historia de un campo de concentración como emblema de todos los que hubo.
-¿Cómo trabajó las imágenes teniendo en cuenta el horror que encierra la tortura?
-Pensé mucho qué mostrar y qué no mostrar en el film. Existe una ética en la imagen. Filmar las escenas de tortura fue una también una tortura porque todos nos sumergimos en esa horrible situación. En un campo de concentración todo es tortura: desde el hecho de tener que hablar con los carceleros hasta no saber qué le va a pasar a uno al día siguiente. Pero, nosotros decidimos no mostrar la tortura explícita. No creo que el golpe bajo sea el mejor modo para hacer comprender los mecanismos ocultos de una sociedad en la que se vive la terrible enfermedad de la violencia del Estado contra los ciudadanos. El mejor modo de expresar ese horror es dejar que el espectador imagine, porque cuanto más frío es el mensaje más se entiende. Si hubiera mostrado todo, "Garage Olimpo" habría sido una película pornográfica.
-¿Y con los actores que interpretan a los torturadores?
-El cine tiene la facultad de sacar a la superficie el carisma de los actores. Para este film, nos propusimos algo diferente: destruir ese carisma para que de ninguna manera parecieran personajes. Los actores me hacían muchas preguntas sobre sus personajes. Yo fui terminante: "Voy a decirles lo que ustedes tienen que hacer, pero a mí no me interesa nada sobre la psicología de ese personaje". Ese fue un modo de marcar una división tajante entre ellos, es decir, los torturadores y nosotros.
-El film alude a los llamados vuelos de la muerte y a diferencia de la polémica que en su momento generó Charly García, usted no muestra los cuerpos cayendo al río. ¿Por qué lo hizo de ese modo?
-Porque están desaparecidos. Yo no sé dónde están. No lo sabe nadie. No lo sabe una madre y por lo tanto no soy yo quien debe contarle dónde están. Eso es parte del respeto al concepto de desaparecido, tristemente reinventado por los argentinos.
-¿En qué medida le sirvió la película para metabolizar su propia experiencia en un campo clandestino de detención?
-Mi objetivo no fue el de hacer un film autobiográfico ni una reconstrucción histórica, sino mostrar la enfermedad de la violencia hacia los ciudadanos que sigue teniendo vigencia. Basta pensar en lo que sucedió en Bosnia.
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