Los muchachos de antes no usaban arsénico: una actriz en problemas, un personaje olvidado y otras anécdotas
Hacer una película con muchos personajes puede ser una experiencia agotadora para un director. Después de Los chantas, José Martínez Suárez quería que su próximo film tuviera un elenco acotado y estuviera contenido en una sola locación. Con su colaborador, el guionista Augusto Giustozzi, pensaron en escribir una historia con dos personajes en una isla. Pero no les convenció.
A medida que fueron trabajando, esa idea original derivó en una exquisita comedia negra sobre una actriz legendaria del cine argentino que vive su vejez en una casa aislada del resto del mundo, con la única compañía de su marido y dos amigos; tres hombres que comparten un humor muy particular y secretos espeluznantes. El film estrenado en 1976 se llamó Los muchachos de antes no usaban arsénico, un título del que Martínez Suárez siempre se arrepintió y el cual su discípulo Juan José Campanella cambió a El cuento de las comadrejas para la remake que dirigió y que se estrena este jueves 16.
"Mi película está inspirada en El ocaso de una vida (Sunset Boulevard) -cuenta a LA NACION Martínez Suárez, de 93 años, sentado en su oficina del festival de cine de Mar del Plata, del cual es presidente desde hace más de una década-. Por eso comienza con el personaje de Mecha Ortiz viendo sus viejas películas como hacía Gloria Swanson en el film de Billy Wilder. Se nos ocurrió hacer una especie de broma con estos personajes que no salen de su casa más que para ir al cementerio, a donde ellos irán dentro de poco".
Martínez Suárez, lector fanático de policiales y con un gusto particular por películas como El quinteto de la muerte, disfrutó mucho escribiendo ese guion con Gius (apodo del guionista). Una vez la mujer del director llamó a la esposa del guionista para preguntarle si habían estado trabajando, a lo que ésta le contestó: "Trabajando no sé pero se estuvieron riendo toda la mañana". Ese espíritu lúdico se refleja en el film, que incluye un ingenioso juego con palabras y detalles simpáticos, como que las iniciales de algunos personajes corresponden a las de los actores que los interpretan: Mecha Ortiz es Mecha Ordaz, Narciso Ibáñez Menta es Norberto Imbert y Mario Soffici es Martín Saravia.
El elenco de leyendas de la época de oro del cine argentino se fue armando con algunos actores pensados desde la escritura del guion y otros que se sumaron luego. Mecha Ortiz, protagonista de films como Mujeres que trabajan y Safo, historia de una pasión, fue la primera elección para interpretar a la exdiva que desea vender la casa y, sobre todo, irse a vivir lejos de los amigos de su marido.
La "Santísima Trinidad", como llama Martínez Suárez al trío masculino de la película, estuvo compuesta por tres grandes directores y actores: Mario Soffici, Arturo García Buhr y Narciso Ibañez Menta. Para el papel de la joven que llega a la casa para ofrecerles venderla, el director había elegido a Thelma Biral, quien no pudo hacerlo y finalmente lo interpretó Bárbara Mujica. En la nueva versión los protagonistas son Graciela Borges, Oscar Martínez, Marcos Mundstock, Luis Brandoni y Clara Lago.
"Después de terminar la película me di cuenta de que me faltaba un personaje, el novio de la chica de la inmobiliaria, que Juan puso en su película", dice el director, refiriéndose al personaje que interpreta Nicolás Francella en El cuento de las comadrejas y que no existe en la versión original.
Un momento clave en la concepción de la película fue el bautismo casi accidental del proyecto. El productor, Horacio Báilez, le pidió al director que pusiera un título cualquiera para poder incluirlo en los contratos y después podría cambiarlo. Pensando rápido Martínez Suárez dijo "Los muchachos de antes no usaban arsénico", jugando con el título del film Los muchachos de antes no usaban gomina, de 1937, de Manuel Romero (que tuvo su remake a cargo de Enrique Carreras, en 1969). A Báilez le encantó pero Martínez Suárez sigue sin estar de acuerdo. "Me parecía tonto -dice el director-. Parece el título de estas películas que se hacían en esa época, como las de Olmedo y Porcel. ’Los maridos las prefieren rubias’, ‘Los muchachos de antes no usaban peluca’ -dice el director, demostrando su ya famoso sentido del humor-. Cuando se lo dije a Mario Soffici le pareció excelente. Hasta el día de hoy no me gusta. Yo le quería poner Las comadrejas, que fue como se llamó en el exterior (The Weasels) y es el título que de alguna manera usa Juan".
La búsqueda de una casa solariega, que pareciera aislada de todo, no fue sencilla. Martínez Suárez y Gius emprendieron una búsqueda por distintas partes del conurbano, sin éxito. Cuando regresaban de una de sus excursiones, por la zona de Rincón de Milberg vieron desde la ruta el techo de una casa a la que el director desechó inmediatamente porque suponía que estaba mal conservada. Gius lo convenció de parar ante el portal, que estaba tapado por afiches que el guionista pudo romper como para meter las manos y aplaudir. Ante el asombro de Martínez Suárez apareció una señora que les permitió ver la propiedad. Era soñada. Sólo debían conseguir el permiso del dueño, un detalle para nada menor.
Ambos se dirigieron a encontrarse con el dueño y descubrieron que era Francisco Mugica, director de Los martes orquídeas, película que consagró a Mirtha Legrand, la hermana de Martínez Suárez. La familiaridad con él facilitó todos los trámites para que esa casa ideal fuera el escenario del film e incluso pudieron hacer algunas modificaciones, como agregar la cancha de bochas que tanta importancia tiene en la trama de la película.
Antes de empezar a filmar, el director y los protagonistas se reunieron durante dos semanas en un departamento para hablar sobre el guion y ponerse de acuerdo sobre los detalles de las interpretaciones. "Cuando terminamos les dije: ‘Ustedes son todos veteranos y saben que el trabajo de un director, sobre todo que ustedes me llevan 50 películas de ventaja, es embromado. Así que les ruego que en filmación no me pregunten o me objeten o me modifiquen nada. Sólo cuando lo ven imponderable pero ya estuvimos revisando todo estos días’", recuerda Martínez Suárez, que tiene una memoria envidiable para los detalles.
El pedido estricto fue respetado y el director considera al rodaje, que duró once semanas, el más divertido de su carrera. A pesar de estar tratando con leyendas del cine nacional no hubo ningún tipo de problemas con él ni entre ellos. "Confieso que no es vanidad pero sí orgullo estar trabajando con 300 años de experiencia de teatro y de cine. Fue un placer. Tardé porque le dije a Horacio Báilez, el productor de la película, que no podía filmarla rápido y él me entendió. Siempre tuve la suerte de tener productores comprensivos y que se convirtieron en amigos".
Un sólo incidente recuerda Martínez Suárez que revolucionó el placentero rodaje: "Escuchamos gritar al maquillador desde la ventana de la casa: ‘¡Vengan, auxilio!’. Lo que pasaba era que Mecha, que no participaba en la escena que estábamos filmando, iba caminando con un deshabillé junto al río (que pasaba por detrás de la casa), rompiendo papeles viejos y tirándolos en él, cuando se cayó al agua. El paño de la bata absorbió el agua y ella que pesaba unos 44 kilos pasó a pesar 80. Me tiré primero pero no sé rescatar gente y luego me ayudaron para sacarla. Nos tuvimos que ir todos a bañar porque el médico nos dijo que el río estaba sucio y había peligro de infección. Mecha estaba asustada de que apareciera una lancha y no la viera. Zafamos de esa".
Para cuando la película estuvo lista, la situación política del país era crítica y el ambiente no era ideal para estrenarla. Le pidieron a la persona encargada de los cines de Lavalle cambiar la fecha que les habían dado, pero no se los permitió. Los muchachos de antes no usaban arsénico se estrenó en abril de 1976, casi un mes después del comienzo de la dictadura militar.
"Tuvimos que aceptar estrenar en momentos en que por radio pasaban comunicados que decían: ‘Reina absoluta calma en todo el país y se aconseja a la población permanecer en sus hogares a partir de las 20’. Entonces yo me iba al cine Ocean a ver cómo le iba a la película y le preguntaba al control qué pasaba con el público. Él me contó que la gente miraba el afiche y se iba porque no veía que tuviera romance. Por eso creo que faltó el sexto personaje".
Como lector asiduo de la Biblia, el director jugó en el guion con varias citas del libro y puso al final una placa con un versículo que invita a leer el film en el contexto político de una Argentina asediada por la violencia. "La película tiene su matiz sobre las desapariciones en la Argentina -dice Martínez Suárez-. El film termina con un versículo de la Biblia que dice: ‘No tengas envidia de los que hacen iniquidad porque pronto como hierba serán cortados’. La metáfora era muy directa: que no te importen los almirantes y los generales porque como hierbas serán pronto cortados. Lo único que lamento es que está puesto en una letra no muy legible y algunos se lo pierden".
El mensaje evidentemente no fue comprendido por todos, ya que se dio la irónica situación de que la película fuera elegida por el Instituto de Cine de la dictadura para representar oficialmente al país en la preselección para los premios Oscar.
Más allá de la taquilla poco favorable, Los muchachos de antes no usaban arsénico es rescatada hoy como una de las mejores comedias de la historia del cine argentino. Después de rechazar una propuesta de Hollywood para vender los derechos porque no accedieron a presentarle un guion para su aprobación antes de cerrar el trato, Martínez Suárez finalmente aceptó que su amigo y discípulo Campanella haga su propia versión, que incluye algunos cambios importantes.
"Porque el libro que me trajo llegó a los niveles que yo pretendía", contesta Martínez Suárez ante la pregunta sobre su decisión de permitir que Campanella haga una remake. Según el director, la amistad de muchos años no hubiese sido suficiente si el guion presentado no lo hubiese convencido. Pero seguramente algo tiene que ver con que el hombre detrás de este nuevo proyecto fue alguna vez uno de sus alumnos más destacados, al que le veía un gran futuro y a quien ayudó para que lo alcance. El círculo se cierra con esta nueva apuesta del maestro por su discípulo.
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