Los maestros de Kung Fu dan clase en Buenos Aires
Los famosos monjes chinos del templo Shaolin, cuna del arte marcial popularizado por David Carradine en la TV, realizan una gira inédita que los trae, la semana próxima, al Luna Park
Entre el 29 de este mes y el 1º de noviembre, el Luna Park será escenario de un curioso espectáculo cuyo título parece decir todo: "Los monjes guerreros kung fu del templo Shaolin de la China".
Y ante esta enunciación, lo primero que aparece es la única referencia que el común de los occidentales tiene sobre el Shaolin: la serie "Kung Fu", protagonizada por David Carradine, y su famoso latiguillo, "pequeño saltamontes".
A primera vista, el tema mueve a broma, pero cuando se concentra la atención en los detalles de esta disciplina con basamento filosófico, las sonrisas se diluyen y nace el asombro.
Todo comenzó hace dos años, cuando por primera vez se permitió a una cadena de comunicaciones -la BBC de Londres- el ingreso en el templo milenario, enclavado en la provincia de Henan, en el centro de China. Se rompieron así 1500 años de claustro, silencio y toda la serie de leyendas tejidas en torno de esta disciplina.
Junto al equipo de la BBC viajó un productor austríaco, Herbert Fetcher, que quedó impresionado por lo que había visto y decidió, entonces, proponerle al abad del templo salir por el mundo para difundir su cultura y su forma de vida.
Entre las propuestas y la aceptación final mediaron varias negativas que respondieron a dos motivos básicos: no se contaba con autorización del gobierno chino y, además, no estaba en la filosofía de los monjes prestarse a semejante empresa.
Pero la gota de agua horada la piedra. Si de algo saben los monjes Shaolin es de persistencia. Pero parece que Fetcher también: no se dio por vencido y ganó la batalla. El mismo se encargó de organizar todos los ritos Shaolin, sus costumbres y sus ejercicios de entrenamiento para conformar una exhibición con criterio de espectáculo, que ya recorrió Europa y América del Norte, y que este año viajará por México, Colombia, Perú, Brasil y Venezuela.
Dragón argentino
Jorge Buzzi, maestro de kung fu consultado por La Nación , es uno de los pocos occidentales que tuvieron el privilegio de ingresar en el templo Shaolin de la China, en donde fue, además, nombrado bonzo (monje), de la 34a. Gran Generación. "Cada gradación pertenece a una generación determinada", explica Buzzi, un argentino rebautizado en el budismo con un nombre chino que, traducido al castellano, significa Dragón Yang.
La vida en el templo no es para cualquier mortal. Son los menos los que soportan la rigurosidad de la disciplina en el modo de vida y el entrenamiento intensivo al que son sometidos discípulos y estudiantes.
Buzzi revela los detalles del esfuerzo diario en el templo Shaolin: "Nos levantamos a las 4.20 de la mañana y trotamos hasta la montaña. Allí se realizan ejercicios de elongación y después se regresa al templo, en donde se practica todo tipo de entrenamiento físico. Sólo entonces, a eso de las 7, se toma un desayuno que consiste en arroz, agua caliente y huevo frito con ajo y jengibre. Se hace un descanso de una hora y se vuelve al entrenamiento hasta el mediodía. Entonces hay que higienizarse como se pueda, porque no hay baños ni agua caliente, es todo muy precario, y se almuerza lo mismo que en el desayuno".
El resto de la jornada se reparte entre entrenamientos con armas tradicionales, preparación física, meditación y clases de filosofía hasta alrededor de las 20.30, cuando se van a dormir. Porque, lejos de lo que se conoce por estas latitudes, el Shaolin conjuga el desarrollo espiritual y mental con la destreza corporal llevada a extremos impensables. "Todo está separado -explica Buzzi-, pero separado no sirve; hay que unificar las energías. Lo primero es lo físico y es muy duro. Hay que pasar por una prueba tan exigente que yo, por ejemplo, que practico kung fu desde hace 20 años, a los dos días sentía que no podía más. Pero si lográs pasar esa barrera, se produce un efecto increíble de recambio de la energía."
El objetivo final de tanto sacrificio es, como en todas las disciplinas orientales, la iluminación, ese estado de gracia espiritual que sólo alcanzan unos pocos. Prueba de este claro objetivo es que los monjes se rigen por principios vinculados con la no violencia: "Un buen soldado no es violento. Un buen luchador no es furioso. Un buen vencedor no es vengativo. El mejor conquistador no participa en la guerra. Todas las artes marciales de este mundo fueron creadas bajo el sol del templo Shaolin".
La historia del monasterio se remonta al año 497, cuando el emperador Xiao Wen ordenó construir un convento para los monjes indios Ba Tuo, a los pies del monte sagrado Songshan. El templo llegó a tener hasta 1500 hombres.
Actualmente, los maestros iniciados que viven allí son apenas algo más de veinte. Ellos son quienes podrán ser vistos, por primera vez, en la Argentina, durante las cinco únicas funciones que se ofrecerán en el Luna Park, reflejando la magia milenaria del Shaolin, una tradición, una forma de vida, una cultura, un camino hacia la perfección humana.
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