Los late night shows, ese placer tan norteamericano
Es muy difícil replicar aquí ciclos que trae el cable, como The Tonight Show o Conan
Con la llegada, en la última semana de marzo, del actor británico James Corden a la conducción de The Late Late Show, un talk show nocturno de la cadena CBS en Estados Unidos, comienza una serie de migraciones que van a renovar, dentro de sus ajustadas reglas, esa institución de la TV norteamericana que es el llamado late night show. El más importante de esos cambios sucederá en julio, cuando David Letterman, conductor legendario que lleva el récord de 32 temporadas al frente de su propio programa, abandone The Late Show para ser reemplazado por el humorista político Stephen Colbert.
Tanto Colbert como Letterman y otros conductores venerados en ese país, como Johnny Carson, así como el formato de late show, son ajenos a nosotros porque, si bien en la Argentina siempre hubo programas nocturnos de entrevistas, este formato específico (más que nada un programa de humor, aunque domine la conversación con invitados) tuvo pocos portavoces locales. El más tenaz fue Roberto Pettinato, quien intenta imponerlo desde Rebelde sin pausa, iniciado en 1992 en la trasnoche de ATC. Luego vendrían Duro de acostar (1996), Un mundo perfecto (2009) y Que parezca un accidente (2011). La única excepción al monopolio del ex Sumo en el rubro la registra Sebastián Wainraich, que condujo El mundo desde abajo (2013) en TBS durante dos temporadas.
En la TV norteamericana abierta estos ciclos son una parte establecida de la programación con la que los canales cierran el día. ABC tiene uno (Jimmy Kimmel Live), CBS tiene dos seguidos (los de Letterman y Corden) y NBC, tres (el histórico The Tonight Show, actualmente piloteado por Jimmy Fallon, que puede verse aquí por DirecTV; Late Night with Seth Meyers y Last Call with Carson Daly). El cable también tiene su batallón de late shows, entre los que destaca Conan (el otro que puede verse en la Argentina, por HBO Plus), llevado adelante por el histriónico Conan O’Brien, quien tuvo un breve paso por el Tonight Show, la silla más codiciada de la TV norteamericana, aunque debió abandonarlo a los pocos meses por malos ratings.
El late show está definido tanto por su horario como por su estructura, que no se desafía: todos empiezan con un monólogo de actualidad, acto seguido presentan un segmento de humor, luego vienen las entrevistas continuadas a dos celebrities y cierran con un músico invitado. La escenografía consiste en un escritorio, un sofá, un ciclorama con la ciudad al anochecer y un escenario para la banda estable.
Marca la diferencia
Aquello que marca la diferencia entre un programa y otro es la personalidad de quien lo lleva adelante.
Conan es el más payasesco e inteligente de la camada actual, pero su humor tendiente al sinsentido y a la tontería desatada (que fue revolucionario en sus inicios, en las trasnoches de NBC por 1992) distanció al público más tradicionalista durante su efímero mandato en el Tonight Show y lo confinó al cable (se ve por TBS en su país). Hoy, tal vez, sus sketches necesiten una renovación, pero cuando dependen exclusivamente del ingenio del conductor, como sus notas de exteriores o el reciente especial Conan in Cuba, no hay nadie más gracioso.
Por su parte, al frente del Tonight Show, Jimmy Fallon es todo lo inclusivo que puede y amable hasta la náusea. Desde la era Carson que el programa comanda los ratings en su horario porque jamás inquieta a sus espectadores. Su mayor mérito, hoy, es que cuenta con el apoyo de una producción "con esteroides". Basta decir que The Roots, uno de los mejores grupos de hip hop de la historia, funciona como su banda estable y que logra que ganadores del Oscar (lo más parecido que tiene Estados Unidos a la realeza) se presten a interactuar con el conductor en números ingeniosos (Fallon es un muy competente actor y cantante, curtido en varias temporadas de Saturday Night Live), creados por su buen equipo de guionistas, que requieren dedicación y una considerable capacidad de sus protagonistas para reírse de sí mismos. Recientemente, la primera dama Michelle Obama protagonizó una de las frecuentes "historias del baile", animándose a una docena de pasos ridículos con el conductor.
Más alla de las diferencias en la producción, el late show "es" el hombre (es un nicho laboral casi exclusivamente masculino) que lo conduce. Ésa es la razón por la que el formato nunca se impuso en nuestro país. En los Estados Unidos existe una cadena de fabricación de conductores que se inicia en los clubes de stand-up, sigue en troupes humorísticas como la de Second City o SNL y, para unos pocos afortunados, desemboca en el escritorio de un late show.
En nuestro país no hubo tal escuela y, en consecuencia, tampoco hubo personalidades que manejaran con igual soltura la conducción, la actuación, el humor y la entrevista. Cada vez que aparece alguna (como Pettinato, Wainraich o el recordado Jorge Guinzburg) gravita naturalmente hacia ese formato o algo parecido: La biblia y el calefón fue una suerte de exitosa variación local de esa fórmula. No es que un programa con el esqueleto rígido de un late show sea imprescindible, pero tener todos los días a alguien que que se atreva a hacer humor con la actualidad es algo que hace bastante falta en la TV local.
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